La centenaria Railtrack descarrila en manos privadas
La intervenci¨®n de la compa?¨ªa por el Gobierno genera desconfianza entre los empresarios
La decisi¨®n del Gobierno laborista de intervenir la empresa privada que gestiona el tendido, las se?ales y las estaciones de los ferrocarriles brit¨¢nicos ha puesto en entredicho la pol¨ªtica de privatizaciones del Partido Conservador puesta en marcha por Margaret Thatcher en los ochenta y culminada por John Major en los noventa, pero tambi¨¦n ha abierto una fosa de dimensiones todav¨ªa desconocidas entre el Nuevo Laborismo de Tony Blair y el mundo de los negocios.
Esa brecha quiz¨¢ sea enorme o quiz¨¢ un simple paso. Pero hoy existe, y a los laboristas les preocupa. La desconfianza no la ha provocado tanto la decisi¨®n de intervenir la compa?¨ªa, en lo que para muchos es una renacionalizaci¨®n encubierta, sino el hecho de que el ministro de Transportes, Stephen Byers, se haya desdicho del acuerdo alcanzado tiempo atr¨¢s por Railtrack con la autoridad reguladora de los ferrocarriles para inyectar 1.500 millones de libras con respaldo p¨²blico. Cuando Railtrack, acuciada por la falta de liquidez, reclamaba la primera entrega de fondos, Byers, con el apoyo del primer ministro, Tony Blair, respondi¨® llev¨¢ndola a los tribunales para solicitar su intervenci¨®n.
La intervenci¨®n pone en entredicho las privatizaciones de los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y John Major
Los empresarios advierten que esa decisi¨®n mina la confianza en cualquier negociaci¨®n futura con el Ejecutivo. 'El Gobierno tiene que actuar con rapidez para restablecer la confianza de los inversores', ha advertido Digby Jones, director de la patronal Confederaci¨®n de la Industria Brit¨¢nica. Visiblemente satisfechos por el devenir de los acontecimientos, los conservadores, atenazados siempre por su propia responsabilidad en el debate sobre los servicios p¨²blicos, han cargado contra el Gobierno. '?Qui¨¦n en su sano juicio va a involucrarse en acuerdos p¨²blico-privados?', se pregunta el responsable de Transportes tory, Eric Pickles.
Las dudas sobre el juego limpio del Gobierno se han acrecentado al saberse que la principal asesora del ministro Byers, Jo Moore, aconsej¨® aprovechar la conmoci¨®n del 11 de septiembre para 'enterrar las malas noticias'. Es decir, para tomar decisiones pol¨¦micas que normalmente tendr¨ªan mayor impacto medi¨¢tico. Su patr¨®n decidi¨® la intervenci¨®n de Railtrack el viernes 5 de octubre y la confirm¨® p¨²blicamente el domingo 7, horas antes de que cayeran las primeras bombas sobre Afganist¨¢n.
Seguramente el Gobierno esperaba m¨¢s cr¨ªticas hacia los gestores de Railtrack que a s¨ª mismo. En apenas cinco a?os, desde que en 1996 John Major decidiera privatizar el consorcio que alquila el tendido, las se?ales y las estaciones a las 28 compa?¨ªas privadas que conforman el servicio ferroviario brit¨¢nico, Railtrack ha convertido el m¨ªtico tren ingl¨¦s en un desastre e incluso un peligro para sus pasajeros.
Pero en lugar de cargar contra los gestores privados, los medios han puesto el acento en la torpeza de los responsables p¨²blicos y corre la especie de que no hay despacho de abogados en la City que no est¨¦ preparando una denuncia contra el Gobierno en nombre de alg¨²n grupo de accionistas.
Railtrack, que basaba su estrategia de inversiones en la alta rentabilidad que esperaba dar a sus acciones, sali¨® al mercado a 3,8 libras por acci¨®n. En dos a?os la cotizaci¨®n subi¨® hasta 17 libras y empez¨® entonces un paulatino descenso que la llev¨® a las 2,8 libras del viernes 5 de octubre, su ¨²ltima aparici¨®n en Bolsa. Los accionistas, a la cola de los acreedores y asustados por la posibilidad de quedarse con las manos vac¨ªas, han puesto el grito en el cielo y atacan m¨¢s al Gobierno que a sus gestores.
Acongojado por la dimensi¨®n pol¨ªtica que empieza a tomar la protesta de accionistas y acreedores, el poderoso ministro del Tesoro, Gordon Brown, tuvo que salir al paso del catastrofismo y asegurar que todos cobrar¨¢n, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano. Y el de Transportes, Stephen Byers, que quiere convertir Railtrack en un consorcio privado sin ¨¢nimo de lucro, estudia ahora las ofertas de compra del banco alem¨¢n WestLb y sondea a otros posibles compradores como los bancos Barclays y Citigroup, asegura Financial Times.
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