El regreso de la pol¨ªtica
El 11 de septiembre, los terroristas supieron hacer un uso depravado y diab¨®lico de la globalizaci¨®n. Ellos ten¨ªan (y siguen teniendo) una estrategia para aprovechar las oportunidades de la globalizaci¨®n. Los Gobiernos democr¨¢ticos, no. Pero, tras la crisis, ?hacia d¨®nde se han vuelto todas las miradas? Hacia los Gobiernos; la pol¨ªtica, incluida la municipal, con el alcalde Giuliani de Nueva York en un papel inusitado. No hacia Bill Gates ni hacia ninguna empresa multinacional. Demasiado tiempo se ha dejado a la globalizaci¨®n fuera del control de la pol¨ªtica. Y este vac¨ªo lo han aprovechado no s¨®lo los mercados, sino el crimen organizado, ese cuarto sector de la econom¨ªa global, como lo llam¨® Jeremy Rifkin en el coloquio sobre Cultura e identidades en sociedades globales, organizado en Cadenabbia (Italia) por la Agencia Federal para la Educaci¨®n C¨ªvica alemana. Es hora de poner fin a ese descontrol que ha permitido el desarrollo de redes de terrorismo (y alentado su acci¨®n). En primer lugar, los ciudadanos les piden a sus Gobiernos m¨¢s seguridad. Probablemente veremos una reducci¨®n en el ¨¦nfasis en la seguridad privada para volver a la p¨²blica; a un mayor control de las redes globales financieras e incluso de Internet, etc¨¦tera. Pero mayor seguridad no es seguro que puedan asegurarla.
Incluso en EE UU los que se opon¨ªan a m¨¢s Estado, ahora piden m¨¢s pol¨ªtica, m¨¢s gasto p¨²blico. Con las Torres Gemelas, el terrorismo, probablemente sin quererlo, ha acabado con el neoliberalismo. Y con el mito, o la ilusi¨®n para muchos de sus ciudadanos, de que EE UU pod¨ªa vivir solo, aislado, aunque con una marca imperial sobre el resto del mundo. Frente a la original Declaraci¨®n de Independencia de EE UU, que ha mantenido su vigencia durante m¨¢s de 200 a?os, el soci¨®logo Benjamin Barber, autor de Yihad contra mundo, libro de plena actualidad, pide ahora, como un nuevo contrato social global, una 'declaraci¨®n de interdependencia'. En parte es lo que est¨¢ reconociendo EE UU. Los republicanos, que no quer¨ªan saber nada de la ONU, han liberado el pago de la deuda a la organizaci¨®n, que aprob¨® el pasado viernes, por unanimidad, una resoluci¨®n sobre la lucha contra el terrorismo internacional. Ha quedado de relieve la necesidad de avanzar hacia una gobernanza pol¨ªtica y civil global, nada f¨¢cil de crear, que requiere impulsar un derecho global p¨²blico. Pero, como escribi¨® Max Weber, hay que intentar lo imposible para lograr lo posible.
Estados Unidos, lanzado a¨²n en su Operaci¨®n Libertad Duradera (que, mala traducci¨®n, quiere reflejar el hecho de que la libertad debe y puede resistir a ataques terroristas sin perder su esencia), no est¨¢ a¨²n plenamente en el multilateralismo. Pues no ha decidido a¨²n si ser democracia o imperio, y si su alianza es contra el terrorismo, nuevo enemigo declarado, o a favor del poder¨ªo de EE UU en el mundo. En cada crisis internacional que ha habido en los ¨²ltimos 120 a?os, EE UU ha ido ganando poder. Quiere apoyo pol¨ªtico y de inteligencia de una gran coalici¨®n internacional, ante todo contra el terrorismo que le afecta, que es tambi¨¦n el de sus fundamentalistas cristianos internos, como el que puso la bomba de Oklahoma. Busca fuera, pero ha convivido con la amenaza durante a?os dentro, y la solitaria a¨²n puede seguir as¨ª. En todo caso, ha empezado a actuar casi solo, y muchos aliados tambi¨¦n lo prefieren as¨ª. Quiz¨¢s EE UU no percibe que muchos de sus actos provocan reacciones adversas. Por no hablar siempre del apoyo a Israel, se puede abordar la violencia cultural que deriv¨® de la guerra del Golfo de 1991, con la subsiguiente presencia permanente de fuerzas de EE UU en Arabia Saud¨ª, tierra sagrada para los musulmanes. No es sino una forma de asegurarse el control del petr¨®leo, sobre el que vive nuestro modelo de sociedad. Puede que tenga raz¨®n Rifkin al considerar que, si los autom¨®viles y otras industrias dejaran de usar derivados del petr¨®leo, en gran parte, las crisis de Oriente Pr¨®ximo y de Asia Central podr¨ªan desvanecerse o pasar a ser puramente regionales. El control del petr¨®leo tambi¨¦n ha alimentado el odio.
Pese a sus posteriores matizaciones, la consideraci¨®n por Berlusconi de que Occidente era muy superior al islam le ha hecho mucho da?o a los esfuerzos europeos para atraer a una parte del mundo isl¨¢mico y alimenta ese odio. Pero tampoco hay que llamarse a enga?o: Berlusconi, como responsable pol¨ªtico, no deb¨ªa haber hecho tal afirmaci¨®n; pero ha reflejado lo que mucha gente siente o incluso piensa, volviendo la yihad contra ellos, los musulmanes. En sentido contrario, tambi¨¦n muchos musulmanes -hay 11 millones de ellos en la UE y siete millones en EE UU- se sienten, como ha afirmado el canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, la primera v¨ªctima o las siguientes a los muertos y heridos de los atentados de Nueva York y Washington. Probablemente, como se dijo en Cadenabbia, estemos como ese se?or K. de Brecht al que le preguntan: '?En qu¨¦ est¨¢ trabajando ahora?'. Y contesta: 'En mi pr¨®ximo error'.
aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.