Literatura comparada
Los restos de las Torres Gemelas siguen ardiendo en el horizonte. Su sonora ausencia lo cubre todo. Cuesta mucho volver a lo ordinario. La mente vaga como un perro ante la terrible puerta que ha cerrado el antes sin abrirse a un despu¨¦s m¨ªnimamente esperanzador. El momento debiera estar al cambio en las relaciones internacionales con vistas a un proceso, desde luego largo, que fuera limando desigualdades y, con ellas, focos de tensi¨®n, pero est¨¢ a la guerra. Bush ha prometido lo que parece una bush war, es decir, una org¨ªa de destrucci¨®n. Necesita resultados a corto plazo y mostrar contundencia. Una operaci¨®n selectiva contra los culpables tendr¨ªa poco de lo uno y de lo otro, pero ser¨ªa lo justo. Porque no se puede combatir al enemigo con sus mismas armas. Los valores democr¨¢ticos y los modos del Estado de derecho han de prevalecer siempre, de ah¨ª que resulten muy desalentadoras las llamadas al todo vale.
Ibarretxe tiene raz¨®n, no se puede apoyar una guerra que genere la muerte de inocentes. S¨®lo que se equivoca al enunciar la denuncia en t¨¦rminos de: 'Los vascos no queremos', porque, de entrada, en vez de aceptarse como el gestor temporal de unos asuntos pol¨ªticos, se sigue teniendo por la voz que traslada el sentir de un sujeto colectivo llamado vasco que, y aqu¨ª residir¨ªa la segunda objeci¨®n, es todo menos una sustancia buena y justa per se, puesto que, por ejemplo, hay vascos a los que no les importa la destrucci¨®n ni la muerte de otros vascos inocentes a quienes se les priva previamente, claro, de su condici¨®n de vascos y de inocentes achac¨¢ndoles que piensan distinto. Con lo que habr¨ªa que concluir, lamentablemente para el id¨ªlico cuadro que desea el lehendakari, que entre los vascos tambi¨¦n hay quienes practican la guerra sucia.
Es de suponer que a los vascos m¨¢s patriotas se les estar¨¢ cayendo la baba con la exhibici¨®n del patriotismo m¨¢s nacionalista que est¨¢ saliendo a flote en los EE UU, y que se concreta en una exaltaci¨®n de la bandera s¨®lo parangonable con la que se suele dar por aqu¨ª. Pero tiempo habr¨¢ para volver sobre ello, porque habr¨ªa que salir antes al paso de ciertas declaraciones de Anasagasti surgidas del mismo paradigma que alienta en Ibarretxe. El portavoz parlamentario del PNV ha advertido muy enigm¨¢ticamente que ser¨ªa peligroso comparar a ETA con el terrorismo isl¨¢mico. Sus palabras resultan tanto m¨¢s enigm¨¢ticas cuanto que reconoce en ETA el fanatismo y la fuerza que genera muerte y destrucci¨®n. Cabe imaginar que Anasagasti no lo ha dicho para evitar que los marines desembarquen en Biarritz o que lluevan misiles y bombas inteligentes sobre los ayuntamientos de Oiartzun y Hernani, pongamos por caso, pero al decirlo est¨¢ diciendo que, pese a compartir los medios con los secuaces de Bin Laden et altrii, ETA se salvar¨ªa por los fines, ya que de no ser as¨ª, y por peligroso o no que fuera, tendr¨ªa que concluir que ambos son la misma cosa una vez se dejan de lado las consideraciones banales que apuntar¨ªan a que no tienen los mismos objetivos concretos. Y s¨®lo se puede salvar a ETA por los fines si se les tiene en el fondo -y por muy en el fondo que sea y con todas las matizaciones que se quiera acerca de su proceder err¨®neo- por alguien de la familia. De ah¨ª las tribulaciones, por cierto, de Arafat.
Cuando se recurre constantemente a los relatos que alimentan la sustancia llamada pueblo vasco se hace muy dif¨ªcil postular la maldad de unos vascos que tambi¨¦n est¨¢n por la sustancia vasca y aspiran, de igual manera, a darle su m¨¢s acabada forma. Pero si venciendo la dificultad se declara que ETA debe desaparecer porque corrompe lo propio al arrogarse esp¨²reamente los mismos fines y pretender alcanzarlos con unos medios condenables porque son contrarios a la vida, entonces no se entiende d¨®nde pueda estar el peligro de comparar a ETA con el terrorismo fundamentalista. Sobre todo porque muchos de quienes le dan cobertura ya lo hacen ostentando en la prensa su admiraci¨®n y casi su alegr¨ªa por el colosal hundimiento de las Torres Gemelas -como si no hubiera causado 5.800 muertos-, mostrando respeto y envidia por sus autores y condenando a los EE UU como s¨ªmbolo del Mal Absoluto. ?No estar¨¢ ah¨ª el verdadero peligro?
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