Los guardias suplen la falta de inversiones con voluntarismo
En la comandancia de Algeciras hay una gran foto enmarcada que muestra a un centinela -tricornio en la cabeza, mosquet¨®n al hombro- firme en la costa de Algeciras, con el Pe?¨®n de Gibraltar al fondo. Esa imagen es la esencia del Reglamento para el Servicio de 1943, donde se recopila el Manual del Carabinero. En una ¨¦poca sin altas tecnolog¨ªas, el control de la frontera descansaba en el factor humano. Casi 60 a?os m¨¢s tarde, el factor humano sigue siendo la clave de ese control.
En caso de avalancha de inmigrantes, los guardias deben abandonar sus observatorios y correr a la costa. El suyo es un trabajo que exige buena forma f¨ªsica. Las pateras cruzan el Estrecho en l¨ªnea recta, pero a un centenar de metros de tierra comienzan a costear. Deben seguirlas corriendo por la playa. Hay ocasiones en que las lanchas llegan a un punto escarpado y, en el ¨²ltimo momento, viran, dan gas y descargan a cien metros. ?sa es la distancia por agua. En tierra, los guardias han de rodear varios kil¨®metros. Cuando llegan, no suelen encontrar a nadie.
Incluso en el caso de que sorprendan el desembarco, es poco probable que consigan capturar a todos los inmigrantes. Un ejemplo: este verano, cuatro guardias corr¨ªan por la playa de Valdevaqueros para interceptar una patera. 'Cuando llegamos al punto de desembarco, nos agachamos para que no nos vieran y formamos un semic¨ªrculo. O¨ªmos c¨®mo el piloto echaba a la gente a unos 15 metros de la orilla. Encendimos las linternas y empezamos a gritar para desconcertarlos: '?Almer¨ªa!', '?Murcia!'. El piloto huy¨® y ellos echaron a andar hacia la orilla. A los que cog¨ªamos, los ¨ªbamos atando de dos en dos con grilletes de lazo. Pero tra¨ªan navajas, y mientras captur¨¢bamos a unos, otros cortaban las ligaduras y hu¨ªan'.
El valor de los guardias roza en muchos casos la temeridad. Con frecuencia se arrojan al agua para detener al piloto de la patera. En esos casos se juegan la vida. No s¨®lo porque el traficante suele ir armado, sino porque las h¨¦lices del motor son cuchillas que pueden mutilarles al menor descuido.
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