El Papa pide di¨¢logo frente a la guerra en su visita a Kazajist¨¢n
El cardenal Sodano no viaja a Asia Central
El Papa defendi¨® ayer en Astana, capital de la rep¨²blica ex sovi¨¦tica de Kazajist¨¢n, el di¨¢logo frente al recurso a las armas y la negociaci¨®n como los m¨¦todos 'm¨¢s acordes a las exigencias fundamentales de solidaridad y de paz' de los seres humanos para resolver los conflictos que enfrentan a los pa¨ªses. Juan Pablo II no hizo referencia alguna a los atentados del 11 de septiembre ni a la amenaza de guerra generalizada lanzada por Estados Unidos.
Sus palabras, al poner pie en esta tierra remota de Kazajist¨¢n, pr¨®xima al epicentro de un inminente conflicto armado, fueron de elogio a la sociedad multi¨¦tnica que se ha cimentado aqu¨ª y a la pac¨ªfica convivencia entre las distintas religiones, con una menci¨®n espec¨ªfica al islam. El Pont¨ªfice apareci¨® vacilante, incapaz de bajar por s¨ª solo las escalerillas del avi¨®n, y pronunci¨® su discurso en ruso de forma casi ag¨®nica, con continuas pausas.
En el aeropuerto de Astana, una ciudad pr¨¢cticamente nueva que surge como un extra?o espejismo en la desolaci¨®n de la estepa, un deslumbrante atardecer acogi¨® al Pont¨ªfice, que, por primera vez en 23 a?os de viajes apost¨®licos, llegaba sin la compa?¨ªa del secretario de Estado vaticano, cardenal Angelo Sodano. La decisi¨®n del n¨²mero dos vaticano de quedarse en Roma, dada la gravedad de la situaci¨®n pol¨ªtica internacional, despert¨® inquietud entre la prensa que acompa?a al Pont¨ªfice.
El Papa, de 81 a?os, lleg¨® a su destino extenuado. Encogido tom¨® asiento en el podio de honor, colocado bajo un toldillo que quer¨ªa recordar una yurta, tienda de campa?a original de los pueblos n¨®madas que poblaban esta tundra inmensa.
El presidente kazako, Nursultan Nazarb¨¢yev, antiguo miembro del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pronunci¨® un discurso en ruso en el que pas¨® revista a los logros obtenidos en los diez a?os que han transcurrido desde la independencia, tras el desmoronamiento de la URSS, en 1991, y agradeci¨® al Papa sus esfuerzos para evitar que la humanidad se deje arrastrar por la islamofobia como reacci¨®n a los atentados terroristas de Nueva York y Washington.
Wojtyla respondi¨® en ruso y elogi¨® tambi¨¦n los pasos dados por la joven rep¨²blica independiente en el camino de la paz y el desarme, citando al respecto el cierre del pol¨ªgono nuclear de Semipalatinsk, la renuncia unilateral al armamento nuclear y su adhesi¨®n al acuerdo para la prohibici¨®n de experimentos nucleares.
Kazajist¨¢n, un territorio enormemente rico en petr¨®leo y gas, ha sido martirizado por chinos y sovi¨¦ticos, que realizaron aqu¨ª numerosas pruebas nucleares que han contaminado gravemente el pa¨ªs. La independencia no impide una total sujeci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica a Mosc¨².
El Papa alab¨® en su discurso la sociedad multi¨¦tnica kazaka y record¨® al respecto que 'Kazajist¨¢n ha sido siempre tierra de encuentro y de convivencia entre tradiciones y culturas diferentes'. Un encuentro forzado si se tiene en cuenta que esta gigantesca regi¨®n fue elegida por el imperio zarista primero y por el sovi¨¦tico despu¨¦s como tierra de deportaci¨®n. Alemanes, polacos, ucranios y rusos fueron abandonados a su suerte en estas soledades de clima extremo, obligados a trabajar hasta la muerte en condiciones atroces, mientras las tribus n¨®madas oriundas (de origen turco, t¨¢rtaro y mongol) eran enviadas a las granjas agr¨ªcolas colectivizadas. En Jhezgasghan, uno de los campos de concentraci¨®n de Kazajist¨¢n, estuvo recluido el premio Nobel Alexander Solzenitzin, que relat¨® su calvario en la novela Un d¨ªa en la vida de Ivan Denisovich.
El Papa rez¨® ayer ante el gigantesco monumento que recuerda en Astana a los cientos de miles de muertos del r¨¦gimen totalitario sovi¨¦tico, que el propio Wojtyla ha contribuido a derribar. Parad¨®jicamente, sin embargo, el Pont¨ªfice le debe a Stalin la existencia en Kazajist¨¢n de una minor¨ªa cat¨®lica (apenas 180.000 personas de casi 17 millones de habitantes) y de una amplia comunidad (seis millones) de ra¨ªces ortodoxas. Porque fueron los pioneros y los deportados los que hicieron germinar aqu¨ª, en un pa¨ªs de mayor¨ªa musulmana, la semilla del cristianismo.
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