Algo queda
Antes, con Lazarillo y dem¨¢s indigentes, la coartada era el hambre. El p¨ªcaro era un delincuente con 'causa', y esa causa era justa. Pero ahora, la figura del p¨ªcaro profesional ha sufrido una penosa involuci¨®n.
Busc¨¢bamos un piso de alquiler en Madrid y decidimos, ingenuamente, contratar los servicios de una 'agencia'. Antes de que les hubi¨¦semos pagado nada, nos aseguraron que no habr¨ªa problema, que en la zona que m¨¢s nos interesaba hab¨ªa pisos 'a patadas'. Nos quedamos tranquilos. Y pagamos 49.000 pesetas.
Al d¨ªa siguiente nos presentamos all¨ª confiando en que ya habr¨ªan encontrado un piso o, al menos, habr¨ªan concretado citas para que nos ense?aran algunos. Pero no. Nos dieron un papelucho en el que hab¨ªan apuntado cuatro n¨²meros de tel¨¦fono. Tres de ellos comunicaron todo el d¨ªa.
El otro piso ya estaba alquilado. Miramos el peri¨®dico. All¨ª estaban los cuatro tel¨¦fonos, entre los primeros de la lista de 'alquileres en Madrid'. En resumen: pagamos 49.000 pesetas para que nos pasaran cuatro n¨²meros de tel¨¦fono que se pod¨ªan encontrar en cualquier diario. ?sa fue su ardua labor. Les hemos dicho que 'esto no es serio'. Les hemos sugerido que 'hagan algo m¨¢s'. Les hemos pedido que nos devuelvan el dinero.
Les exigimos, finalmente, que nos dieran las pesetas o los denunciar¨ªamos (se arm¨® un gran jaleo: muchos otros clientes se unieron en el coro de protestas). Pero no hubo manera.
Tienen coartada legal: al parecer, est¨¢ tipificado que no existe timo hasta que no se rebasan las 50.000 pesetas robadas (los p¨ªcaros no son inteligentes, pero s¨ª astutos). Hemos tenido que buscar un piso por nosotros mismos, gastando muchos miles de pesetas en llamadas y billetes de metro. Esta agencia de timos est¨¢ situada en la capital de Espa?a, y no en las afueras precisamente.
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