'As¨ª da gusto trabajar'
Cuando acab¨® la carrera a¨²n no hab¨ªa estallado la tormenta. S¨®lo hab¨ªa alegr¨ªa. Lleg¨® Sevilla, el enorme, cruz¨® la meta, la cara negra, de minero, barrillo que le hab¨ªa salpicado desde las ruedas de los dem¨¢s, el peinado a¨²n perfecto, pese al casco, gui?¨® un ojo, sonri¨® de oreja a oreja y dijo: 'As¨ª da gusto trabajar'. Lo dec¨ªa por Freire, claro, por el corredor que nunca falla, el delantero que mete los goles. Lo dijo Sevilla y fue a abrazarse con todos los dem¨¢s. Con ?ngel Casero, tambi¨¦n, con su rival en la Vuelta; ah¨ª es nada, el primero y segundo de la Vuelta olvidando sus egos, trabajando de gregarios. Y el tercero del Tour tambi¨¦n, Joseba Beloki, que dijo: 'Hemos demostrado que las figuras tambi¨¦n sabemos trabajar. Y lo hemos hecho con mucho gusto para ?scar, que da garant¨ªas. Freire sabe decidir'. Fue una explosi¨®n electrizante la que sacudi¨® al box de la selecci¨®n espa?ola. Abrazos, besos y felicitaciones. Todos los egos resumidos en uno, en el del ¨²nico Freire.
Ninguno, claro, pensaba en el dinero. En los casi dos millones de pesetas de prima que ofrec¨ªa el Consejo Superior de Deportes, ni en los 25 millones, a repartir entre todos, que daba Giorgio Squinzi, el patr¨®n del Mapei, un loco del Mundial, el jefe de Freire.
Luego empez¨® a llover. Empez¨® a llover a mares justo despu¨¦s de que un centenar de fans de Freire, de su pe?a de Torrelavega, invadiera la zona de meta; justo despu¨¦s de la ceremonia del podio, Freire, s¨ª, con zapatos de ciclista, no de calle, del himno y dem¨¢s, de la emoci¨®n del c¨¢ntabro vistiendo su segundo arcoiris.
Despu¨¦s llovi¨®. Freire, el taciturno y somnoliento ciclista que a las nueve de la ma?ana miraba preocupado el cielo encapotado, ya no sufr¨ªa. Estaba bajo techo, estaba dando su conferencia de prensa. A¨²n feliz. 'Pero no es comparable a lo que sent¨ª en Verona. Aquella victoria cambi¨® mi vida deportiva y tambi¨¦n la personal. Entonces ni me la esperaba, y ¨¦sta, que es superimportante, era yo el favorito. Pero no la cambiar¨ªa nunca por la primera'. Entonces, en Verona, Freire no exist¨ªa para nadie, ni siquiera para su equipo, el Vitalicio, que no le renovaba. Fue un ciclista en el paro quien gan¨® aquel Mundial. Un ciclista ¨²nico quien gan¨® ¨¦ste.
Termina la conferencia de prensa. Freire dedica la victoria a su novia y a su abuela, que est¨¢ enferma. Habla por tel¨¦fono con su patr¨®n y le promete que en 2002 ganar¨¢ la Mil¨¢n-San Remo. Despu¨¦s corre bajo el diluvio. No le da tiempo a o¨ªr al seleccionador, a un Antequera s¨²bitamente meditabundo. 'Me preocupa que hemos entrado en una din¨¢mica de conseguir medallas todos los a?os y el d¨ªa que no se logre va a parecer un fracaso'. Parece que no conoce a Freire, o que no se acuerda de que Freire s¨®lo tiene 25 a?os.
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