La guerra red
La b¨¢rbara matanza de miles de personas en Estados Unidos ha socavado los cimientos de nuestras sociedades, al poner en cuesti¨®n los principios de coexistencia y civilidad en que se basan. Pero el 11 de septiembre de 2001 tiene un significado a¨²n m¨¢s dram¨¢tico: en esa fecha se ha desencadenado la primera guerra mundial del siglo XXI, una guerra en la que, queramos o no, estamos ya inmersos. ?Cu¨¢l es esa guerra? ?De qui¨¦n contra qui¨¦n? ?Y c¨®mo se prev¨¦ que sea su desarrollo? S¨®lo entendiendo en qu¨¦ guerra nos hemos metido podremos actuar sobre la misma, desde nuestra pluralidad de valores e intereses.
No es un choque de civilizaciones, una patra?a que propagan quienes reducen la multiculturalidad de nuestra especie a la oposici¨®n etnoc¨¦ntrica entre Occidente y 'los otros'. No es un choque de religiones, porque la gran mayor¨ªa de musulmanes y la casi totalidad de los Gobiernos de pa¨ªses isl¨¢micos se oponen al terrorismo y, en buena medida, apuestan por integrarse en la econom¨ªa global y en la comunidad internacional. Ni tampoco es un choque entre los pobres del mundo y el capitalismo mundial, aunque la exclusi¨®n social conduzca frecuentemente a la desesperaci¨®n de la que se alimenta el fanatismo. Es esencial distinguir esta guerra de la oposici¨®n al modelo neoliberal que representa el movimiento antiglobalizaci¨®n, porque esa asimilaci¨®n conducir¨ªa a criminalizar dicho movimiento y a sofocar el gran debate democr¨¢tico sobre los contenidos de la globalizaci¨®n que apenas se ha iniciado. No. Estamos ante una guerra definida en t¨¦rminos m¨¢s precisos: es la guerra de las redes fundamentalistas isl¨¢micas terroristas contra las instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas de los pa¨ªses ricos y poderosos, en particular de Estados Unidos, pero tambi¨¦n de Europa occidental, pa¨ªses estrechamente vinculados en su econom¨ªa, en sus formas de democracia y en su alianza militar (art¨ªculo 5 del Tratado de la OTAN). En la ra¨ªz de esa guerra hay un rechazo a la marginaci¨®n de los musulmanes y una afirmaci¨®n de la supremac¨ªa de los principios religiosos del islam como sustento de la sociedad (aunque en una interpretaci¨®n contradictoria con las ense?anzas profundamente humanistas del Cor¨¢n). La identidad humillada y el menosprecio cultural y religioso del islam por los poderes occidentales conducen a la resistencia, al llamamiento a la guerra santa. Y esta resistencia se concreta en la oposici¨®n a la existencia de Israel y se alimenta de la prepotencia israel¨ª en su opresi¨®n del pueblo palestino. Por tanto, es en esa identidad isl¨¢mica (no ¨¢rabe) exacerbada y en el proyecto de defensa / imposici¨®n de estos valores en todo el mundo, empezando por los pa¨ªses musulmanes, en donde se encuentra el quid de la cuesti¨®n.
Estamos ante una guerra de las redes fundamentalistas isl¨¢micas terroristas contra las instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas de los pa¨ªses ricos, en particular de EE UU y tambi¨¦n Europa
El mundo al que aspira Bin Laden ya existe: es el Afganist¨¢n de los Talib¨¢n. Esas redes de terror (de algunas de las cuales Bin Laden es el s¨ªmbolo m¨¢s que el comandante supremo) se alimentan tambi¨¦n de la frustraci¨®n de sectores (?o Gobiernos?) de algunos pa¨ªses musulmanes, humillados por lo que ellos perciben como el neocolonialismo de los pa¨ªses occidentales. Es posible tambi¨¦n que redes terroristas de distinto origen, incluidos sectores de la econom¨ªa criminal, puedan encontrar formas t¨¢cticas de colaboraci¨®n con las redes isl¨¢micas (por ejemplo, la econom¨ªa de los talib¨¢n es altamente dependiente del tr¨¢fico de opio que alimenta la llamada 'senda turca' de la droga hacia Europa occidental, una red protegida por las mafias albanesas que tuvieron un papel importante en la rebeli¨®n de los kosovares). En suma, de un lado se encuentran Estados Unidos, la Uni¨®n Europea y todos aquellos pa¨ªses que de una u otra forma participan en el sistema econ¨®mico y tecnol¨®gico dominante, incluidos Rusia (igualmente enfrentada a las redes isl¨¢micas, a partir de Chechenia), Jap¨®n, China e India. De otro lado, hay un n¨²cleo duro, irreductible, de redes terroristas del fundamentalismo isl¨¢mico, con posibles complicidades en algunos Gobiernos, con alianzas t¨¢cticas con otras redes terroristas y con una simpat¨ªa difusa entre sectores populares de pa¨ªses musulmanes. Estas redes variopintas buscan imponer sus objetivos utilizando las ¨²nicas armas eficaces en su situaci¨®n de inferioridad tecnol¨®gica y militar: el terrorismo de geometr¨ªa variable, desde el atentado individual a las matanzas masivas, pasando por la desorganizaci¨®n de la compleja infraestructura material en que se basa nuestra vida diaria (agua, electricidad, comunicaciones). Y contando con la transformaci¨®n de personas en munici¨®n inteligente mediante la pr¨¢ctica generalizada de la inmolaci¨®n.
As¨ª planteada la guerra, Estados Unidos (un pa¨ªs herido y profundamente motivado en este combate) ha iniciado, con el apoyo de sus aliados ( incluida Espa?a), la m¨¢s dif¨ªcil de las guerras: la guerra contra una red global capaz de rearticularse constantemente y de a?adir nuevos elementos conforme otros vayan siendo destruidos, porque se alimenta del fanatismo religioso y de la desesperaci¨®n social de millones de musulmanes. Por eso esta guerra no se parecer¨¢ mucho a la del Golfo. Incluso la muerte y el sufrimiento, jinetes sempiternos del aquelarre b¨¦lico, ser¨¢n distintos esta vez, porque afectar¨¢n en mucha mayor medida a los norteamericanos y a sus aliados. Ser¨¢ una guerra cruenta, larga, insidiosa, que llegar¨¢ a todos los confines, con multiples reacciones violentas de esas redes multiformes y bien pertrechadas, que sab¨ªan lo que se les ven¨ªa encima y que est¨¢n preparadas para ello -tal vez con armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas-.
Ahora bien, ?c¨®mo se ataca a una red? En t¨¦rminos as¨¦pticos, que son necesarios para la claridad, y bas¨¢ndome en las investigaciones que sobre estos temas han ido desarroll¨¢ndose en distintos centros estrat¨¦gicos de Estados Unidos y Europa, parece necesario distinguir entre tres procesos. El primero es la desarticulaci¨®n de la red. El segundo consiste en prevenir la reconfiguraci¨®n de la red. Y el tercero es evitar la reproducci¨®n de la red. Es sobre este tercer nivel sobre el que versan la mayor¨ªa de las discusiones bien intencionadas de estos d¨ªas: hay que estabilizar el mundo mediante la incorporaci¨®n al desarrollo de los hoy excluidos, hay que practicar la tolerancia multicultural y hay que forzar a Israel a aceptar un Estado palestino e imponer a jud¨ªos y palestinos la convivencia (dif¨ªcil pero necesario y no necesariamente imposible si tomamos en serio acabar con ese nido de inestabilidad mundial). Pero esa estrategia de largo plazo s¨®lo es practicable despu¨¦s de la guerra. La primera tarea, en la que est¨¢n ahora los Gobiernos occidentales, es la de ganar esa guerra, empezando por la desarticulaci¨®n de la red. Lo cual requiere, por un lado, la identificaci¨®n y eliminaci¨®n de sus nodos estrat¨¦gicos; es decir, de aquellos en los que reside la capacidad de coordinaci¨®n y toma de decisiones. De ah¨ª el intento de destruir las bases operativas en Afganist¨¢n y en otros lugares a¨²n por determinar. Tambi¨¦n en ese contexto se plantea la captura o muerte de Bin Laden, tanto por su importancia carism¨¢tica de profeta del movimiento como por el valor simb¨®lico que tendr¨ªa su captura. La Uni¨®n Sovi¨¦tica fue derrotada en Afganist¨¢n, pero las cosas han cambiado. Los guerrilleros isl¨¢micos ten¨ªan con ellos a la CIA, a Pakist¨¢n y a Arabia Saud¨ª. Y los norteamericanos utilizar¨¢n probablemente las nuevas t¨¢cticas conocidas gen¨¦ricamente como 'swarming' (enjambres), basadas en el despliegue de peque?as unidades de comando con alto poder de fuego, autonom¨ªa propia, coordinaci¨®n electr¨®nica entre las mismas y acceso constante a informaci¨®n por sat¨¦lite y a apoyo a¨¦reo instant¨¢neo con armas de precisi¨®n. Aun as¨ª, sus p¨¦rdidas ser¨¢n enormes, pero no se va a limitar EE UU esta vez a bombardear y luego ocupar terreno. Van a combatir a las redes con sus propias redes, utilizando su capacidad tecnol¨®gica para compensar su desconocimiento del terreno. En ferocidad y determinaci¨®n esta vez los contrincantes estar¨¢n igualados. El punto d¨¦bil para los norteamericanos es la mala calidad de la informaci¨®n de que disponen, consecuencia del declive profesional de sus servicios de espionaje en los ¨²ltimos tiempos. Pero esperan compensarlo con la ayuda israel¨ª, saud¨ª, palestina (Arafat) y, sobre todo, con la colaboraci¨®n de los paquistan¨ªes, que son los que saben qu¨¦ pasa en Afganist¨¢n: de ah¨ª el papel decisivo que puede jugar Pakist¨¢n en esta guerra, en uno u otro sentido. Aliado esencial de los norteamericanos o pa¨ªs dividido por una guerra civil con la posibilidad de acceso a su armamento nuclear por parte de los fundamentalistas. La guerra de Afganist¨¢n s¨®lo ser¨¢ un elemento, aunque importante, de esa primera fase de desarticulaci¨®n de las redes. Al mismo tiempo acciones puntuales en Palestina, en L¨ªbano, tal vez en Libia, en Egipto y en Irak (con desarrollos impredecibles), tratar¨¢n de neutralizar, destruir y desorganizar los puntos de conexi¨®n que se identifiquen.
La segunda fase de la destrucci¨®n de las redes, que puede desarrollarse en paralelo a la primera, es evitar su reconfiguraci¨®n, es decir, que se desplacen los grupos y operativos clave a otros lugares o que reorganicen su actividad a partir de nuevos integrantes. Lo que aqu¨ª cuenta son tres tareas: detectar e interceptar los flujos financieros, que constituyen el combustible indispensable de la red; interceptar las comunicaciones electr¨®nicas sobre las que reposan los contactos globales, y confrontar las nuevas acciones de terrorismo con las que las redes van a responder a la ofensiva en su contra. En cierto modo, la forma de detectar a los nucleos operativos de la red terrorista ser¨¢ tan f¨¢cil como siniestra: estar¨¢n all¨ª donde se produzcan atentados de destrucci¨®n masiva.
La guerra contra estas redes ser¨¢ llevada a cabo por una red de Estados y sus Fuerzas Armadas, en una compleja geometr¨ªa de alianzas e intereses en que los Gobiernos tendr¨¢n que manejar la doble dependencia de su lealtad a la red de defensa conjunta y de la sensibilidad diferencial de sus opiniones p¨²blicas. Y las alianzas ir¨¢n variando conforme en algunos pa¨ªses, en particular en pa¨ªses musulmanes, se produzcan reacciones populares en contra de la guerra a las redes terroristas.
La esperanza, la ¨²nica esperanza de supervivencia de lo que hoy es nuestra sociedad, es que durante el proceso de destrucci¨®n de las redes del terror se sienten las bases sociales, econ¨®micas, culturales e institucionales para evitar su reproducci¨®n.
Nuestra organizaci¨®n econ¨®mica y social, y nuestras instituciones pol¨ªticas, han engendrado el fen¨®meno que hoy tenemos que combatir, incluido Bin Laden, que aprendi¨® con la CIA. En el largo plazo, necesitamos absolutamente reformar en profundidad nuestro mundo, superando la exclusi¨®n social y la opresi¨®n de las identidades. En el corto plazo, estamos en guerra. Y me pareci¨® que lo m¨¢s honesto era contarle en qu¨¦ consiste. Ojal¨¢ me equivoque.
Manuel Castells es miembro del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Berkeley.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.