Orejas de regaliz
Hace a?os, cuando servidor era joven, le¨ªa uno en los peri¨®dicos que un torero hab¨ªa salido en hombros y envidiaba a los que pudieron verlo. Ahora mismo, leer que alguien sale en hombros viene a ser lo mismo que si sale de la plaza en patinete, dando el brazo a unos amigos o gritando vivas a Cartagena. Orejas de regaliz, mismamente. 'De regalo, querr¨¢ usted decir'. Bueno, pues de regalo.
Las presidencias, en estos casos, no tienen la culpa. El reglamento lo dice bien clarito: que la primera es potestad del respetable, o sea que el p¨²blico puede hacer con ella lo que guste. Y eso hace. La pide, se concede y santas pascuas. Que esa oreja haya sido solicitada como premio a una actuaci¨®n sobresaliente o s¨®lo a una actuaci¨®n discreta, es otro cantar.
Garcigrande/ Joselito, Abell¨¢n, Casta?o
Toros de Garcigrande, noble el primero, yendo a menos el segundo, manejable el cuarto, tardo el quinto y parado el sexto; el tercero de El Torre¨®n, con nervio. Joselito: estocada (oreja); corta atravesada y desprendida, rueda de peones (oreja). Miguel Abell¨¢n: estocada pasada, rueda de peones, descabello (oreja); estocada, rueda de peones, descabello (aplausos y saludos). Javier Casta?o: estocada corta que escupe perdiendo la muleta, desprendida con desarme, rueda de peones, descabello (aplausos y saludos); tres pinchazos -aviso- se echa el toro (aplausos de despedida). Plaza de La Glorieta, 6? de feria. Media entrada larga.
Las orejas solicitadas para Joselito admiten toda clase de controversias menos con el matador, desde luego, que no aguanta nada y por menos de nada tambi¨¦n se encara con quien ose advertirle algo. En su primera faena todo fue correr entre pases, buscando nuevamente la colocaci¨®n, que es el estilo que hoy impera. Una mirada del toro le sobresalt¨®. La banda estaba tocando Marcial pero ni por esas.
Le arrastraba el rabo
Al cuarto, le arrastraba el rabo. Joselito lo mulete¨® medio sentado en el estribo, que es postura la mar de torera, pero, ya de pie, sigui¨® muleteando hacia afuera que no es como tradicionalmente se entiende que hay que muletear. Ah¨ª fue, en medio de alg¨²n enganch¨®n, cuando desde el tendido le gritaron 'a ver qu¨¦ hacemos' y el torero mir¨® con aires de perdonavidas, intentando que el espectador comprendiese que a ¨¦l ni una palabra m¨¢s alta que otra. Sali¨® en hombros, como digo.
Juan Abell¨¢n, por poco no le hizo compa?¨ªa, porque tambi¨¦n disfrut¨® de la magnanimidad popular en su primer toro. Le puso sentimiento el torero por bajo, es verdad, pero ya erguido, traste¨® con soltura pero sin decir apenas nada. La faena la traz¨® en poco terreno, detalle muy de agradecer, mas poco chisporroteo hubo en su quehacer. En el quinto, que brind¨® a Mart¨ªn Recio, hubo enganchones y tes¨®n por parte del matador. Demasiado tes¨®n, pues se puso pesadillo.
Se le fue viva
A Casta?o, se le fue viva su primera feria como matador de toros en Salamanca. Su primero le peg¨® el consabido tantarant¨¢n, en una faena acelerada en la que no se pudo quitar de encima al pegajoso animal.
En el sexto, Casta?o porfi¨® entre temple y enganchones, arrim¨¢ndose a ¨²ltima hora en busca de lo que no lleg¨®. Un aviso en ¨¦ste vino a ponerle a su feria un toque posiblemente l¨²gubre.
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