Macr¨®fago
Visito al cardi¨®logo cada seis meses por pura prescripci¨®n: una revisi¨®n ordinaria de los niveles y conductos, el estado del motor, la presi¨®n, ya saben. Me resulta hasta agradable porque, entre pruebas de esfuerzo y electrodos, siempre aprendo alguna nueva historia del coraz¨®n. En eso es un cient¨ªfico humanista y un experto el doctor Quiles, al que castigo tambi¨¦n con mis quebrantos literarios para darle frivolidad a la consulta. Quiz¨¢ por eso nos queremos. Pero lo que no sabe mi cardi¨®logo es que me estoy aficionando a su especialidad y leo y subrayo cualquier noticia sobre cardiopat¨ªas, isquemias y patolog¨ªas semejantes. Lo ¨²ltimo lo tengo encima de la mesa y, cr¨¦anme, me ha conmovido como un drama de Roberto Benigni. Ser¨¦ breve. Resulta que en el reciente Congreso Nacional de Cardiolog¨ªa, Valent¨ª Fuster, insigne cient¨ªfico catal¨¢n llegado de Nueva York, solt¨® en el discurso inaugural un descubrimiento sorprendente que voy a tratar de explicarles. Miren, ya se sabe que la raz¨®n directa del infarto es la inflamaci¨®n y obstrucci¨®n de las arterias por acumulaci¨®n de l¨ªpidos (¨¢cidos grasos) que acaban formando una placa o trombo. Pues bien, seg¨²n parece, la historia es otra mucho m¨¢s l¨ªrica que roza incluso la tragedia rom¨¢ntica del mejor Shakespeare, porque todo se reduce a un problema de amor con suicidio incluido. ?l no pod¨ªa ser otro que el macr¨®fago, una c¨¦lula encargada de eliminar la grasa de la sangre para mantener su fluidez; sin embargo, no es nadie sin la prote¨ªna c-reactiva, que le da la energ¨ªa y la estabilidad emocional para ingerir la grasa que se tercie. Pero ocurre que cuando la prote¨ªna en cuesti¨®n disminuye o desaparece, el macr¨®fago no s¨®lo se deprime, sino que, cumpliendo un c¨®digo gen¨¦tico o de honor, se acaba suicidando, liberando en el proceso unas sustancias t¨®xicas que obstruyen el vaso y que provocan un aumento anormal de la coagulaci¨®n de la sangre. He aqu¨ª la teor¨ªa de la hipercoagulaci¨®n. Para lo cual sigue siendo recomendable el filtro de amor del HDL o colesterol bueno, que evita la desaparici¨®n de la prote¨ªna y, en consecuencia, los malos pensamientos del macr¨®fago enamorado. Conmovedor, de verdad. Vascularmente conmovedor.
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