Por tierra, mar y aire
Como el lobo del cuento, durante la legislatura comprendida entre 1996 y 2000 el Partido Popular, su Gobierno y su presidente atiplaron la voz y se enharinaron la pata con objeto de parecer mansos corderillos. Por una parte, hac¨ªan de la necesidad virtud; es decir, convert¨ªan su dependencia aritm¨¦tica respecto de Converg¨¨ncia i Uni¨® en presunta convicci¨®n centrista; por otra, disipaban los recelos de una porci¨®n del cuerpo electoral ante el retorno al poder de la derecha, esos recelos o temores que el PSOE hab¨ªa plasmado habil¨ªsimamente en la met¨¢fora del d¨®berman.
Sin duda, tales recursos cosm¨¦ticos contribuyeron no poco a la conquista, en marzo de 2000, de la mayor¨ªa absoluta: el d¨®berman se hab¨ªa convertido en un perrito faldero. Sin embargo, esa supuesta metamorfosis canina no ha resistido mucho tiempo a los embriagadores efectos del rodillo parlamentario ni a la tentaci¨®n de un Aznar en retirada de pasar a la historia como el refactor de la vertebraci¨®n de Espa?a tras los excesos centr¨ªfugos de la transici¨®n y las debilidades o servidumbres de la izquierda. Ahora, justo cuando enfila el cruce del ecuador de su segundo y ¨²ltimo mandato, el presidente del Gobierno parece haber ordenado una ofensiva general, por tierra, mar y aire, cuyo horizonte final ser¨ªa reducir de facto el actual sistema de autonom¨ªas pol¨ªticas a la mera descentralizaci¨®n administrativa, transformar las comunidades aut¨®nomas en una especie de grandes diputaciones provinciales, adornadas -eso s¨ª- con toda la pompa precisa para que la ciudadan¨ªa poco informada no se mosquee demasiado.
Lo peor de este vendaval antiautonomista es que ha sorprendido al nacionalismo catal¨¢n gobernante en pa?os menores: inerme en Madrid, cautivo en Barcelona
Las puntas visibles de esta ofensiva en toda la l¨ªnea son tan abundantes como notorias. Comencemos por la Ley Org¨¢nica de Universidades (LOU), que pisotea la autonom¨ªa universitaria, recentraliza el proceso de selecci¨®n y promoci¨®n del profesorado y menosprecia tanto el car¨¢cter pluricultural y pluriling¨¹e del Estado como el papel competencial de las comunidades aut¨®nomas -y ello a pesar de los afanes del consejero Mas-Colell por ponerle vaselina al asunto- y los denodados esfuerzos negociadores del grupo de CiU en el Congreso. Son bien significativos, en este ¨¢mbito, los dur¨ªsimos juicios contra la LOU que ha expresado Manu Montero, rector de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, a quien nadie podr¨ªa tildar de nacionalista.
Tenemos tambi¨¦n, a¨²n no desestimado a pesar de las resistencias con que topa, el proyecto de Ley de Cooperaci¨®n Auton¨®mica, pero sobre todo la Ley de Estabilidad Presupuestaria que, con el loable pretexto del d¨¦ficit cero, bloquea la independencia financiera de los ayuntamientos y de las autonom¨ªas, y somete su capacidad para fijar las propias cuentas a la humillante tutela central de la Comisi¨®n de Pol¨ªtica Fiscal y Financiera. Si a esta grav¨ªsima imposici¨®n legislativa le a?adimos el voto parlamentario, el pasado d¨ªa 25, de una proposici¨®n no de ley del Grupo Popular que rechaza y descalifica la creaci¨®n de nuevos tributos por parte de las comunidades aut¨®nomas, no es muy aventurado inferir que los estrategas del PP han dise?ado una nueva f¨®rmula: en lugar de arduas pugnas de competencias con cada autonom¨ªa sobre la base de argumentos patri¨®ticos, es mucho mejor controlarles la intendencia con coartadas t¨¦cnicas; sin nuevos recursos financieros ni posibilidad de endeudarse, ?qui¨¦n va a ser el guapo que reclame traspasos pendientes o nuevas competencias?
Acabamos de asistir igualmente, esta misma semana, a la renovaci¨®n de los 36 altos cargos institucionales, una jugada en la que el PP -con la complicidad del PSOE- ha arrojado al nacionalismo vasco a las tinieblas exteriores y ha excluido al nacionalismo catal¨¢n del Tribunal Constitucional, procurando poner a este important¨ªsimo ¨®rgano del Estado en sinton¨ªa con el 'cierre auton¨®mico' que Rafael Rib¨® denunciaba el otro d¨ªa en el Parlamento. En fin, no debemos olvidar el rifirrafe alrededor del acuerdo extreme?o-andaluz en materia de televisi¨®n auton¨®mica porque, m¨¢s all¨¢ de los pretextos invocados por el PP o de las fobias partidarias que transmite, el episodio traduce el deseo del Partido Popular de convertir ese Senado donde ostenta mayor¨ªa apabullante no en c¨¢mara de representaci¨®n territorial, sino en c¨¢mara de tutela y vigilancia sobre un Estado auton¨®mico en el que la derecha aznarista no ha cre¨ªdo nunca.
Pero, por amenazadora que resulte su fuerza, lo peor de este vendaval antiautonomista es que ha sorprendido al nacionalismo catal¨¢n gobernante en pa?os menores: inerme en Madrid frente a la arrogancia chulesca de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, cautivo en Barcelona de los 12 esca?os del PP y, adem¨¢s, aturdido por las perplejidades internas del relevo generacional en curso. As¨ª lo ha reflejado, a mi juicio, el debate de pol¨ªtica general que concluy¨® ayer en el Parlament de Catalunya: ese tono dolorido, timorato, conciliador pese a los desplantes del Gobierno, con que el presidente Pujol abri¨® la sesi¨®n del martes, su respuesta esquiva -cort¨¦s, pero esquiva- a la oferta de pacto de estabilidad formulada por Carod Rovira el mi¨¦rcoles... Tal vez, pensando s¨®lo en c¨®mo prefiere pasar a la historia, Pujol hubiese aceptado ya la propuesta del l¨ªder republicano; en la perspectiva sucesoria de CiU, por el contrario, puede haber temido perjudicar las posibilidades de Artur Mas en beneficio exclusivo de Esquerra, de Maragall y hasta del PP.
De cualquier modo, si Jordi Pujol cree o nos quiere hacer creer que, en estos tiempos tan poco propicios para el autogobierno, perseverar en el di¨¢logo, en el pragmatismo, en la b¨²squeda del compromiso -ser, en una palabra, la ant¨ªtesis de Arzalluz e Ibarretxe- ser¨¢ apreciado y le ser¨¢ agradecido por la encabritada derecha espa?ola, sostengo que se enga?a o que nos enga?a.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UAB.
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