Bush quiere derrocar a los talibanes sin apoyar a la oposici¨®n

Estados Unidos se enfrenta a un dilema en su campa?a militar en Afganist¨¢n: c¨®mo destruir al r¨¦gimen talib¨¢n sin potenciar a los guerrilleros de la Alianza del Norte. Entretanto, cualificados representantes de la guerrilla antitalib¨¢n, tanto dentro como fuera del pa¨ªs, han hecho llegar a Washington su disgusto por la ausencia de ayuda estadounidense. Los recelos de Pakist¨¢n a un excesivo poder de la Alianza del Norte condicionan la pol¨ªtica de EE UU.

'La estrategia militar se basa en la cooperaci¨®n mutua y, hasta ahora, esa cooperaci¨®n ha brillado por su ausencia, a pesar de que la hemos solicitado insistentemente', declar¨® ayer a TheNew York Times el representante de la Alianza en Washington, Harmon Amin, haci¨¦ndose eco de las repetidas quejas expresadas por los jefes militares de su grupo en el interior de Afganist¨¢n.

Las quejas de la Alianza contradicen abiertamente la afirmaci¨®n hecha el mi¨¦rcoles por el propio presidente George W. Bush en California, camino de Shanghai, en el sentido de que los bombardeos 'est¨¢n allanando el camino para que tropas terrestres amigas puedan, de forma lenta, pero segura, estrechar el cerco' en torno a los talibanes.

Los bombardeos, que continuaron ayer por decimotercer d¨ªa consecutivo, se siguen concentrando en torno a Kabul y Kandahar, sin pr¨¢cticamente aparecer por las zonas del norte del pa¨ªs que controla la Alianza. Y, significativamente, se dirigen contra almacenes de munici¨®n, bater¨ªas antia¨¦reas y otros objetivos materiales, sin apenas atacar concentraciones de tropas. ?sta es una guerra en la que hasta el momento no se ha anunciado, ni por una parte ni por otra, una sola baja militar, aunque se ha entrado en una guerra de propaganda sobre las v¨ªctimas civiles.

Cada vez parece m¨¢s claro que Estados Unidos no se decide a pisar el acelerador con el lanzamiento de la campa?a terrestre no s¨®lo para no ofender al preciado amigo paquistan¨ª, enemigo declarado de la Alianza del Norte, sino porque teme que la ca¨ªda de los talibanes, sin tener un recambio preparado, puede sumir a Afganist¨¢n en un caos mayor que el actual.

Estos temores fueron puestos de manifiesto el mi¨¦rcoles en la reuni¨®n que el enviado especial de las Naciones Unidas para Afganist¨¢n, el argelino Lajdar Brahimi, mantuvo a puerta cerrada con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Seg¨²n ha trascendido, el mensaje de Brahimi a los 15 miembros del Consejo fue rotundo: todas las opciones son malas y lo que hay que hacer es buscar la menos mala. Brahimi conoce perfectamente el percal afgano. Hace dos a?os abandon¨® el mismo cargo, para el que ha sido repescado ahora por el secretario general, Kofi Annan, ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo de m¨ªnimos que pusiera fin a la guerra civil afgana.

El temor a que se produzca un peligroso vac¨ªo de poder en Afganist¨¢n parece calcado del expresado hace ahora 10 a?os por el padre del actual presidente durante la guerra del Golfo, cuando detuvo la ofensiva del general Norman Schwarzkopf sobre Bagdad ante la posibilidad de que Irak se desintegrara si se produc¨ªa la ca¨ªda de Sadam Husein sin tener un recambio a su r¨¦gimen. En Afganist¨¢n, la situaci¨®n ser¨ªa todav¨ªa m¨¢s grave ante la inexistencia de una estructura estatal propiamente dicha.