Ecuaci¨®n
Para aliviar la sed de venganza de su opini¨®n p¨²blica, los Estados Unidos han comenzado a escenificar el ajusticiamiento simb¨®lico de Bin Laden, y para eso ejecutan talibanes con misiles Tomahawk como quien mata t¨¢banos a ca?onazos. La prensa europea aplaude la funci¨®n, legitimando un espect¨¢culo tan limpio como purificador. Y lo mismo hacen nuestros Gobiernos de uno u otro color, enfeudados como est¨¢n al dictado protector del irascible amigo americano. Mientras tanto, se encona en Espa?a el m¨¢s grave problema al que se enfrenta Aznar, acosado por ominosas acusaciones de corrupci¨®n de las que ya no podr¨¢ salir indemne.
Hasta ahora, los peores casos denunciados, como Baleares o Ercros, pod¨ªan aliviarse con faenas de ali?o del fiscal general del Estado, cuyo pluriempleo como defensor de ministros estaba avalado por el precedente de sus antecesores socialistas. Pero el caso Gescartera ya no lo para ni Cardenal, cuyos subordinados de obediencia debida no podr¨¢n impedir que la juez instruya el sumario con la paciencia de una termita jurisdiccional. Sin entrar en detalles t¨¦cnicos, hay dos dudas que me asaltan cuando leo las cr¨®nicas sobre el esperpento Gescartera. La primera es anecd¨®tica, pues s¨®lo plantea una cuesti¨®n de casting, por decirlo as¨ª: ?qu¨¦ papel desempe?a Pedro J. Ram¨ªrez en todo este embrollo? Conociendo la trayectoria conspiratoria del personaje, y dado que su diario se ha puesto desde un comienzo a la cabeza de la manifestaci¨®n inquisitorial contra Gescartera, aqu¨ª tiene que haber gato encerrado. Pero, ?qu¨¦ tipo de gato: de los que cazan ratones o de los que dejan que se escapen?.
En un principio, pareci¨® que El Mundo buscaba chivos expiatorios sobre los que descargar todas las responsabilidades gubernamentales, y por eso eleg¨ªa a los Gim¨¦nez-Reyna como cabezas de turco con los que exculpar a la gente de Rato implicada hasta las cejas. Pero ahora resulta que es el propio Pedro J. quien no duda en denunciar a Rato en persona, aireando sus trapos sucios crediticios con el banco sospechoso de encubrir el agujero descubierto. ?A qu¨¦ juega Ram¨ªrez? ?A intervenir en las luchas por el poder dentro del PP? ?A pasar factura por no haber sido nombrado virrey medi¨¢tico? ?A deshacerse del actual sucesor de Aznar, igual que antes se carg¨® a Villalonga? ?O a condicionar su designaci¨®n del futuro tapado, alardeando de ser ¨¦l quien a¨²pe al pr¨®ximo presidente, igual que hizo con Aznar ayud¨¢ndole a desbancar a su antecesor?
La otra duda que me inquieta es m¨¢s seria, pues consiste en saber por qu¨¦ tard¨® tanto la CNMV en intervenir Gescartera, permitiendo que su agujero creciese hasta los 18.000 millones, cuando desde dos a?os antes, por lo menos, ya sab¨ªan en esa casa que el descubierto superaba los 4.000. ?C¨®mo se pudo tolerar tan duradero ejercicio de impunidad? ?A qui¨¦n o a qui¨¦nes se quer¨ªa encubrir o favorecer? ?C¨®mo comprender tanta desfachatez, que antes o despu¨¦s se ten¨ªa que descubrir, manifestando tan irresponsable prevaricaci¨®n? La ¨²nica manera de entenderlo que se me ocurre es apelando a la 'ecuaci¨®n b¨¢sica de la corrupci¨®n', propuesta por Klitgaard en 1988 y aplicada entre nosotros por Francisco Laporta para explicar los esc¨¢ndalos socialistas. Tal ecuaci¨®n sostiene que Corrupci¨®n = Monopolio + Discrecionalidad - Responsabilidad (en el sentido de rendici¨®n de cuentas). El monopolio del poder est¨¢ garantizado por la mayor¨ªa absoluta de Aznar, el exceso de discrecionalidad implica ausencia formal de procedimientos reglados previsibles y el d¨¦ficit de responsabilidad se da cuando no existen instancias reguladoras independientes del poder. Pues bien, los tres factores coinciden en Gescartera.
Y cuando esa ecuaci¨®n se da, sea con Gonz¨¢lez o sea con Aznar, la corrupci¨®n deviene cuasi inevitable. A todo lo cual se sobrea?ade el hecho de que, como sucede peri¨®dicamente cobrando actualidad en estas fechas, los partidos mayoritarios se reparten a discreci¨®n los puestos a renovar en las instituciones reguladoras formalmente independientes ante las que debieran rendir cuentas. Lo cual plantea serias dudas sobre el dise?o constitucional que alumbr¨® la Transici¨®n, posibilitando una normalizaci¨®n democr¨¢tica que incluye la normalidad de la corrupci¨®n.
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