Reclutamiento forzoso de los j¨®venes en Kabul
Los talib¨¢n est¨¢n reclutando a la fuerza a afganos de la etnia hazara para la guerra santa contra Estados Unidos
'?Por el amor de Dios, dejadnos un hombre para que nos lleve a Pakist¨¢n!'. Las s¨²plicas de Humera hicieron mella en la patrulla talib¨¢n. Al final, permitieron que su marido se quedara con ella, su hermana y los hijos de ambas. Su cu?ado no tuvo suerte. Fue reclutado. Humera, 25 a?os y 6 criaturas, describe una imagen desoladora del pa¨ªs que ha dejado detr¨¢s. Los relatos de alistamientos forzosos y de malos tratos son muy recurrentes entre los afganos de etnia hazara reci¨¦n llegados a Pakist¨¢n.
'Capturan a los j¨®venes para la yihad', cuenta Humera en Ali Abab, una barriada de Quetta (Pakist¨¢n) m¨¢s conocida como Hazara Town (Ciudad de los Hazaras). All¨ª han encontrado refugio 2.000 escapados del grupo ¨¦tnico hazara, que constituye el 18% de la poblaci¨®n afgana. Los hazaras son shi¨ªes, lo que les convierte en herejes a ojos de los rigoristas sun¨ªes talib¨¢n (pastunes, 38% de la poblaci¨®n).
'Miles de personas quer¨ªan pasar la frontera y los talib¨¢n les empujaban hacia atr¨¢s'
Humera admite que Kabul, la capital afgana, estaba tranquila el d¨ªa que se fueron, a mediados de septiembre. 'Nos marchamos porque estaban deteniendo a mucha gente', recuerda. La huida no les libr¨® de perder a su cu?ado, Mohamed Salem, cuando de camino a Kandahar les par¨® una patrulla. En esa ciudad del sur de Afganist¨¢n s¨ª que notaron el ambiente preb¨¦lico.
'Hab¨ªa talib¨¢n por todas partes. Las tiendas estaban cerradas y no pod¨ªamos comprar pan. Era una situaci¨®n terrible. Todo el mundo escapaba para venir aqu¨ª', prosigue despu¨¦s de explicar que vinieron hasta Quetta porque hab¨ªan o¨ªdo que la ONU les asistir¨ªa. Pero tuvieron que pasar una semana al otro lado de la frontera antes de poderla cruzar ilegalmente. 'Queremos que los talib¨¢n se vayan de Afganist¨¢n y ser un pa¨ªs en paz', explica a trav¨¦s del peque?o hueco del chador que deja ver su cara.
'Los talib¨¢n nos pidieron que les di¨¦ramos a nuestros hombres para luchar contra los norteamericanos', relata Hawa Begun, una mujer de 35 a?os, tambi¨¦n hazara y procedente de Ghazni, al suroeste de Kabul. 'Nadie se presentaba voluntario y empezaron a quemar las casas', prosigue entre lloros. Su marido, Abdul Karim, y su hijo mayor, Abdul Ali, fueron obligados a subir a un pick-up y no ha vuelto a saber de ellos.
Era s¨¢bado, 15 de septiembre y ese mismo d¨ªa Hawa huy¨® con el resto de sus hijos. Cinco d¨ªas m¨¢s tarde llegaron a Pakist¨¢n. En el camino vieron muchos veh¨ªculos transportando tropas hacia la frontera. 'Tem¨ªamos que tambi¨¦n reclutaran a mi cu?ado y entonces no hubi¨¦ramos tenido quien nos protegiera', asegura.
No todos han vivido experiencias tan traum¨¢ticas, pero los relatos de m¨¢s gente huyendo de las ciudades y de concentraciones de tropas en la frontera son consistentes. 'Encontramos peque?os grupos de gente que se dirig¨ªan hacia la frontera', cuenta Noor Mohamed en Jungle Bagh, una barriada de casas de adobe donde desde hace 20 a?os se han establecido los afganos de origen uzbeco (un 6% de la poblaci¨®n).
'No, a nosotros no han intentado reclutarnos. Somos uzbecos y no se f¨ªan, los talib¨¢n buscan pastunes, como ellos', asegura un hombre de 25 a?os. ?l, como su vecino Amar ul Allah, de 20, llegaron a Pakist¨¢n el pasado domingo despu¨¦s de viajar casi una semana con sus familias desde las proximidades de Sheberghan, la capital de Faryab (al norte de Afganist¨¢n). Su pueblo, Darkudak, de 400 habitantes, se ha quedado casi vac¨ªo. 'Nos fuimos cuando o¨ªmos los rumores del ataque estadounidense', afirma.
'Tem¨ªamos la venganza de los talib¨¢n', justifica. 'Desde que hace tres a?os tomaron nuestra zona hemos tenido problemas con ellos. Si la Alianza del Norte les ataca, lo pagar¨¢n con nosotros'. Tampoco ten¨ªan mucho que perder. La familia de Mohamed tiene 10 acres (cuatro hect¨¢reas) de terreno, pero desde hace cuatro a?os no han obtenido cosechas por la sequ¨ªa.
Hasta el ¨²ltimo momento no estuvieron seguros de poder cruzar. 'Hab¨ªa miles de personas esperando a pasar la frontera', apunta Amar ul Allah, 'y los talib¨¢n les empujaban hacia atr¨¢s para que volvieran a sus casas'. Ellos dieron un rodeo y encontraron un control donde los talib¨¢n les pidieron dinero.
La percepci¨®n de las dificultades bajo el r¨¦gimen de los talib¨¢n no es igual para todo el mundo. Basgul, de 55 a?os, ha venido desde Saraipul, en las cercan¨ªas de Mazar-e Sharif (norte de Afganist¨¢n) y asegura que no ha tenido problemas con esos milicianos. Como ellos, Basgul es un past¨²n, la minor¨ªa mayoritaria en ese pa¨ªs. 'Les dije que ten¨ªa enferma a mi hija', cuenta mostrando la extrema delgadez de la peque?a, 'y emprend¨ª el viaje'.
'Nos han parado s¨®lo al llegar cerca de la frontera', relata. ?Qu¨¦ buscaban? 'Tal vez armas, no tenemos dinero'. Basgul es de los que agradecieron la llegada de los talib¨¢n a Mazar-e Sharif hace tres a?os. 'Pacificaron la situaci¨®n, antes no nos sent¨ªamos seguros', declara. Ahora ya no se f¨ªa. 'Hab¨ªa una verdadera situaci¨®n de guerra. No es que hubiera ataques, pero todo el mundo ten¨ªa miedo de un bombardeo estadounidense', admite.
Naciones Unidas asegur¨® ayer que la vida dentro de Afganist¨¢n est¨¢ volviendo a la normalidad tras el p¨¢nico vivido en las ¨²ltimas tres semanas ante un eventual ataque de EE UU.
Baja el precio de las novias
Pakist¨¢n ha cerrado la frontera, pero todo es relativo en esta parte del mundo. Abdul Murad y su esposa, Mariam, ambos en la cincuentena, vienen de Enjlestan, un pueblo cercano a Kandahar, el feudo de los talib¨¢n, de buscar una novia para su hijo mayor. Desde el inicio de la crisis, el precio de las dotes en Afganist¨¢n ha bajado de 50.000 rupias paquistan¨ªes (unas 150.000 pesetas) a entre 5.000 y 10.000, seg¨²n el estado de necesidad de las familias. Numerosos padres est¨¢n aprovechando la situaci¨®n y los oficiales encargados del puesto de Chaman aseguran que se han celebrado tres o cuatro bodas. A pesar de la ganga, los Murad afirman haber encontrado 'normal' la situaci¨®n en el pa¨ªs vecino. No queda claro si lo dicen porque est¨¢n delante los guardafronteras paquistan¨ªes o porque ya se han acostumbrado a que al otro lado se viva en un estado de permanente movilizaci¨®n armada y de aislamiento total del exterior. Mahmud, que cruza a diario el paso con su furgoneta, tiene otra opini¨®n. Acaba de pasar tres d¨ªas en Kandahar y cree que las cosas est¨¢n mal: 'A la ida hab¨ªa s¨®lo tres controles, a la vuelta he encontrado seis, y en uno de ellos me han dicho que si era paquistan¨ª qu¨¦ hac¨ªa all¨ª, que si era un esp¨ªa. Hab¨ªa muchas tropas dirigi¨¦ndose a la frontera'.
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