Un nuevo mapa geopol¨ªtico del mundo
El siglo XXI, cuyo comienzo, un consenso bastante universal data de la ca¨ªda del muro en noviembre de 1989, podr¨ªa estar adquiriendo hoy sus primeros caracteres geopol¨ªticos duraderos con la crisis de Afganist¨¢n.
De un lado, cabe argumentar que hay una apuesta de alcance bipolar por parte de una nebulosa que llamamos terrorismo internacional, que parece perseguir dos objetivos. 1) La globalizaci¨®n de su empe?o, en el sentido de que nadie ni nada sea invulnerable, ni siquiera la ¨²nica superpotencia del planeta. Y 2) Consolidarse como ¨²nico poder alternativo -aunque s¨®lo lo sea para la destrucci¨®n-, que restablece la imagen del Enemigo, lo que puede dar una nueva coherencia de prop¨®sito al mundo occidental. Y, de otro, la respuesta de la potencia agredida, as¨ª como de sus asociados y clientes -idealmente, la totalidad de los Estados de la comunidad internacional-, que puede tener consecuencias de orden geopol¨ªtico de la m¨¢xima trascendencia.
Mucho m¨¢s que con la desaparici¨®n de la URSS -con lo que simplemente desapareci¨® la bipolaridad-, la coalici¨®n que hoy fragua Washington apunta a un nuevo barajar de las cartas estrat¨¦gicas de caracter¨ªsticas revolucionarias. ?Es que alguna vez se hab¨ªa visto a Pakist¨¢n e India forcejeando para alinearse en el mismo bando, haciendo m¨¦ritos para estar junto a Estados Unidos en id¨¦ntica pelea? Igualmente China y Rusia, Palestina e Israel compiten para encontrar un hueco, aunque cada uno persiguiendo objetivos particulares y hasta contradictorios, en el nuevo equipo de rescate de la civilizaci¨®n occidental.
?sa es la raz¨®n mayor para que se demore el fenomenal castigo que Estados Unidos va a administrar a culpables, allegados, y es de temer que tambi¨¦n transe¨²ntes, de la atrocidad de las Torres Gemelas: la necesidad de completar la alineaci¨®n y concertar con cada uno de los participantes la naturaleza de sus derechos y deberes. Veamos cu¨¢les de estos cabe ya percibir con suficiente nitidez.
Si Rusia gana, Chechenia pierde. Para que el presidente Putin acceda a que sus clientes de Asia central, Uzbekist¨¢n y Tayikist¨¢n, se conviertan en plataforma de despegue norteamericana, con el riesgo de que esa presencia se haga duradera, ahorcajadas, como est¨¢, de la ruta entre el petr¨®leo del Golfo y el mar de Om¨¢n, ha de haber obtenido seguridades terminantes de que Chechenia nunca m¨¢s ser¨¢ un problema entre Mosc¨² y Occidente. No en vano, los l¨ªderes separatistas chechenos, por otra parte musulmanes, se han convencido s¨²bitamente de que es posible negociar.
En clave tambi¨¦n de alguna envergadura, Jap¨®n puede aprovechar la rebati?a antiterrorista para normalizarse del todo y llamar a su Ej¨¦rcito, Ej¨¦rcito, y qui¨¦n sabe si un d¨ªa nuclearizarse, como todo el que tiene con qu¨¦ hacerlo.
Pakist¨¢n, si no salta por los aires por empat¨ªa con lo que suceda en su vecino y ex pupilo Afganist¨¢n, opta a una nueva legitimidad internacional que sus pruebas at¨®micas y su r¨¦gimen militar no le pod¨ªan consentir; y la India aspira, al menos, a que su versi¨®n de a qui¨¦n pertenece Cachemira sea mejor vista en medios de Occidente.
China, ya integrada en el comercio mundial -OMC-, no ver¨¢ motivos tampoco para sentirse cohibida por el trato que dispense a sus disidentes, y, en todo caso, habr¨¢ propinado a Taiwan m¨¢s que un pescoz¨®n diplom¨¢tico para contarrrestar la tentativa de su pariente insular por llegar a ser independiente sin tener que proclamarlo.
Pero queda siempre, al final, el conflicto m¨¢s aut¨®nomo de todas las geopol¨ªticas posibles del planeta: el de Oriente Pr¨®ximo, donde la contradicci¨®n de los aspirantes a guerreros de Occidente parece insoluble. Si Ariel Sharon reclama su puesto en la batalla es, principalmente, para tener de enemigo a Yaser Arafat, y si ¨¦ste quiere entrar en el once inicial del antiterrorismo es para que Washington se tome en serio los derechos palestinos frente al Estado sionista.
Para quienes echaban en falta una nueva geopol¨ªtica, tras el fin de la bipolaridad y su tranquilizadora geometr¨ªa a dos, ¨¦ste puede ser el esbozo de unas futuras l¨ªneas de fuerza planetarias. El mundo se mueve hoy, agitado, en busca de un nuevo mapa geopol¨ªtico de s¨ª mismo.
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