Acertar en la respuesta
El d¨ªa 7 de octubre, casi un mes despu¨¦s de los atentados, Estados Unidos lanz¨® su primera ofensiva sobre Afganistan. Estaba ejerciendo su derecho a la leg¨ªtima defensa -reconocido por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas- despu¨¦s de realizar m¨²ltiples gestiones diplom¨¢ticas con diferentes pa¨ªses y el propio r¨¦gimen talib¨¢n. Y era una respuesta que ven¨ªa amparada en la resoluci¨®n 1373 de Naciones Unidas, que por primera vez legislaba en un tema de car¨¢cter general, adoptando medidas obligatorias para todos los Estados, y al mismo tiempo se?alaba con bastante precisi¨®n cu¨¢l es la amenaza actual: el terrorismo global. Estos dos elementos constituir¨¢n la clave para gestionar la crisis por la que atravesamos, pues no s¨®lo tenemos que enfrentar una nueva realidad y ofrecer una alternativa a la misma, sino que la respuesta que elaboremos a partir de ahora deber¨¢ contener aquellos intereses y valores que compartimos.
A pesar de la legitimaci¨®n internacional que apoya la respuesta de Estados Unidos y de toda la comunidad internacional, no podemos evitar un sentimiento de incertidumbre y zozobra. Realmente no estamos en condiciones de predecir qu¨¦ ocurrir¨¢ en los pr¨®ximos d¨ªas, y mucho menos en los pr¨®ximos meses. Tenemos la impresi¨®n de que ya nada ser¨¢ igual que antes, pero todav¨ªa no sabemos muy bien qu¨¦ es lo que ha cambiado tanto nuestras vidas y qu¨¦ es lo que va a ocurrir en el futuro. Somos conscientes de que el mundo est¨¢ experimentando transformaciones profundas en todos los ¨¢mbitos y que se est¨¢n buscando nuevas reglas que garanticen el trastocado orden mundial. Tambi¨¦n sabemos que todo lo que ocurra de ahora en adelante nos afectar¨¢ a casi todos. La interdependencia, pues, ya no ser¨¢ una tendencia, sino un dato de la realidad que se ha impuesto de golpe con toda su crudeza. En estas circunstancias podemos f¨¢cilmente explicar que surja el miedo. Un inevitable miedo a una amenaza no claramente identificada y de la que todav¨ªa no tenemos claro c¨®mo protegernos. Es el miedo a un futuro incierto y sin reglas. Se ha hablado mucho en estos d¨ªas del 'enemigo sin rostro', de un nuevo tipo de guerra, de terrorismo global, de combate sin objetivos, de batalla sin territorio... En realidad, no importan mucho las descripciones que hagamos (todas ellas son aproximaciones muy realistas), lo ¨²nico que de verdad tenemos claro es que a partir de ahora nos enfrentaremos a una nueva realidad.
Cuando ya empez¨¢bamos a superar la conmoci¨®n que nos produjeron los atentados terroristas en Nueva York y Washington, la reacci¨®n -esperada- de Estados Unidos nos ofrece un nuevo motivo de inquietud; nos asusta que se hable de guerra, nos preocupa que se produzcan fisuras en la coalici¨®n, que el conflicto se prolongue en el tiempo, y, en particular, no queremos ser injustos en la respuesta. Por muchos esfuerzos que hacemos en explicar lo sucedido, sus consecuencias o sus causas, a menudo nos queda una sensaci¨®n de incomprensi¨®n y, sobre todo, una gran dificultad para expresar con convicci¨®n y claridad qu¨¦ debemos hacer a partir de ahora. Dejando a un lado las posiciones m¨¢s extremas, exist¨ªan toda una serie de decisiones a adoptar que podr¨ªan ser justas, proporcionadas y adecuadas, pero -y esto es algo que todos sabemos- s¨®lo una ser¨ªa la acertada. En pol¨ªtica, tan importante es tomar una decisi¨®n como acertar en la misma. Acertar en la respuesta al brutal ataque sufrido por Estados Unidos es, sin lugar a dudas, lo m¨¢s importante para afrontar y superar el conflicto que todos estamos sufriendo. La tragedia vivida en las Torres Gemelas y en el Pent¨¢gono por ciudadanos de m¨¢s de ochenta pa¨ªses nos ha enfrentado a una situaci¨®n no prevista y a un riesgo no suficientemente calculado, pero, sobre todo, nos ha advertido del peligro que supone -en un nuevo contexto global- actuar de forma aislada. Quiz¨¢s sea ¨¦ste el dato m¨¢s relevante para evaluar la respuesta; ning¨²n pa¨ªs responsable podr¨¢ pretender que el asunto no le concierne, que est¨¢ al margen de la amenaza y que no necesita formar parte de ninguna coalici¨®n internacional, pues se equivoca: la amenaza es global e indiscriminada. No estamos haciendo la guerra, sino poniendo en marcha los mecanismos necesarios para protegernos de los nuevos riesgos en esta nueva era.
Con mayor o menor entusiasmo, lo cierto es que se ha producido una intensa actividad a favor de la concertaci¨®n internacional. Se podr¨ªa afirmar que nunca antes en la historia hubo un consenso tan generalizado para trabajar unidos y combatir los nuevos riesgos. En este sentido, ser¨ªa realmente un error hist¨®rico no aprovechar la oportunidad que se nos presenta hoy para establecer un nuevo orden de seguridad, pero, adem¨¢s, para establecer un nuevo orden pol¨ªtico, social y econ¨®mico que tenga como objetivo ordenar la convivencia y construir un mundo m¨¢s justo y libre. Todo ello tiene que ver con la respuesta.
La comunidad internacional, a trav¨¦s de Naciones Unidas, ha expresado su solidaridad con Estados Unidos, ha confirmado su derecho a defenderse y se ha comprometido en la lucha activa contra el terrorismo. La Alianza Atl¨¢ntica invoc¨® el art¨ªculo 5 de su Tratado fundacional para reafirmar la lealtad de todos los componentes, as¨ª como su compromiso de defensa mutua. La Uni¨®n Europea tambi¨¦n ha jugado un papel muy activo en la crisis, tanto al mostrar su apoyo a Estados Unidos como en el establecimiento de un marco regional e internacional de normas encaminadas a luchar contra la criminalidad organizada. Los contactos e intercambios entre pa¨ªses pocas veces han sido tan fluidos, incluso entre aquellos que parec¨ªan enemigos irreconciliables. ?Qu¨¦ ha cambiado? La conciencia de que el mantenimiento de la paz y la seguridad es algo que nos concierne a todos.
En realidad no supone ninguna novedad que se reclamen soluciones internacionales para garantizar la gobernabilidad de la nueva realidad; lo que s¨ª es algo in¨¦dito es que dicha necesidad sea reclamada desde pa¨ªses que, hasta hoy, se resist¨ªan a quedar obligados mediante instrumentos multilaterales. Hace unos d¨ªas, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero dec¨ªa que es la hora del multilateralismo, en un intento de defender para Naciones Unidas un mayor protagonismo en la b¨²squeda de soluciones a un conflicto tan complejo de abordar como m¨²ltiple en sus causas y efectos. Pero tambi¨¦n expres¨® su convicci¨®n de que la estabilidad internacional s¨®lo podr¨ªa lograrse a trav¨¦s del equilibrio de poderes, no a?orando el viejo equilibrio, sino proponiendo uno nuevo como producto de una nueva realidad. Quedan pocas dudas de que en este escenario multipolar la Uni¨®n Europea est¨¢ llamada a desempe?ar un papel mucho m¨¢s activo del que ha tenido en el pasado, y que si los diferentes pa¨ªses que la integran esperaban que se produjera un hecho relevante para impulsar la uni¨®n entre sus miembros, el 11 de septiembre y la impotencia ante el terror desatado nos recordar¨¢ cada d¨ªa que la respuesta exige cooperaci¨®n, decisi¨®n, generosidad, pero tambi¨¦n audacia pol¨ªtica.
Han pasado algunas semanas desde los atentados terroristas y debemos pensar, sobre todo, en el futuro. Antes dec¨ªa que, entre todas las respuestas, s¨®lo una ser¨¢ la acertada. Estaba pensando, en primer lugar, en la que llevar¨ªa a Estados Unidos a castigar a los culpables de la muerte de miles de inocentes. ?sta ha de ser necesariamente proporcionada y ajustada a la legalidad vigente, pues incluso ante el dolor y en la guerra el respeto a las reglas y la defensa de la vida de la poblaci¨®n civil es la primera obligaci¨®n de todo Estado. Pero tambi¨¦n pensaba en todas aquellas medidas que habr¨¢n de adoptarse a partir de este momento para que los hechos no vuelvan a producirse. Concertaci¨®n, insisto, ser¨¢ el elemento m¨¢s importante para el mantenimiento del orden internacional y deber¨¢ estar presente en cualquier iniciativa. Serenidad y responsabilidad de los l¨ªderes en un momento de especial gravedad y fr¨¢gil equilibrio internacional. Colaboraci¨®n entre los Estados para acabar con la criminalidad organizada (redes terroristas, tr¨¢fico de drogas, blanqueo de dinero...). Diplomacia activa y compromiso pol¨ªtico para acabar con los conflictos regionales. Cooperaci¨®n al desarrollo, lucha contra la pobreza y la exclusi¨®n social. Solidaridad y pol¨ªticas activas que den soluci¨®n al enorme drama humano que conllevan las migraciones masivas. Di¨¢logo intercultural y entre religiones, que fomente el conocimiento y el respeto al otro. Fomento de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Establecimiento, en definitiva, de un nuevo paradigma de paz, libertad y seguridad mundial.
Trinidad Jim¨¦nez es secretaria de Pol¨ªtica Internacional del PSOE.
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