Las guerras santas: pasi¨®n y raz¨®n
Que alguien, en d¨ªas pasados, haya pronunciado palabras inoportunas sobre la superioridad de la cultura occidental es algo secundario. Es secundario que alguien diga algo que considera correcto, pero que lo haga en el momento equivocado, y es secundario que alguien crea en algo injusto, o de todas formas equivocado, porque el mundo est¨¢ lleno de gente que cree en cosas injustas o equivocadas, incluso un se?or que se llama Bin Laden, que quiz¨¢ sea m¨¢s rico que nuestro presidente del consejo y haya estudiado en mejores universidades. Lo que no es secundario, y que debe preocuparnos un poco a todos, pol¨ªticos, l¨ªderes religiosos, educadores, es que determinadas expresiones o incluso art¨ªculos enteros y apasionados, que de alguna forma las han legitimado, se conviertan en materia de discusi¨®n general, ocupen la mente de los j¨®venes y quiz¨¢ les induzcan a conclusiones pasionales dictadas por la emoci¨®n del momento. Me preocupo por los j¨®venes porque, de todas formas, a los viejos ya no se les puede cambiar la cabeza.
Uno de los valores de los que habla mucho la civilizaci¨®n occidental es la aceptaci¨®n de las diferencias. Es pol¨ªticamente correcto decir en p¨²blico que alguien es 'gay', pero despu¨¦s, en casa, se dice entre risitas que es marica
Los que apoyan el di¨¢logo nos llaman la atenci¨®n sobre el mundo isl¨¢mico, recordando que ha dado hombres como Avicena y Averroes, y es una pena que se cite siempre s¨®lo a estos dos, como si fueran los ¨²nicos
Si admitimos que la prolongaci¨®n de la vida es un valor, la medicina y la ciencia occidental son ciertamente superiores a muchos otros saberes y pr¨¢cticas m¨¦dicas
Todas las guerras de religi¨®n que han ensangrentado el mundo durante siglos nacieron de adhesiones pasionales a contraposiciones simplistas, como nosotros y los otros, buenos y malos, blancos y negros. Si la cultura occidental se ha mostrado fecunda (no s¨®lo desde la Ilustraci¨®n hasta ahora, sino tambi¨¦n antes, cuando el franciscano Roger Bacon invitaba a aprender idiomas, porque siempre tendremos algo que aprender de los infieles) es tambi¨¦n porque se ha esforzado en 'liberarse', a la luz de la investigaci¨®n y del esp¨ªritu cr¨ªtico, de las simplificaciones da?inas. Naturalmente, no siempre lo ha hecho, porque tambi¨¦n forman parte de la historia de la cultura occidental Hitler, que quemaba libros, o el fascismo, que en el colegio me ense?aba a recitar: 'Dios maldiga a los ingleses', porque eran 'el pueblo de las cinco comidas' y, por tanto, glotones inferiores al pueblo italiano, parco y espartano.
Pero son los mejores aspectos de nuestra cultura los que debemos discutir con los j¨®venes, y de cualquier color, si no queremos que se derrumben nuevas torres tambi¨¦n en los d¨ªas que ellos vivan despu¨¦s de nosotros. Un elemento de confusi¨®n es que a menudo no se consigue captar la diferencia entre la identificaci¨®n con las propias ra¨ªces, entender a quien tiene otras ra¨ªces y juzgar lo que est¨¢ bien o mal. En cuanto a las ra¨ªces, si me preguntaran si preferir¨ªa vivir mis a?os de jubilado en un pueblecito del Monferrato, en la majestuosa cordillera de los Abruzos, o en las dulces colinas de Siena, elegir¨ªa el Monferrato. Pero esto no implica que considere las otras regiones inferiores al Piamonte.
Por tanto, si con sus palabras (pronunciadas para los occidentales, pero borradas para los ¨¢rabes) el presidente del consejo quer¨ªa decir que prefiere vivir en Arcore antes que en Kabul, y que le cuiden en un hospital milan¨¦s antes que en uno de Bagdad, yo estoy dispuesto a suscribir su opini¨®n (Arcore aparte). Y esto aunque me dijeran que en Bagdad han establecido el hospital mejor equipado del mundo: en Mil¨¢n me encontrar¨ªa m¨¢s como en mi casa, y esto influir¨ªa en mi capacidad de recuperaci¨®n. Las ra¨ªces pueden ser m¨¢s o menos amplias que las regionales o nacionales. Preferir¨ªa vivir en Limoges, por decir algo, antes que en Mosc¨². Pero c¨®mo, ?no es Mosc¨² una ciudad preciosa? Desde luego, pero en Limoges entender¨ªa el idioma. En resumidas cuentas, cada uno se identifica con la cultura en la que ha crecido, y los casos de trasplante radical, que los hay, son una minor¨ªa. El propio Lawrence de Arabia vest¨ªa como los ¨¢rabes, pero al final volvi¨® a su casa.
Expansi¨®n econ¨®mica
Pasemos ahora al enfrentamiento de civilizaciones, porque ¨¦ste es el punto principal. Occidente ha sentido curiosidad por otras civilizaciones, aunque a menudo por razones de expansi¨®n econ¨®mica. Muchas veces las ha liquidado con desprecio: los griegos llamaban b¨¢rbaros, es decir, tartamudos, a los que no hablaban su idioma, y por tanto era como si no hablasen en absoluto. Pero algunos griegos m¨¢s maduros, como los estoicos (quiz¨¢ porque algunos de ellos eran de origen fenicio), advirtieron muy pronto que los b¨¢rbaros usaban palabras diferentes a las griegas, pero se refer¨ªan a los mismos pensamientos. Marco Polo intent¨® describir con gran respeto los usos y costumbres de los chinos; los grandes maestros de la teolog¨ªa cristiana medieval intentaban que se tradujeran los textos de los fil¨®sofos, m¨¦dicos y astr¨®logos ¨¢rabes; incluso los hombres del Renacimiento exageraron en su intento de recuperar las sabidur¨ªas perdidas orientales, de los caldeos a los egipcios: Montesquieu intent¨® entender de qu¨¦ forma ve¨ªa un persa a los franceses, y antrop¨®logos modernos realizaron sus primeros estudios sobre los informes de los salesianos, que iban al territorio de los Bororo para intentar convertirlos, es cierto, pero tambi¨¦n para entender cu¨¢l era su forma de pensar y de vivir, recordando quiz¨¢ el hecho de que unos siglos antes otros misioneros no hab¨ªan conseguido entender a las civilizaciones amerindias y hab¨ªan impulsado su exterminio.
He citado a los antrop¨®logos. No digo nada nuevo si recuerdo que, desde mediados del siglo XIX en adelante, la antropolog¨ªa cultural se desarroll¨® como un intento de sanar el remordimiento de Occidente respecto a los otros, y especialmente esos otros a los que se defin¨ªa como salvajes, sociedades sin historia, pueblos primitivos. Occidente no se hab¨ªa portado muy bien con los salvajes: los descubri¨®, intent¨® evangelizarlos, los explot¨®, redujo a muchos a la esclavitud, tambi¨¦n con ayuda de los ¨¢rabes, porque refinados gentilhombres de origen franc¨¦s descargaban los barcos de esclavos en Nueva Orleans, pero los traficantes musulmanes los cargaban en las costas africanas. La antropolog¨ªa cultural (que pod¨ªa prosperar gracias a la expansi¨®n colonial) intentaba reparar los pecados del colonialismo mostrando que esas 'otras' culturas eran precisamente culturas, con sus creencias, sus ritos, sus costumbres, completamente razonables en el contexto en que se hab¨ªan desarrollado, es decir, que se reg¨ªan por su propia l¨®gica interna. El deber del antrop¨®logo cultural era demostrar que exist¨ªan l¨®gicas diferentes a las occidentales y que hab¨ªa que tomarlas en serio, no despreciarlas y reprimirlas.
Esto no quer¨ªa decir que los antrop¨®logos, una vez explicada la l¨®gica de los otros, decidieran vivir con ellos: al contrario, exceptuando pocos casos, al acabar su trabajo plurianual m¨¢s all¨¢ del mar, volv¨ªan para consumir los a?os de su vejez en Devonshire o en Picard¨ªa. Pero al leer sus libros alguien podr¨ªa pensar que la antropolog¨ªa cultural mantiene una postura relativista y afirma que una cultura vale tanto como otra. No creo que sea as¨ª. Como mucho, el antrop¨®logo dec¨ªa que mientras los otros se queden en su casa, hay que respetar su forma de vida.
La aut¨¦ntica lecci¨®n que hay que sacar de la antropolog¨ªa cultural es m¨¢s bien que para decir si una cultura es superior a otra hay que fijar unos par¨¢metros. Una cosa es decir qu¨¦ es una cultura y otra decir seg¨²n qu¨¦ par¨¢metros la juzgamos. Una cultura se puede describir de forma pasablemente objetiva: estas personas se comportan as¨ª, creen en los esp¨ªritus o en una ¨²nica divinidad que lo invade todo con su misma naturaleza, se unen en clanes parentales seg¨²n estas reglas, consideran hermoso atravesarse la nariz con anillas (podr¨ªa ser una descripci¨®n de la cultura juvenil en Occidente), consideran impura la carne de cerdo, se circuncidan, cr¨ªan perros para echarlos en el puchero los d¨ªas de fiesta o, como siguen diciendo los norteamericanos de los franceses, comen ranas.
El antrop¨®logo, obviamente, sabe que hay muchos factores que ponen en crisis la objetividad. El a?o pasado estuve en el pa¨ªs Dogon, y le pregunt¨¦ a un chico si era musulm¨¢n. ?l me contest¨® en franc¨¦s: 'Soy animista'. Pero, cr¨¦anme, un animista no se define como animista si no tiene por lo menos un t¨ªtulo de la ?cole des Hautes ?tudes de Par¨ªs y, por tanto, ese ni?o hablaba de su propia cultura tal y como se la hab¨ªan definido los antrop¨®logos. Los antrop¨®logos africanos me contaban que cuando llegaba un antrop¨®logo europeo, los dogon, ya muy espabilados, le contaban lo que hab¨ªa escrito hac¨ªa a?os un antrop¨®logo, Griaule (al que, sin embargo, o por lo menos eso dec¨ªan los amigos africanos cultos, los informadores ind¨ªgenas le hab¨ªan contado cosas bastante desligadas entre s¨ª que despu¨¦s hab¨ªa reunido en un sistema fascinante, pero de dudosa autenticidad). Sin embargo, si eliminamos todos los malentendidos posibles de una cultura diferente, se puede obtener una descripci¨®n bastante 'neutra'.
Par¨¢metros
Los par¨¢metros de juicio son otra cosa, dependen de nuestras ra¨ªces, de nuestras preferencias, de nuestras costumbres, de nuestras pasiones, de un sistema nuestro de valores. Pongamos un ejemplo: ?consideramos nosotros que el prolongar la vida media de los cuarenta a los ochenta a?os es un valor? Yo, personalmente, lo creo, pero muchos m¨ªsticos podr¨ªan decirme que entre un cr¨¢pula que viva ochenta a?os y san Luis Gonzaga que vivi¨® 23 a?os, el segundo tuvo una vida m¨¢s plena. Pero admitamos que la prolongaci¨®n de la vida es un valor: si es as¨ª, la medicina y la ciencia occidental son ciertamente superiores a muchos otros saberes y pr¨¢cticas m¨¦dicas.
?Creemos que el desarrollo tecnol¨®gico, la expansi¨®n de los comercios, la rapidez de los transportes son un valor? Muchos creen que s¨ª, y tienen derecho a considerar superior nuestra civilizaci¨®n tecnol¨®gica. Pero, precisamente dentro del mundo occidental, hay quienes consideran un valor primordial la vida en armon¨ªa con un ambiente sin corromper y, por tanto, est¨¢n dispuestos a renunciar a los aviones, coches, neveras, para trenzar canastas y moverse a pie de un pueblo a otro, con tal de no tener el agujero de ozono. As¨ª, pues, ya ven que para considerar una cultura mejor que otra no basta con describirla (como hace el antrop¨®logo), sino que hay que remontarse a un sistema de valores que consideramos irrenunciable. S¨®lo llegados a este punto podemos decir que nuestra cultura, para nosotros, es mejor.
En estos d¨ªas he asistido a varias defensas de culturas diferentes seg¨²n par¨¢metros discutibles. Precisamente, el otro d¨ªa le¨ªa una carta enviada a un gran diario en la que el autor se preguntaba sarc¨¢sticamente c¨®mo es posible que los premios Nobel recaigan s¨®lo en occidentales y no en orientales. Aparte del hecho de que se trataba de un ignorante que no sab¨ªa cu¨¢ntos premios Nobel de literatura han reca¨ªdo en personas de piel negra y en grandes escritores isl¨¢micos, aparte de que el premio Nobel de F¨ªsica de 1979 recay¨® en un paquistan¨ª que se llama Abdus Salam, afirmar que los reconocimientos debidos a la ciencia recaen naturalmente en quien trabaja en el ¨¢mbito de la ciencia occidental es descubrir la p¨®lvora, porque nunca nadie ha dudado que la ciencia y la tecnolog¨ªa occidentales est¨¢n hoy a la vanguardia. ?A la vanguardia de qu¨¦? De la ciencia y la tecnolog¨ªa. ?Cu¨¢ndo es absoluto el par¨¢metro del desarrollo tecnol¨®gico? Pakist¨¢n tiene bomba at¨®mica e Italia, no. ?Somos por tanto una civilizaci¨®n inferior? ?Es mejor vivir en Islamabad que en Arcore?
Los que apoyan el di¨¢logo nos llaman la atenci¨®n sobre el mundo isl¨¢mico, recordando que ha dado hombres como Avicena (que, por otra parte, naci¨® en Buchara, no muy lejos de Afganist¨¢n) y Averroes, y es una pena que se cite siempre s¨®lo a estos dos, como si fueran los ¨²nicos, y no se hable de Al Kindi, Avempace, Avicebr¨®n, Ibn Tufayl, o de ese gran historiador del siglo XIV que fue Ibn Jaldun, al que Occidente considera incluso iniciador de las ciencias sociales. Nos recuerdan que los ¨¢rabes de Espa?a cultivaban la geograf¨ªa, la astronom¨ªa, las matem¨¢ticas, o la medicina cuando en el mundo cristiano estaban mucho m¨¢s atrasados.
Todo muy cierto, pero ¨¦stos no son argumentos v¨¢lidos, porque si razonamos as¨ª, deber¨ªamos decir que Vinci, noble pueblo toscano, es superior a Nueva York, porque en Vinci naci¨® Leonardo, mientras que en Manhattan cuatro indios esperaron sentados en el suelo durante m¨¢s de 150 a?os a que llegaran los holandeses a comprarles toda la pen¨ªnsula por 24 d¨®lares. Y, en cambio, sin ofender a nadie, hoy el centro del mundo es Nueva York, y no Vinci.
Las cosas cambian. No sirve de nada recordar que los ¨¢rabes de Espa?a eran muy tolerantes con los cristianos y los jud¨ªos, mientras nosotros asalt¨¢bamos los guetos, o que Saladino, cuando reconquist¨® Jerusal¨¦n, fue m¨¢s misericordioso con los cristianos de lo que hab¨ªan sido los cristianos con los sarracenos cuando conquistaron Jerusal¨¦n. Todo exacto, pero en el mundo isl¨¢mico existen hoy reg¨ªmenes fundamentalistas y teocr¨¢ticos que los cristianos no toleran, y Bin Laden no ha sido misericordioso con Nueva York. La Batriana fue un cruce de grandes civilizaciones, pero hoy los talib¨¢n la emprenden a ca?onazos con los Budas. Al contrario, los franceses hicieron la matanza de la noche de San Bartolom¨¦, pero esto no autoriza a nadie a decir que hoy son unos b¨¢rbaros.
La historia, arma de doble filo
No incomodemos a la historia, porque es un arma de doble filo. Los turcos empalaban (y est¨¢ mal), pero los bizantinos ortodoxos sacaban los ojos a los parientes peligrosos, y los cat¨®licos quemaron a Giordano Bruno; los piratas sarracenos hac¨ªan locuras, pero los corsarios de su majestad brit¨¢nica, con patente, prend¨ªan fuego a las colonias espa?olas en el Caribe; Bin Laden y Sadam Husein son enemigos feroces de la civilizaci¨®n occidental, pero en la civilizaci¨®n occidental hemos tenido se?ores que se llamaban Hitler o Stalin (Stalin era tan malo que siempre se le ha definido como oriental, aunque hab¨ªa estudiado en un seminario y le¨ªdo a Marx).
No. El problema de los par¨¢metros no se plantea en clave hist¨®rica, sino en clave contempor¨¢nea. Ahora bien, una de las cosas dignas de alabanza de las culturas occidentales (libres y pluralistas, y ¨¦stos son los valores que nosotros consideramos irrenunciables) es que se dieron cuenta hace tiempo de que una misma persona puede ser llevada a maniobrar con par¨¢metros diferentes, y contradictorios entre s¨ª, sobre cuestiones diferentes. Por ejemplo, se considera un bien la prolongaci¨®n de la vida, y un mal, la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, pero nos damos perfecta cuenta de que quiz¨¢ para tener los grandes laboratorios en que se estudia la prolongaci¨®n de la vida hay que tener un sistema de comunicaciones y aprovisionamiento de energ¨ªa que despu¨¦s, por su parte, produce contaminaci¨®n. La cultura occidental ha elaborado la capacidad de poner libremente al desnudo sus propias contradicciones.
Quiz¨¢ no las resuelva, pero sabe que existen y lo dice. A fin de cuentas, todo el debate sobre global s¨ª, global no, est¨¢ aqu¨ª, excepto para los rompetodo con monos negros. ?C¨®mo es posible soportar una cuota de globalizaci¨®n positiva evitando los riesgos y las injusticias de la globalizaci¨®n perversa, c¨®mo se puede prolongar la vida tambi¨¦n de millones de africanos que mueren de sida (y al mismo tiempo prolongar tambi¨¦n la nuestra) sin aceptar una econom¨ªa planetaria que hace que los enfermos de sida mueran de hambre y a nosotros nos hace comer alimentos contaminados?
Pero precisamente esta cr¨ªtica de los par¨¢metros, que Occidente persigue y anima, nos ayuda a comprender lo delicada que es la cuesti¨®n de los par¨¢metros. ?Es justo y c¨ªvico proteger el secreto bancario? Muchos creen que s¨ª. ?Pero y si este secreto permite a los terroristas tener su dinero en la city de Londres? Entonces, ?es la defensa de la llamada intimidad un valor positivo o dudoso? Nosotros ponemos continuamente en tela de juicio nuestros par¨¢metros. El mundo occidental lo hace hasta tal punto que consiente a sus propios ciudadanos rechazar como positivo el par¨¢metro del desarrollo tecnol¨®gico y hacerse budistas o irse a vivir a comunidades donde no se usan neum¨¢ticos, y ni siquiera carros de caballos. El colegio debe ense?ar a analizar y discutir los par¨¢metros por los que se rigen nuestras afirmaciones pasionales.
El problema que la antropolog¨ªa cultural no ha resuelto es qu¨¦ hay que hacer cuando un miembro de una cultura, cuyos principios quiz¨¢ hemos aprendido a respetar, viene a vivir a nuestro pa¨ªs. En realidad, la mayor parte de las reacciones racistas de Occidente no se deben al hecho de que los animistas vivan en Mal¨ª (basta con que se queden en su casa, dice en efecto la Liga del Norte), sino en el hecho de que los animistas vengan a vivir a nuestro pa¨ªs. Y pase con los animistas, o los que quieran rezar en direcci¨®n a La Meca, pero, ?y si quieren llevar el chador, infibular a sus muchachas, si (como ocurre con algunas sectas occidentales) rechazan las transfusiones de sangre para sus ni?os enfermos, si el ¨²ltimo can¨ªbal de Nueva Guinea (si es que todav¨ªa quedan) quiere emigrar a nuestro pa¨ªs y comerse todos los domingos un ni?o asado?
Por lo que respecta a los can¨ªbales, estamos todos de acuerdo: se les mete en la c¨¢rcel (especialmente porque no son miles); sobre las ni?as que van al colegio con el chador, no veo la necesidad de dramatizar, si a ellas les gusta as¨ª; en cambio, sobre la infibulaci¨®n, el debate est¨¢ abierto (hay incluso quien ha sido tan tolerante como para sugerir que lo gestionen los ambulatorios locales, as¨ª la higiene est¨¢ a salvo), ?pero qu¨¦ hacemos, por ejemplo, con la petici¨®n de que las mujeres musulmanas puedan ser fotografiadas con el velo para el pasaporte? Tenemos leyes iguales para todos, que establecen criterios de identificaci¨®n de los ciudadanos, y no creo que podamos ceder. Yo, cuando he visitado una mezquita, me he quitado los zapatos, porque respetaba las leyes y las costumbres del pa¨ªs que me hospedaba. ?Qu¨¦ hacemos con la foto con velo?
Creo que en estos casos se puede negociar. En el fondo, las fotos de los pasaportes nunca son fieles, y sirven para lo que sirven; que se estudien carn¨¦s magn¨¦ticos que reaccionen a la huella del pulgar, y el que quiera este tratamiento, que pague un suplemento. Y si luego estas mujeres frecuentan nuestras escuelas, podr¨ªan llegar a conocer unos derechos que no cre¨ªan tener, igual que muchos occidentales han ido a escuelas cor¨¢nicas y han decidido libremente hacerse musulmanes. Reflexionar sobre nuestros par¨¢metros significa tambi¨¦n decidir que estamos dispuestos a tolerarlo todo, pero hay ciertas cosas que para nosotros son intolerables.
Los otros
Occidente ha dedicado fondos y energ¨ªas a estudiar los usos y costumbres de los otros, pero nunca nadie ha consentido realmente a los otros estudiar los usos y costumbres de Occidente, a no ser en las escuelas dirigidas por blancos al otro lado del mar, o consintiendo a los otros m¨¢s ricos ir a estudiar a Oxford o a Par¨ªs, y luego se ve lo que pasa, estudian en Occidente y despu¨¦s vuelven a casa para organizar movimientos fundamentalistas porque se sienten ligados a sus compatriotas que no han podido realizar esos estudios (por otra parte, es una vieja historia, y muchos intelectuales que hab¨ªan estudiado con los ingleses lucharon por la independencia de India).
Antiguos viajeros ¨¢rabes y chinos estudiaron algo sobre los pa¨ªses donde se pone el sol, pero son cosas de las que sabemos bastante poco. ?Cu¨¢ntos antrop¨®logos africanos o chinos han venido a estudiar c¨®mo es Occidente para cont¨¢rselo no s¨®lo a sus propios conciudadanos, sino tambi¨¦n a nosotros? Me refiero a contarnos c¨®mo nos ven ellos. Existe desde hace algunos a?os una organizaci¨®n internacional llamada Transcultura que lucha por una 'antropolog¨ªa alternativa'. Ha llevado a estudiosos africanos que nunca hab¨ªan estado en Occidente a describir la provincia francesa y la sociedad bolo?esa, y les aseguro que cuando nosotros, los europeos, le¨ªmos que dos de las observaciones que m¨¢s les hab¨ªan asombrado se refer¨ªan al hecho de que los europeos llevan de paseo a sus perros y que se ponen desnudos a la orilla del mar, bueno, me digo, la mirada rec¨ªproca ha empezado a funcionar en ambas partes, y han surgido discusiones interesantes.
En este momento, con vistas a un congreso final que tendr¨¢ lugar en Bruselas en noviembre, tres chinos, un fil¨®sofo, un antrop¨®logo y un artista, est¨¢n terminando su viaje de Marco Polo al contrario, s¨®lo que en lugar de limitarse a escribir su Mill¨®n, graban y filman. Al final no s¨¦ lo que sus observaciones podr¨¢n explicar a los chinos, pero s¨¦ lo que nos podr¨¢n explicar a nosotros. Imaginen que se invita a fundamentalistas musulmanes a realizar estudios sobre el fundamentalismo cristiano (esta vez no tienen nada que ver los cat¨®licos, son protestantes norteamericanos, m¨¢s fan¨¢ticos que un ayatol¨¢, que intentan eliminar de las escuelas cualquier referencia a Darwin). Bien, yo creo que el estudio antropol¨®gico del fundamentalismo de los dem¨¢s puede servir para entender mejor la naturaleza del propio. Que vengan a estudiar nuestro concepto de guerra santa (podr¨ªa aconsejarles muchos escritos interesantes, incluso recientes) y quiz¨¢ ver¨ªan con una mirada m¨¢s cr¨ªtica la idea de una guerra santa en su casa. En el fondo, nosotros, los occidentales, hemos reflexionado sobre los l¨ªmites de nuestro propio modo de pensar describiendo la pens¨¦e sauvage (pensamiento salvaje).
Uno de los valores de los que habla mucho la civilizaci¨®n occidental es la aceptaci¨®n de las diferencias. Te¨®ricamente estamos todos de acuerdo, es pol¨ªticamente correcto decir en p¨²blico que alguien es gay, pero despu¨¦s, en casa, se dice entre risitas que es marica. ?C¨®mo podemos ense?ar la aceptaci¨®n de las diferencias? La Academie Universelle des Cultures ha puesto en la red un sitio donde se est¨¢n elaborando materiales sobre diferentes temas (color, religi¨®n, usos y costumbres, y as¨ª sucesivamente) para los educadores de cualquier pa¨ªs que quieran ense?ar a sus colegiales a aceptar a los que son diferentes a ellos. Ante todo, se ha decidido no mentir a los ni?os afirmando que todos somos iguales. Los ni?os se dan perfecta cuenta de que algunos vecinos o compa?eros de colegio no son iguales a ellos, tienen la piel de otro color, los ojos rasgados, el pelo m¨¢s liso o m¨¢s rizado, comen cosas raras, no hacen la primera comuni¨®n. Y tampoco basta con decirles que todos son hijos de Dios, porque tambi¨¦n los animales son hijos de Dios y, sin embargo, los ni?os nunca han visto a una cabra en la c¨¢tedra ense?¨¢ndoles ortograf¨ªa. Por tanto, hay que decir a los ni?os que los seres humanos son muy diferentes entre s¨ª, y explicarles bien en qu¨¦ son diferentes, para ense?arles despu¨¦s que estas diferencias pueden ser una fuente de riqueza.
El maestro de una ciudad italiana deber¨ªa ayudar a sus ni?os italianos a entender por qu¨¦ otros ni?os rezan a una divinidad diferente, o tocan una m¨²sica que no se parece al rock. Naturalmente, lo mismo deber¨ªa hacer un educador chino con ni?os chinos que vivan junto a una comunidad cristiana. El paso siguiente ser¨¢ mostrar que hay algo en com¨²n entre nuestra m¨²sica y la suya, y que tambi¨¦n su Dios recomienda algunas cosas buenas. Objeci¨®n posible: nosotros lo har¨ªamos en Florencia, ?pero lo har¨¢n tambi¨¦n en Kabul? Bien, esta objeci¨®n es lo m¨¢s alejado que pueda haber de los valores de la civilizaci¨®n occidental. Nosotros somos una civilizaci¨®n pluralista, porque consentimos que en nuestro pa¨ªs se levanten mezquitas, y no podemos renunciar a ello s¨®lo porque en Kabul encarcelan a los propagandistas cristianos. Si lo hici¨¦ramos, nos convertir¨ªamos tambi¨¦n nosotros en talib¨¢n.
El par¨¢metro de la tolerancia y la diversidad es desde luego uno de los m¨¢s fuertes y menos discutibles, y nosotros consideramos que nuestra cultura es madura porque sabe tolerar la diversidad, y nos parecen b¨¢rbaros aquellos que pertenecen a nuestra cultura y no toleran esta diversidad. Punto. De otra forma, ser¨ªa como si decidi¨¦ramos que si en determinada zona del mundo hay todav¨ªa can¨ªbales, nosotros vamos a ir a com¨¦rnoslos, para que aprendan. Nosotros esperamos que, en vista de que permitimos las mezquitas en nuestro pa¨ªs, alg¨²n d¨ªa haya iglesias cristianas o no se bombardee a los budas en el suyo. Esto si creemos en la validez de nuestros par¨¢metros.
Confusi¨®n bajo el cielo
Hay mucha confusi¨®n bajo el cielo. En estos tiempos ocurren cosas muy curiosas. Parece que la defensa de los valores de Occidente se ha convertido en un estandarte de la derecha, mientras que la izquierda, como de costumbre, es partidaria de los isl¨¢micos. Ahora bien, aparte del hecho de que hay una derecha y hay un catolicismo integrista decididamente tercermundista, filo¨¢rabe y dem¨¢s, no se tiene en cuenta un fen¨®meno hist¨®rico que est¨¢ a la vista de todos: la defensa de los valores de la ciencia, del desarrollo tecnol¨®gico y de la cultura occidental moderna siempre ha sido en general una caracter¨ªstica de las alas laica y progresista. No s¨®lo eso, sino tambi¨¦n que todos los reg¨ªmenes comunistas se remontan a una idea de progreso tecnol¨®gico y cient¨ªfico. El manifiesto de 1848 se abre con un elogio desapasionado de la expansi¨®n burguesa; Marx no dice que hay que invertir el rumbo y pasar al modo de producci¨®n asi¨¢tico, s¨®lo dice que los proletarios se deben adue?ar de estos valores y de estos ¨¦xitos.
Por el contrario, siempre ha sido el pensamiento reaccionario (en el sentido m¨¢s noble de la palabra), por lo menos empezando con el rechazo a la revoluci¨®n francesa, el que se ha opuesto a la ideolog¨ªa laica del progreso afirmando que hay que volver a los valores de la tradici¨®n. S¨®lo algunos grupos neonazis se remontan a una idea m¨ªtica de Occidente y estar¨ªan dispuestos a degollar a todos los musulmanes en Stonehenge. Los pensadores m¨¢s serios de la tradici¨®n (entre ellos, tambi¨¦n muchos que votan a Alianza Nacional ) siempre han recurrido, adem¨¢s de a ritos y mitos de los pueblos primitivos, o a la lecci¨®n budista, precisamente al islam, como fuente todav¨ªa actual de espiritualidad alternativa. Siempre han estado ah¨ª para recordarnos que nosotros no somos superiores, sino que estamos enardecidos por la ideolog¨ªa del progreso y que debemos buscar la verdad entre los m¨ªsticos suf¨ªes o los derviches danzantes. Y esto no lo digo yo, siempre lo han dicho ellos. Basta con acudir a una librer¨ªa y buscar en los estantes adecuados.
En este sentido se est¨¢ abriendo en la derecha una curiosa brecha. Pero quiz¨¢ sea s¨®lo una se?al de que en los momentos de desconcierto (y desde luego estamos viviendo uno) nadie sabe ya de qu¨¦ parte est¨¢. Pero precisamente en los momentos de desconcierto hay que saber utilizar el arma del an¨¢lisis y de la cr¨ªtica, de nuestras supersticiones y de las ajenas. Espero que esto se discuta en las escuelas, y no s¨®lo en las conferencias de prensa.
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