Todos firmes
Estados Unidos est¨¢n poniendo firmes a muchos gobiernos a la hora de alinearse tras ellos en la lucha contra el terrrorismo. La Administraci¨®n de Bush avanza con paso decidido en la construcci¨®n de una amplia coalici¨®n contra el terrorismo, y en concreto contra el r¨¦gimen afgano de los talib¨¢n, que ha puesto condiciones que Washington considera inaceptables para la entrega de Osama Bin Landen, se?alado por Bush como el 'principal sospechoso' de los ataques terroristas contra Estados Unidos. Cierto es que en las ¨²ltimas horas se empiezan a filtrar posibles conexiones con Irak, pero el millonario saud¨ª sigue apareciendo como el principal inspirador del ataque y ya se ha puesto en marcha la maquinar¨ªa militar contra ¨¦l y el r¨¦gimen de Kabul que le da refugio.
Si poner de acuerdo a Sharon y Arafat para un alto el fuego ha sido duro, el presidente paquistan¨ª, general Pervez Misharraf, tuvo que pasar ayer por un trance a¨²n m¨¢s duro. Significativamente vestido de campa?a con todas sus condecoraciones, se dirigi¨® a la naci¨®n para anunciar que no le queda m¨¢s remedio que cooperar con EE UU, aunque no explicara el alcance de esta cooperaci¨®n. Dif¨ªcil trago para un r¨¦gimen que ha apoyado a los talibanes, que tiene una amplia poblaci¨®n fundamentalista y que alberga a dos millones de refugiados afganos. Pero la rivalidad con la India y otras realidades han forzado a este dictador militar a ponerse, aunque con cautela, del lado de Washington.
El alto el fuego entre palestinos e israel¨ªes ha sido otra imposici¨®n. EE UU necesita a Israel m¨¢s que nunca en estos momentos en que priman los servicios de inteligencia sobre otros factores. Pero la continuaci¨®n o agravamiento del conflictocon los palestinos, dado su enorme capacidad contaminante, se ha convertido en un impedimento may¨²sculo para aunar esa alianza internacional contra el terrorismo que incluya al mayor n¨²mero posible de pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes, aunque sus sociedades, como ocurre en Pakist¨¢n, o en Palestina, est¨¦n en otra onda anti-occidental y anti-israel¨ª.
Los europeos se han afanado en convencer a Arafat no s¨®lo de que decrete una tregua, sino tambi¨¦n de que no cometa el error de 1990-1991, cuando, tras la invasi¨®n de Kuwait por Irak, el l¨ªder palestino se alin¨¦o con Bagdad contra Washington. El secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, ejerci¨® por su lado toda la presi¨®n posible sobre Sharon.
Nada llama al optimismo inmediato, aunque la retirada de las tropas israel¨ªes de Jenin y de otras zonas plenamente bajo la Autoridad Nacional Palestina, y el alto el fuego constituyen una noticia positiva, que si se mantiene durante 48 horas abrir¨¢ la puerta a ese encuentro una y otra vez aplazado entre Simon Peres y Arafat, aunque ninguno de los dos puede hacer concesiones de calado. Adem¨¢s, no es nada seguro que Sharon resista la tentaci¨®n de hacer borr¨®n y cuenta nueva en la nueva situaci¨®n, ni que a estas alturas y tras un a?o de una intifada que se ha convertido en guerra, Arafat pueda controlar a los suyos. Ni Ham¨¢s ni la Jihad isl¨¢mica aceptan una tregua, cuya suerte puede depender de cualquier ataque, suicida o no.
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