La frontera de Uzbekist¨¢n est¨¢ cerrada a cal y canto
Los habitantes de Termez temen a los combatientes talib¨¢n, que se encuentran al otro lado del r¨ªo
'A la frontera con Afganist¨¢n'. Guiados por esta idea, los periodistas llegan a Termez en b¨²squeda de informaci¨®n sobre lo que ocurre m¨¢s all¨¢ del alambre de espino, la tierra de nadie y el r¨ªo que separan de Afganist¨¢n a esta ciudad uzbeka venida a menos. Termez tiene 120.000 habitantes y est¨¢ encajada en un recodo de terreno, junto al cual discurre el gran Amu Daria, el antiguo Oxus que Alejandro Magno cruzara en su camino hacia la India.
Recorrer la frontera uzbeka con Afganist¨¢n hasta donde es posible significa pasearse a lo largo de una veintena de kil¨®metros por un paisaje polvoriento lleno de matorrales y rastrojos, teniendo a un lado la ciudad y al otro la alambrada, la tierra de nadie y el r¨ªo, no siempre visible por los desniveles.
La alambrada, dispuesta en tres niveles consecutivos, ha sido reforzada recientemente. Los postes de hormig¨®n han sustituido los de madera. La tierra de nadie, salpicada de torres vig¨ªas, ya no es lugar de paso del ganado, que, en tiempos menos ajetreados, era conducido a las riberas del Amu Daria para aprovechar los pastos, m¨¢s abundantes aqu¨ª que en otras zonas de este territorio, con problemas cr¨®nicos de sequ¨ªa. Mi ch¨®fer, Sergu¨¦i, advierte que el Amu Daria, hasta donde alcanzamos a ver, trae poca agua y opina que esta circunstancia podr¨ªa ser aprovechada por los talib¨¢n para vadear el r¨ªo a pie.
Los tres lugares fronterizos donde nos detenemos tienen algo de fantasmag¨®rico. El primero es el mausoleo de Alial Jakim at Termezi, un edificio de ladrillo rematado por c¨²pulas, donde los musulmanes rezan. El mausoleo, rodeado de un oasis de pinos y cipreses, est¨¢ empotrado en la frontera.
En lo alto de un terrapl¨¦n los guardas cavaban activamente ayer, sin que fuera posible decir si estaban abriendo trincheras o cumpl¨ªan otro menester. 'Nuestro padre Isl¨¢m Karimov nos protege', exclam¨® el jardinero del mausoleo, refiri¨¦ndose al presidente de Uzbekist¨¢n, cuyas citas y pensamientos decoran las fachadas de los edificios p¨²blicos de Termez.
La segunda parada de nuestra ruta es el parque zool¨®gico. Entre cabras y p¨¢jaros, cruzamos una v¨ªa de tren, hasta toparnos de nuevo con los alambres de espino. Un letrero descolorido por el sol anuncia el 27? congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Seguimos despu¨¦s hasta las inmediaciones del puente de Hairiton, por donde el general sovi¨¦tico Bor¨ªs Gr¨®mov cruz¨® el Amu Daria en 1989, poniendo as¨ª punto final a diez a?os de guerra en Afganist¨¢n. Una patrulla de polic¨ªa corta el acceso. Por el puente no viene nadie. Los habitantes de Termez creen que al otro lado est¨¢n los talib¨¢n. Tras el inicio de los bombardeos, el domingo, los talib¨¢n enviaron a 8.000 soldados a la frontera con Uzbekist¨¢n. '?sta es una ciudad tranquila. No entiendo por qu¨¦ viene tanta gente', dice este funcionario, cuya principal preocupaci¨®n es que no quede ni un corresponsal sin registrar. El puente era muy importante para el comercio de Termez, y estuvo abierto, mientras el general uzbeko Dust¨²m, de la Alianza del Norte, ocup¨® los territorios afganos adyacentes, nos dice un habitante local. Cuando los talib¨¢n obligaron al general a huir, el puente fue clausurado. '?Tupik! (callej¨®n sin salida)', exclama Sergu¨¦i. 'Ahora no somos una ciudad fronteriza, sino un callej¨®n sin salida', sentencia.
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