La dulce sonrisa de la calavera
M¨¦xico desaf¨ªa el 1 de noviembre el terror a la muerte
El D¨ªa de los Muertos del c¨®nsul brit¨¢nico Geoffrey Firmin en Bajo el volc¨¢n -novela del ingl¨¦s Malcolm Lowry que elev¨® esta festividad popular mexicana a la categor¨ªa de tragedia existencial e infierno mezcalero- transcurre en Cuernavaca, en las afueras del cada vez m¨¢s expansivo e inconmensurable Distrito Federal. Pero en M¨¦xico el D¨ªa de los Muertos transcurre en todas partes, arrancando el 31 de octubre (cuando regresan del m¨¢s all¨¢ las almas de los ni?os), continu¨¢ndose el 1 de noviembre (cuando es el turno de los esp¨ªritus adultos) y concluyendo en la madrugada del 2 de noviembre, cuando los muertos se despiden de los vivos hasta el a?o siguiente en que, seguro, algunos otros -de este lado y de aquel- se habr¨¢n sumado al jolgorio.
Esta fiesta es quiz¨¢ la mejor manera para cualquier extranjero (esa persona a la que desde su m¨¢s tierna y temblorosa infancia le ense?aron que la muerte es algo malo y temible) de aproximarse a la particular cultura f¨²nebre de los mexicanos, donde ese esqueleto con guada?a se convierte en charro huesudo y ocasi¨®n para el festejo, la carcajada, el placer de estar vivos y el cada vez m¨¢s cercano e inevitable privilegio de ya no estarlo.
'Pero ?de d¨®nde proviene esta actitud que oscila entre lo ritual y la irreverencia, que va del temor al desaf¨ªo, del respeto al relajo? ?Por qu¨¦ el pueblo mexicano ha vuelto a la muerte juguete, dulce, arte, verso? ?C¨®mo domestic¨® el mexicano a la muerte y la pudo meter en su casa sin horror, ornament¨¢ndola con cuadros de calacas, artesan¨ªas y adornos? ?De d¨®nde sac¨® el mexicano que pod¨ªa regalar a sus seres queridos calaveras de az¨²car con su nombre y por qu¨¦ llenamos los peri¨®dicos con dibujos de calacas burlonas para referirnos a la muerte de alguien que est¨¢ vivo a¨²n?', se pregunta el especialista H¨¦ctor L. Zarauz L¨®pez en su libro La fiesta de la muerte.
La respuesta -todav¨ªa m¨¢s compleja que la pregunta- est¨¢ enredada en la noche ritual de los tiempos precolombinos apare¨¢ndose con el hurac¨¢n evangelizador de los espa?oles que sintetiza, sincretiza y aprovecha las antiguas creencias al modelo cat¨®lico y conquistador. As¨ª, las celebraciones dedicadas a los muertos por los mexicanos de entonces conocidas como Hueymicca¨ªlhuitl fueron empalmadas con las del D¨ªa de Todos los Santos made in Spain y todos contentos, porque a la hora de la muerte todos somos iguales por m¨¢s que lo festejemos diferente.
Si los esquimales tienen veinte maneras diferentes de decir nieve, entonces los mexicanos tienen varias decenas m¨¢s a la hora de nombrar a la muerte. Todas ellas se hacen evidentes en la ciudad de P¨¢tzcuaro, tal vez la mejor y m¨¢s estrat¨¦gica posici¨®n en el mapa a la hora de apreciar las caracter¨ªsticas del asunto. Llegar entonces a P¨¢tzcuaro luego de haber presenciado alguna sesi¨®n de lucha de enmascarados mexicanos, o visitado las momias en la cercana Guanajuato, o haberse comprado un libro con grabados f¨²nebres y desopilantes de Jos¨¦ Guadalupe Posada -otros ritos mort¨ªferos e inici¨¢ticos- y quedarse en esta ciudad donde el tiempo parece haberse detenido a recuperar el aliento o perderlo, qui¨¦n sabe. P¨¢tzcuaro -que significa 'lugar que se ti?e de negro'- es uno de los centros m¨¢s importantes de la cultura de los tarascos, quienes consideraban a la ciudad y al cercano lago en cuyo centro se encuentra la isla de Janitzio como salida de nuestras existencias y entrada al mundo de los muertos. Aqu¨ª -ciudad de todav¨ªa considerable poblaci¨®n ind¨ªgena- ya desde el 28 de octubre la plaza central se cubre de puestos con artesan¨ªas mortuorias y llegan los camiones cargados hasta el tope con la flor amarilla del cempas¨²chil o flor de muertos para confeccionar los altares y adornar las tumbas y funcionar como perfumados puntos de orientaci¨®n para el mejor aterrizaje de los difuntos.
Casa de los Once Patios
Cerca de la plaza de Vasco de Quiroga -de estilo colonial perfectamente conservado- hay sitios que vale la pena conocer y entre los que se cuentan la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora de la Salud, el templo y colegio de la Compa?¨ªa de Jes¨²s y la Casa de los Once Patios. Pero lo mejor, lo verdadero, lo m¨¢s interesante, est¨¢ en las calles, en las fiestas son¨¢mbulas, en el lago (que los pescadores cruzan con sus redes extendidas e iluminadas como alas de mariposas hasta atracar en la isla de Janitzio) y en los cementerios de los alrededores, donde los ni?os corren entre hombres y mujeres repitiendo una y otra vez un '?Me da mi calaverita?', que no demora en traducirse y comprenderse como un pedido de monedas para comprarse calaveras de az¨²car y masticarlas con ganas.
El m¨¢s representativo y espectacular de los cementerios a la hora del festejo es el de Tzintzuntzan, adonde los autos particulares, los ¨®mnibus de turistas europeos y los m¨®viles de exteriores de los noticieros llegan a paso de hombre por carreteras congestionadas para fotografiar y transmitir -a veces con un incr¨¦dulo entusiasmo que bordea la falta de respeto- lo que all¨ª ocurre.
Los lugare?os -los que estaban all¨ª desde el principio de los tiempos y all¨ª seguir¨¢n estando- descienden por los flancos de un viejo templo en ruinas con velas encendidas y la mirada resignada de quienes saben que, despu¨¦s de todo, estos gringos que le temen a la muerte dejan buen dinero todos los a?os.
As¨ª que ah¨ª se quedan comiendo y cantando y bebiendo junto a las tumbas de sus seres queridos soportando con entereza los flashes y las preguntas sabiendo que a la hora de la verdad todos somos iguales. Con una atendible diferencia: para ellos, la muerte no es m¨¢s que otra parte de la vida. 'Antes muerto que cad¨¢ver', sintetiza un refr¨¢n mexicano esta paradoja post mortem. Y tal vez tengan raz¨®n. ?Por qu¨¦ no re¨ªrse de la descarnada o la pelleja o la chingada o la calva o la jedionda o la flaca o la raya o la segadora o la igualadora y sonre¨ªr con ella, mostrar los dientes hasta el amanecer?
Despu¨¦s de todo, si se lo piensa un poco, no hay mejor y m¨¢s aut¨¦ntica y duradera sonrisa que la sonrisa de una calavera.
GU?A PR?CTICA
Prefijo telef¨®nico: 0052 4. Moneda: peso mexicano (unas 20 pesetas).
- P¨¢tzcuaro est¨¢ a 326 km. de Ciudad de M¨¦xico y a 357 de Guadalajara. - Lufthansa (902 22 01 01) vuela a M¨¦xico desde Madrid y Barcelona por 71.900 pesetas m¨¢s tasas. - Air France (901 11 22 66) vuela desde Madrid y Barcelona, por 82.176. - Iberia (902 400 500), desde Madrid y Barcelona, por 97.179 m¨¢s tasas. - Aerom¨¦xico (915 48 98 10) desde Madrid y Barcelona, 131.445 m¨¢s tasas.
- Hotel Fiesta Plaza (342 25 15). Plaza de Gertrudis Bocanegra, 24. P¨¢tzcuaro. Habitaci¨®n doble: 13.000 pesetas. - Hostal del Valle (342 05 12). Lloreda, 27. P¨¢tzcuaro. 8.000 pesetas. - Hotel Posada de Don Vasco (342 06 94). Avenida de L¨¢zaro C¨¢rdenas, 450. P¨¢tzcuaro. Desde 11.400 pesetas. - Hoster¨ªa de San Felipe (342 12 98). L¨¢zaro C¨¢rdenas, 321. P¨¢tzcuaro. 13.900 pesetas.
- Oficina de Turismo de M¨¦xico en Espa?a (902 16 08 17). - Delegaci¨®n Regional de Turismo en Michoac¨¢n (342 12 14) Buenavista, 7. - www.mexico-travel.com - www.netmedia.com.mx/ turismo.michoacan.
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