La CIA entren¨® a 60 comandos en Pakist¨¢n para asesinar a Bin Laden en Afganist¨¢n
El golpe de Estado de Musharraf trunc¨® el plan de Clinton tras los ataques a las embajadas
EE UU entren¨® y equip¨® a varios comandos con soldados y agentes de Pakist¨¢n para introducirlos en Afganist¨¢n y asesinar a Bin Laden. La mala suerte o, de nuevo, la falta de datos fiables de los servicios de inteligencia en la zona acabaron con el plan: el golpe de Estado de Pervez Musharraf, ahora presidente de Pakist¨¢n, dio al traste con la operaci¨®n. Las informaciones que ahora se conocen desvelan una guerra sucia y algo chapucera para cazar el enemigo n¨²mero uno de EE UU. La investigaci¨®n de Bob Woodward en TheWashington Post permite reconstruir los experimentos de Clinton para acabar con Bin Laden.
La acumulaci¨®n de errores y desprop¨®sitos proporciona a George W. Bush un esquema perfecto de lo que no debe hacerse en la guerra contra el terrorismo. Justo despu¨¦s de los atentados contra las embajadas de EE UU en ?frica, Bill Clinton orden¨® el lanzamiento de misiles Tomahawk (66 en total, aunque uno cay¨® en Pakist¨¢n) contra supuestos campos de entrenamiento en Afganist¨¢n.
Clinton confiaba en que fueran fiables las informaciones que situaban a Bin Laden en alguno de los barracones del campamento bombardeado. Se equip¨® a los misiles con cargas de metralla para tratar de causar el mayor n¨²mero de v¨ªctimas. No se sabe con certeza cu¨¢ntas personas murieron en aquel ataque (en torno a 30, se dice), pero inmediatamente se supo que Bin Laden no estaba entre ellas. Hab¨ªa abandonado el campamento horas antes del ataque, posiblemente gracias a la informaci¨®n de la gente que tiene infiltrada en los servicios de inteligencia de Pakist¨¢n.
Consciente de que resultaba imposible y casi rid¨ªculo tratar de matar a Bin Laden con un misil lanzado desde un destructor a cientos de kil¨®metros de distancia, Clinton permiti¨® que la CIA se encargara del trabajo sucio. El Gobierno de EE UU logr¨® un acuerdo secreto con el entonces primer ministro de Pakist¨¢n, Nawaz Sharif: 60 comandos de los servicios de inteligencia de ese pa¨ªs ser¨ªan entrenados por la CIA para introducirse en Afganist¨¢n, localizar el cuartel de Bin Laden y capturar o asesinar al terrorista. A cambio, Pakist¨¢n lograr¨ªa el levantamiento de las sanciones, lo que Islamabad acaba de conseguir por el apoyo a la campa?a de Bush.
Un a?o despu¨¦s, los comandos estaban listos y equipados para cumplir con el encargo de la CIA. Por desdicha o por incapacidad, la CIA no supo advertir que un general paquistan¨ª estaba a punto de dar un golpe de Estado en el pa¨ªs. Ante la mirada at¨®nita de los agentes de la CIA y del Gobierno de EE UU, el general Musharraf se hizo con el poder e inmediatamente se neg¨® a colaborar en la operaci¨®n que Clinton ten¨ªa cerrada con el primer ministro que acababa de ser derrocado.
De este episodio, casi c¨®mico en su desarrollo, el Gobierno de Bush ha obtenido ense?anzas sumamente valiosas. Ahora sabe que el apoyo de Pakist¨¢n puede no ser del todo ¨²til porque la milicia talib¨¢n y el propio Bin Laden han logrado penetrar en los servicios de inteligencia de ese pa¨ªs vecino. Y que un ataque selectivo con misiles sirve de poco si no hay informaci¨®n fiable sobre los movimientos exactos de la c¨²pula terroristas por el territorio afgano. Saben asimismo que Clinton no orden¨® un ataque masivo porque, despu¨¦s de analizarlo al m¨¢ximo, se comprob¨® que dejar¨ªa miles de v¨ªctimas entre la poblaci¨®n afgana y bajas en su propio Ej¨¦rcito.
Otra opci¨®n militar de las barajadas, desplegar comandos en helic¨®pteros, era poco operativa porque hab¨ªa que recargar los helic¨®pteros en vuelo a mitad de camino. Y Clinton recordaba perfectamente el fracaso de una operaci¨®n similar de Jimmy Carter durante la crisis de los rehenes en Ir¨¢n en 1980. Desde entonces, Clinton dej¨® tropas de operaciones especiales en la zona listas para recibir ¨®rdenes. Nunca las recibieron. Un miembro del Gobierno anterior reconoc¨ªa en The Washington Post que ¨¦se fue el error del Ejecutivo: 'no haber empezado entonces la campa?a de ahora'.
El mismo peri¨®dico revela tambi¨¦n que en 1996, el Gobierno de Sud¨¢n se ofreci¨® a detener y entregar a Bin Laden a Arabia Saud¨ª, de donde hab¨ªa sido expulsado en 1991. Sin embargo, Bill Clinton no logr¨® convencer a Riad para que aceptasen a Bin Laden. El Gobierno de EE UU esperaba que Arabia Saud¨ª le hiciera un juicio r¨¢pido y le decapitara de inmediato, pero Riad se neg¨® a entrar en ese plan por miedo a las represalias de los seguidores del terrorista. Incapaces tambi¨¦n de pedir la extradici¨®n a EE UU por falta de pruebas materiales sobre su implicaci¨®n en atentados, los consejeros de seguridad de Clinton se vieron obligados a dejar marchar a Bin Laden de Sud¨¢n y a permitirle buscar su escondite actual en Afganist¨¢n. Alguien sugiri¨® la posibilidad de derribar el avi¨®n en el que sali¨® hacia Afganist¨¢n, pero Clinton nunca habr¨ªa firmado esa orden sin pruebas de la vinculaci¨®n del terrorista con alg¨²n atentado con v¨ªctimas de EE UU.
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