La batalla de Mazar-i-Sharif
La Alianza del Norte conf¨ªa en un r¨¢pido desmoronamiento de las defensas talibanes en el norte
La carretera de Salang es otra met¨¢fora de la guerra afgana. Se trata de la ¨²nica asfaltada del pa¨ªs, la que recorre los 400 kil¨®metros entre la capital y la norte?a Mazar-i-Sharif, pero resulta una calzada in¨²til, pues no conduce a ninguna parte; s¨®lo es transitable durante 25 kil¨®metros, hasta el t¨²nel que Ahmed Masud orden¨® volar en 1999 para frenar el avance de los talibanes. Construida como expresi¨®n de una t¨ªmida modernidad en los a?os setenta, se encuentra destrozada: baches horadados por las minas anticarro y los obuses, puentes dinamitados, pasadizos en los que el sol se filtra por la techumbre y mucha basura b¨¦lica, la oxidada pertenece a los sovi¨¦ticos; la reciente, a este conflicto. Las veredas est¨¢n salpicadas de pastos y tumbas engalanadas con estandartes verdes, el color del islam; son sepulturas que pertenecen a los muyahidin muertos en combate.
Este paisaje desolador es la prueba de la importancia hist¨®rica de Salang. Por este valle impresionante y bello, cuyas monta?as m¨¢s altas se elevan por encima de los 4.000 metros de altura, lucharon todas las facciones, y por ¨¦l deber¨¢n descender las tropas de Rashim Dostum, una vez que tomen la ciudad de Mazar-i- Sharif.
El general de la Alianza del Norte Abdul Basir, responsable del frente de Salang, se inclina sobre la mesa de su despacho, coge un bol¨ªgrafo entre los dedos y dibuja un croquis del frente de Mazar-i-Sharif. Parece feliz con las ¨²ltimas novedades. 'Dostum est¨¢ aqu¨ª, a dos kil¨®metros del aeropuerto, y el general Astat Ata se encuentra a las afueras de la base talib¨¢n de Dedode. La toma de la ciudad es cuesti¨®n de d¨ªas', afirma radiante. Los miembros de su estado mayor, tocados con el pakol tayiko, miran el boceto y asienten. 'Despu¨¦s caer¨¢ el norte. Los talibanes cuentan all¨ª con 15.000 soldados, de los cuales 5.000 son extranjeros, y el resto, muchos campesinos movilizados a la fuerza. Confiamos en las deserciones. As¨ª podremos liberar esta carretera y traer m¨¢s hombres para la conquista de Kabul', asegura el general Basir. 'Estamos en contacto constante con Dostum; en el momento adecuado lanzaremos una ofensiva m¨¢s all¨¢ del t¨²nel para ayudar a sus fuerzas'.
El t¨²nel al que se refiere el general est¨¢ a 3.000 metros (el m¨¢s alto del mundo) y tiene cuatro kil¨®metros de longitud; hoy es un amasijo de hierros retorcidos. La carretera se corta 200 metros antes. En el interior hace fr¨ªo. Una senda construida con chatarra de vainas, bidones y maderas sirve para salvar el agua que lo inunda y curiosear unos pasos. Se trata de una obra de ingenier¨ªa muerta. Las tropas de Basir deber¨¢n escalar las monta?as para asomarse a las posiciones enemigas.
La fusi¨®n de las fuerzas de la Alianza del Norte y del centro podr¨ªa llevar semanas o meses. Con las primeras nieves, las operaciones militares en las zonas monta?osas tendr¨¢n que ser suspendidas hasta la primavera. Basir conf¨ªa en que una conquista r¨¢pida de Mazar-i-Sharif provoque la fuga de los talibanes y el desmoronamiento de sus defensas. 'Mazar-i-Sharif no es una ciudad past¨²n; la poblaci¨®n es turcomana y uzbeca sobre todo, y con una fuerte influencia shi¨ª. Odia a los ocupantes y su pol¨ªtica; confiamos en que la presencia de nuestras tropas provoque un levantamiento interno. La conquista del norte no ser¨¢ una cuesti¨®n de meses; estoy convencido de que las cosas pueden ir muy r¨¢pidas'.
En el norte de Kabul, los mandos de la Alianza conf¨ªan mucho en el asalto a Mazar-i-Sharif, donde no media el veto de Pakist¨¢n, el aliado de EE UU en esta guerra. Reconocida su incapacidad total para atacar Kabul -admitida de hecho en sus constantes aplazamientos de la llamada ofensiva final-, la Alianza dispone de dos ¨²nicas alternativas: el bombardeo estadounidense sobre las primeras l¨ªneas talibanes (aviones norteamericanos volvieron a atacar ayer posiciones cercanas a la base a¨¦rea de Bagram) o que las tropas del general Dostum se sumen a la ofensiva. 'Con ¨¦l ganar¨ªamos potencia de fuego; podr¨ªamos dominar Kabul sin la ayuda de los americanos', dice una fuente aliancista. Otra, en cambio, apunta: 'No es que Estados Unidos nos proh¨ªba la entrada en la ciudad, pero ser¨ªa muy diferente que nos ayudara a tomar la ciudad; eso significar¨ªa tomar partido'.
Mientras, el valle de Salang se mantiene como una doble met¨¢fora: la de una carretera asfaltada hace 30 a?os, y que no conduce a ninguna parte, y la de un ej¨¦rcito que debe esperar siempre la llegada de un salvador exterior para lograr sus fines. Los muyahidin aguardan ociosos la orden de atacar. Se entretienen en la limpieza de su vetusto armamento y con los partidos de balonvolea. Parecer¨ªa un patio de colegio: 25 milicianos en cada bando pugnando, sin ¨¢rbitro, por un bal¨®n, si no fuera porque sus 25 Kal¨¢shnikov reposan en una roca a pie de campo.
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