El antiamericanismo y el americanismo espa?ol
Espa?a es un pa¨ªs profundamente antiamericano. Dicen que en ninguna parte de Europa las expresiones de solidaridad con las v¨ªctimas de los atentados de Washington y Nueva York han sido tan escasas. En algunos momentos, la prensa ha traslucido m¨¢s preocupaci¨®n por la hipot¨¦tica respuesta de Estados Unidos que por los atentados, cosa que se corresponde con cierto estado de la opini¨®n p¨²blica. ?Por qu¨¦ este antiamericanismo? Desde la derecha se atribuye a una presunta hegemon¨ªa ideol¨®gica de la izquierda que, a fecha de hoy, es dif¨ªcil de apreciar a la vista del amplio consenso que tanto en los medios de comunicaci¨®n como en la clase pol¨ªtica encuentra el capitalismo liberal. Pero la paranoia de la derecha no decrece ni con mayor¨ªa absoluta, y Aznar y sus ministros tienen una verdadera obsesi¨®n con 'el progresismo trasnochado', que es la etiqueta preferida del presidente para descalificar a todo el que le critica.
El franquismo, a pesar de deber a EE UU en buena parte su supervivencia, era antiamericano porque representaba el apogeo del p¨¦rfido liberalismo
Lo que s¨ª resulta trasnochado a estas alturas es utilizar todav¨ªa como arma dial¨¦ctica la palabra progresismo, que ya no identifica nada ni a nadie. A lo sumo, es un latiguillo de estilo de esos que permanecen en los discursos pol¨ªticos cuando ya est¨¢n completamente obsoletos y un recuerdo para melanc¨®licos de tiempos que, felices o infelices, ya no volver¨¢n. Su mayor virtualidad en estos momentos es que sirve para alimentar las fantas¨ªas de Aznar y de los suyos, obcecados en luchar contra un gigante que s¨®lo existe en sus pesadillas. Sin embargo, tal obsesi¨®n da para pensar que algo deb¨ªan de tener los valores de lo que un d¨ªa se llam¨® progresismo que provocan todav¨ªa tanto resentimiento en la derecha. El progresismo es una marca del pasado, pero algunas de sus razones, a juzgar por la irritaci¨®n que provocan, son perfectamente vigentes.
Complicidad con la dictadura
No parece, en cualquier caso, suficiente el poder ideol¨®gico de lo progresista para explicar el antiamericanismo popular. Algunos se remontan a la guerra de Cuba, como una humillaci¨®n que marcar¨ªa la sentimentalidad nacional. Pero no en toda Espa?a se vivi¨® de la misma manera, y, sin embargo, el antiamericanismo est¨¢ muy uniformemente extendido. En 1945, los estadounidenses se detuvieron en los Pirineos y nos condenaron a treinta a?os de dictadura. Una dictadura a la que apuntalaron sin escr¨²pulos desde principios de los cincuenta. Esta complicidad, por omisi¨®n primero, por acci¨®n despu¨¦s, es dif¨ªcil de perdonar. Curiosamente, el franquismo, a pesar de deber a Estados Unidos en buena parte su pervivencia, era ideol¨®gicamente antiamericano. Estados Unidos representaba el apogeo del p¨¦rfido liberalismo y del materialismo desenfrenado. Si a ello a?adimos la tradicional amistad hispano-¨¢rabe (t¨®pico recurrente del franquismo), la maldad de Estados Unidos era todav¨ªa mayor como terreno abonado a la conspiraci¨®n judeomas¨®nica. Todo suma en la formaci¨®n de la sopa antiamericana.
La guerra de Vietnam fue el momento ¨¢lgido del antiamericanismo de izquierdas, que tuvo su remate con el golpe de Estado contra Allende en Chile. Eran tiempos en los que el imperialismo norteamericano colocaba dictadores en todos los rincones del ancho territorio que quedaba bajo su control en el reparto de la guerra fr¨ªa. Probablemente en este periodo se forj¨® el resistente caparaz¨®n del antiamericanismo de izquierdas, que tendr¨¢ su m¨¢xima expresi¨®n en agitaci¨®n pol¨ªtica en el refer¨¦ndum de la OTAN y en la guerra del Golfo.
Sin embargo, la novedad de estos ¨²ltimos quince d¨ªas me parece que es mucho m¨¢s el americanismo rampante de la derecha que la pervivencia del viejo antiamericanismo nacional. El n¨²cleo fuerte del neoamericanismo ideol¨®gico hay que situarlo en dos grupos de ex: los ex franquistas reciclados a neodem¨®cratas y los ex izquierdistas reciclados a neoderechistas. Unos y otros parecen haber encontrado en el americanismo sin fisuras una especie de identidad legitimadora. Ambos tienen distinguidos cabezas de filas en el Consejo de Ministros: Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Josep Piqu¨¦. Ambos han suscrito con entusiasmo el principio de Bush seg¨²n el cual 'quien no est¨¢ con nosotros est¨¢ contra nosotros'.
Naturalmente, antiamericanismo y americanismo se retroalimentan. La suma tiene como resultado que el debate de ideas es estrictamente reactivo. Y que cualquier intento de pensar m¨¢s all¨¢ de estos dos polos es objeto de descalificaci¨®n sumaria. Una posici¨®n cr¨ªtica sobre cualquier decisi¨®n o acci¨®n de EE UU coloca inmediatamente -seg¨²n la ortodoxia gobernante- del lado del antiamericanismo; cualquier juicio de valor favorable a una decisi¨®n o acci¨®n de los norteamericanos coloca a quien la hace del lado del americanismo. La cr¨ªtica ha sido un elemento decisivo para que Europa pudiera progresar por la senda de la democracia y del bienestar. Ser¨ªa lamentable, despu¨¦s de los recientes atentados, que una vez m¨¢s la din¨¢mica americanismo-antiamericanismo se tradujera en una sustituci¨®n del debate abierto por la sopa boba de las adhesiones inquebrantables. Porque ni es racional la adhesi¨®n ciega a las decisiones que los estadounidenses tomen como respuesta a los atentados, ni es racional que desde el mismo d¨ªa 11 muchas personas expresaran mayor ansiedad y temor por la respuesta del Gobierno de EE UU que por los atentados de los que los norteamericanos acababan de ser v¨ªctimas.
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