Regresa El Chava
Beloki alcanza el liderato en la Demanda, donde Botero y Sevilla no resistieron
La Vuelta es, tambi¨¦n, un festival de escaladores y el iBanesto.com, que no tiene l¨ªderes, es una rep¨²blica de escaladores. Est¨¢ tan especializado el equipo que todo parece f¨¢cil. Llegan los Lagos y se saca al joven Mercado de la manga, mientras El Chava, o Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez, vigila en la retaguardia. Llega la Cruz de la Demanda, la segunda llegada en alto, y regresa el Chava, el escalador fantasioso y voluble que le da al ciclismo una dimensi¨®n ins¨®lita: el ciclista, o el escalador genial, como es el Chava, no tiene por que ser un monje, un hombre enclaustrado por la dieta, el sacrificio y el entrenamiento; puede ser tambi¨¦n un joven alegre, despreocupado y enamoradizo, capaz de conciliar docenas de prioridades simult¨¢neas. Un chico guapo que sabe ganar y, a la vez, un inconsciente capaz de desesperar al m¨¢s estoico de los aficionados. El Chava regres¨® ayer para ganar una etapa en la Vuelta dos a?os despu¨¦s de su victoria en el Angliru, tres a?os m¨¢s tarde de su p¨®ker en la Vuelta de Olano, a los cuatro a?os de su revelaci¨®n en San Rafael. Atac¨® a siete kil¨®metros de la cima de un puerto corto y tendido. Detr¨¢s de ¨¦l, otra Vuelta.
La Vuelta 2001 es, tambi¨¦n, un duelo entre dos ciclistas, dos formas de ver la vida. Dos corredores, ?scar Sevilla y Joseba Beloki, y sus circunstancias, sus equipos y compa?eros. El Kelme y el ONCE-Eroski. Botero y Pipe G¨®mez, Zarrabeitia y Sastre. Belda y Manolo Saiz. La Vuelta es una tortilla a la que cada d¨ªa le dan la vuelta. Tras el paso por Cantabria estaban ya todos preparados para hacerle la autopsia al ONCE-Eroski y la hagiograf¨ªa al Kelme y llega la Cruz de la Demanda, ocho kil¨®metros apenas al 8%, y el Kelme pierde todo lo ganado con cortes, ca¨ªdas y locuras t¨¢cticas de los rivales y el ONCE-Eroski, el equipo del regular Beloki, recupera todo lo perdido con su extra?o inicio de Vuelta. Todo ocurri¨® en seis kil¨®metros.
Detr¨¢s del Chava salt¨® su cu?ado, Carlos Sastre, del equipo de Saiz, le marc¨® y le relev¨® durante unos centenares de metros, hasta que recibi¨® una perentoria orden de su director por el auricular, lo que llaman el pinganillo, ese aparato que los ego¨ªstas se desconectan en las subidas para no ayudar a compa?eros en apuros. A Sastre le orden¨® Saiz pararse porque detr¨¢s de ¨¦l estaba ocurriendo lo inesperado: Botero, decididamente el perro verde del pelot¨®n, no aguantaba y Sevilla, que se hab¨ªa vaciado la v¨ªspera en la contrarreloj de su vida, sufr¨ªa. Nada m¨¢s ver los primeros s¨ªntomas, Zarrabeitia aceler¨® la marcha, con Beloki a su rueda. Luego fue Sastre el que ahond¨® en la simult¨¢nea crisis de los dos del Kelme. Y poco a poco, a impulsos del otro escalador de El Barraco, la crisis se extendi¨® por todo el pelot¨®n. David Plaza no aguant¨® m¨¢s; Casero, que nunca gana pero que tampoco pierde, hizo la goma. Heras, sombra de lo que fue, alarde¨® y se qued¨®. Y cuando Sastre se cans¨® fue el propio Beloki el que aceler¨®. Ya s¨®lo le aguantaron, a duras penas, los escaladores Mercado y Laiseka. Botero, el anterior l¨ªder, cedi¨® m¨¢s de dos minutos, y Sevilla, inteligente en la crisis, limit¨® la p¨¦rdida a 15 segundos.
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