En el fondo del mar
La fotograf¨ªa que ilustra este art¨ªculo, y que recuerda el paisaje del anuncio de BMW de la mano por la ventana, pertenece a un carrete que, hasta hace poco, descansaba en el fondo del mar. La historia empieza cuando Joan S., de profesi¨®n fot¨®grafo, est¨¢ de vacaciones en Calella, concretamente en una playa de arena id¨¦ntica a la del mismo mar de todos los veranos. En recuerdo de los tiempos en los que practicaba el submarinismo, al fot¨®grafo todav¨ªa le da por bucear de vez en cuando, sin traje de neopreno ni bombonas de ox¨ªgeno, s¨®lo con unas gafas y un tubo. Son incursiones breves, de pocos metros, en las que Joan S. pone a prueba su capacidad pulmonar y su destreza a la hora de recoger peque?os tesoros. Seg¨²n me cuenta, el fondo del mar es un curioso vertedero cubierto de sorpresas. No se refiere al fuselaje de un avi¨®n ca¨ªdo durante la guerra cerca de Matar¨®, que se ha convertido en lugar de peregrinaje de los submarinistas de la zona, sino a objetos abandonados, como enormes botes de pintura, casi siempre vac¨ªos, zapatos desparejados o bater¨ªas de coche. A veces, alguna caracola marina recuerda la existencia de vida subacu¨¢tica aunque, en seg¨²n qu¨¦ lugares, lo que predomina son las latas vac¨ªas de cerveza y otros materiales de dif¨ªcil reciclaje.
Sospecho que lanzaron el carrete al mar para que alguien lo encontrase y les diera una nueva dimensi¨®n a unas vulgares vacaciones
De repente, en una de esas breves incursiones, el fot¨®grafo reconoce el color amarillo y negro del chasis de un carrete fotogr¨¢fico Kodak Gold. Se acerca y, con delicadeza, como si se tratase del viol¨ªn de uno de los m¨²sicos que se hundieron en el Titanic, lo recoge y se lo lleva a la superficie. La experiencia le dice que el chasis no est¨¢ vac¨ªo sino que, por su peso y la resistencia del rodillo interior, contiene algo. Como el escritor que, por casualidad, encuentra un manuscrito en el asiento de atr¨¢s de un taxi en el que quiz¨¢ pueda inspirarse para superar su crisis creativa, el fot¨®grafo se siente impaciente por averiguar qu¨¦ im¨¢genes contiene el oxidado carrete. Durante unos d¨ªas, lo deja secar para luego lavarlo a conciencia y as¨ª evitar que la sal estropee la pel¨ªcula. Tras sucesivas operaciones de secado y lavado, finalmente decide revelarlo y van apareciendo 24 fotograf¨ªas del verano espa?ol de tres guiris j¨®venes, ataviados con las t¨ªpicas gafas de sol y camisetas al uso. Por su aspecto, podr¨ªan ser daneses, holandeses, belgas, canadienses o franceses. Las fotograf¨ªas son casi siempre de paisajes, aunque a veces aparecen dos de los viajeros, y en una instant¨¢nea incluso los tres, con la arena de una plaza de toros al fondo. Una vez reveladas, las fotograf¨ªas presentan algunas manchas producidas por la sal que les dan un aspecto todav¨ªa m¨¢s fantasmag¨®rico. Un paisaje castellano, el interior de la bas¨ªlica del Pilar, con el detalle de un letrero en el que se lee: 'Aqu¨ª se venera y besa el Pilar', esos inquietantes campos de girasoles retratados con ojo de road-movie, una vista exterior del Museo Guggenheim de Bilbao, una vista del monte Igueldo y del Kursaal donostiarras, una playa... en definitiva: el diario de unos guiris expresado con im¨¢genes que tienen, como ¨²nico m¨¦rito, haber dormido durante un tiempo en el fondo del mar y haber sido recuperadas por la curiosidad de un profesional. Pero son precisamente estas circunstancias las que nos obligan a mirarlas de otra manera, como si el hecho de haberse perdido primero, desaparecido despu¨¦s y finalmente resucitado les otorgara una nueva dimensi¨®n, sim¨¦tricamente opuesta a la vulgaridad de su contenido, como ocurre, salvando las distancias, con las fotograf¨ªas de primera comuni¨®n que esgrimen las madres de los desaparecidos o esas instant¨¢neas familiares que, junto a una vela encendida, homenajean la ausencia de cualquier v¨ªctima de la guerra o de un atentado. En eso pienso mientras devoro un libro que acaba de reeditarse tras muchos a?os de haber descansado en el fondo del mar de los libros agotados. Se titula Di¨¢logo con la fotograf¨ªa (Editorial Gustavo Gili) y recoge entrevistas con 21 fot¨®grafos del siglo XX (Man Ray, Cecil Beaton, Henri Cartier-Bresson, Manuel ?lvarez Bravo, Robert Doisneau...). Dice Cartier-Bresson: 'Nunca he estado interesado en el aspecto documental de la fotograf¨ªa, excepto como expresi¨®n po¨¦tica. S¨®lo me interesa la fotograf¨ªa que surge de la vida. El goce de mirar, la sensibilidad, la sensualidad, la imaginaci¨®n, todo lo que llega al coraz¨®n, se junta en el visor de una c¨¢mara'.
Y Robert Doisneau nos ilustra con esta reflexi¨®n: 'La fotograf¨ªa es un testigo falso, una mentira. La gente quiere probar que el universo existe. Es una imagen f¨ªsica que contiene cierta cantidad de documentaci¨®n, lo que est¨¢ muy bien, pero no es una prueba, un testimonio sobre el que pueda basarse una filosof¨ªa general'. ?Existen realmente las fotograf¨ªas tomadas por esos tres turistas? No lo s¨¦. Joan S. opina que probablemente el carrete se les cay¨® mientras pon¨ªan uno nuevo en la m¨¢quina, que quiz¨¢ estaban sobre uno de esos patines de playa y que les resbal¨®. Yo, en cambio, sospecho que lo lanzaron al mar expresamente, para que alguien lo encontrase y les diera una nueva dimensi¨®n a unas vulgares vacaciones de toros, sol, playa y sangr¨ªa.
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