El Albaic¨ªn, bajo la sombra de Bin Laden
La guerra en Afganist¨¢n enrarece y rodea de sospechas las relaciones en el barrio de Granada dominado por la comunidad musulmana
Un esp¨ªa o un polic¨ªa de la secreta pierden buena parte de su misterio y de su eficacia si la gente los saluda por la calle o les deja pagado el caf¨¦ en los bares. Es el caso de Mustaf¨¢, un marroqu¨ª de mediana edad y buen car¨¢cter que cada d¨ªa, llueva o haga calor, se pasea con su carpeta de cuero marr¨®n por el caf¨¦ Lisboa de Granada, justo en la frontera entre el Albaic¨ªn y la calle Reyes Cat¨®licos. Hasta ahora, Mustaf¨¢, que como todo buen esp¨ªa se dedica oficialmente a otra cosa, viv¨ªa tranquilo alternando con unos y con otros, poniendo la oreja en las tertulias, visitando de vez en cuando las redacciones de los peri¨®dicos para enterarse de los ¨²ltimos cotilleos, sabedor de que todo el mundo conoc¨ªa su secreto pero que nadie, por prudencia o ternura, se lo iba a desvelar. Hasta ahora, el esp¨ªa Mustaf¨¢ formaba parte de esa galer¨ªa de personajes raros que posee toda ciudad que se precie, pero desde que se produjo el ataque de Nueva York-y sobre todo tras la alusi¨®n de Osama Bin Laden al esplendor perdido de Al Andalus- ya nadie est¨¢ para demasiadas bromas en Granada, donde habitan 12.000 musulmanes con papeles y se estima que otros 20.000 lo hacen sin documentaci¨®n. Lo que antes era ex¨®tico ahora resulta sospechoso. Tan es as¨ª que Layla, una profesora de origen sirio, ha descolgado de las paredes de su casa todos los cuadros con referencias al islam.
No es que las calles se hayan despoblado de turistas, ni que los miles de estudiantes universitarios de todas las nacionalidades hayan dejado de transitar la noche por culpa de la guerra o el miedo, pero s¨ª se percibe en Granada un cambio de tono en las conversaciones, un recelo mayor de los unos hacia los otros. Aqu¨ª el islam no es una cosa lejana: vive en el barrio de al lado. Las calles del Albaic¨ªn est¨¢n llenas de teter¨ªas, restaurantes y pasteler¨ªas ¨¢rabes; de carnicer¨ªas donde no se vende cerdo y s¨ª pollos o carneros sacrificados de una manera especial; de lugares para la oraci¨®n. Que el vecino sea musulm¨¢n tiene sus ventajas para entender el conflicto en Afganist¨¢n, pero tambi¨¦n encierra algunos inconvenientes. Hay quien cree que el enemigo puede ser Rachid, el del 2? Derecha.
'Su Eminencia ya se lo advirti¨® a quienes se lo ten¨ªa que advertir y no le hicieron caso'. Quien habla as¨ª es un destacado miembro de la Iglesia y se refiere al arzobispo de Granada, Antonio Ca?izares, muy preocupado desde hace a?os con la expansi¨®n de la religi¨®n musulmana. Monse?or ha pedido ayuda en varias ocasiones al Gobierno del PP para frenar lo que, m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito religioso, considera un aut¨¦ntico problema para la seguridad del Estado. 'La diversidad de culturas por s¨ª misma', lleg¨® a decir el arzobispo durante una homil¨ªa, 'no da lugar autom¨¢ticamente a una humanidad mejor; el hecho m¨¢s decisivo de la historia de Andaluc¨ªa fue la llegada del cristianismo, en tanto que otro hecho [los ocho siglos de presencia musulmana] permanece s¨®lo como un residuo cultural, est¨¦tico o folcl¨®rico'. No faltan por supuesto quienes, desde la otra parte, sostienen justamente lo contrario, que el ¨²nico pasado verdaderamente andaluz de Andaluc¨ªa es el musulm¨¢n, sin tener en cuenta las herencias romanas, visigodas o castellanas.
'A los que lamentan la toma de Granada', escribi¨® Antonio Mu?oz Molina, 'cabr¨ªa preguntarles si preferir¨ªan vivir en el islam donde a los ladrones se les decapita o se les corta la mano y a las mujeres se las amortaja tras un velo o se las asesina por el simple hecho de querer estudiar'.
Hay datos para sospechar que la inmensa mayor¨ªa de los granadinos, sean ateos, cristianos o musulmanes, se encuentra a gusto sin recurrir a un extremo ni al otro, disfrutando de lo propio y tolerando lo ajeno, paseando por calles que homenajean a reyes cristianos y desembocan en plazas con nombres de califas. Aunque tampoco es mentira que una buena parte de la ciudad est¨¢ inquieta por un dato: los musulmanes no condenan a Bin Laden. Para ellos, el ¨²nico enemigo, el verdadero terrorista, es EE UU. Sin perder la sonrisa, el esp¨ªa Mustaf¨¢ insiste una y otra vez: 'No hay ning¨²n dato cierto que incrimine a Bin Laden. Sospecho que detr¨¢s de todo est¨¢n los servicios secretos americanos o israel¨ªes. Se acaba de abrir la veda del musulm¨¢n'.
Dice Mustaf¨¢ que Occidente aprovechar¨¢ la excusa de Bin Laden para acosar al islam. Y no s¨®lo con los ej¨¦rcitos. 'Cada uno va a contribuir en la medida de sus posibilidades. Desde hace unos d¨ªas', explica, 'la polic¨ªa municipal nos est¨¢ sometiendo a mucha presi¨®n, piden los papeles continuamente a los comerciantes, persiguen como nunca antes a los vendedores ambulantes...'. Siempre ha existido buena armon¨ªa entre los comerciantes de recuerdos t¨ªpicos, aunque ya hay quien empieza a verle las orejas al lobo. El jueves pasado, un comerciante del centro de la ciudad, temeroso por un posible baj¨®n en las ventas, telefone¨® a un programa de radio para decir que no todos los que venden teteras, l¨¢mparas o alfombras son ¨¢rabes. 'No est¨¢ bien', lleg¨® a decir, 'que paguen justos por pecadores'.
El viernes por la noche, las asociaciones isl¨¢micas de la ciudad convocaron a los musulmanes para rezar en una plaza. S¨®lo asistieron ocho. 'No queremos hacer declaraciones ni salir en la televisi¨®n, s¨®lo queremos rezar', dijo uno de ellos, inquietos por la cantidad de periodistas -que los doblaban en n¨²mero- y sobre todo por un considerable despliegue de polic¨ªas de paisano. Antes de escabullirse por una calle lateral, se justific¨®: 'Nos sentimos vigilados'.
Y lo est¨¢n. La polic¨ªa se jacta de tener controlados desde hace a?os a algunos musulmanes de Granada que ya no est¨¢n aqu¨ª pero que ahora est¨¢n jugando un papel significativo en el conflicto de Afganist¨¢n. 'Esta ciudad', explica un antiguo alto mando policial de la ciudad, 'siempre ha sido el puente entre el islam y Occidente. Aquellos ocho siglos dejaron su huella, para lo bueno y para lo malo. Y lo peor puede empezar ahora...'. Se refiere el polic¨ªa a los inmigrantes de segunda generaci¨®n, m¨¢s radicales que sus padres -preocupados casi en exclusiva por procurarse un puesto de trabajo y traer a la familia-; m¨¢s preparados acad¨¦micamente pero tambi¨¦n m¨¢s desenga?ados ante las perspectivas de falta de empleo que comparten con muchos j¨®venes espa?oles. 'De existir peligro', insiste el polic¨ªa, 'no vendr¨¢ de los grupos isl¨¢micos habituales en Granada -musulmanes espa?oles, colectivos universitarios e inmigrantes reci¨¦n llegados-, sino de la primera generaci¨®n de ¨¢rabes nacidos aqu¨ª. Si ya es dif¨ªcil para la polic¨ªa infiltrarse en un grupo juvenil para investigar asuntos de droga o de violencia organizada, el asunto raya lo imposible cuando se trata de extranjeros con un idioma y unas costumbres muy diferentes'.
Seg¨²n algunos expertos, el punto de intersecci¨®n entre un mundo y otro podr¨ªan desempe?arlo los musulmanes espa?oles, pero no lo hacen. 'En un 90%', dice Miguel Jos¨¦ Hagerty, profesor de ¨¢rabe, 'se trata de conversos que proceden de crisis espirituales con el catolicismo o resentidos de la izquierda. Formaron un grupo suf¨ª al final de los a?os setenta y fueron instal¨¢ndose en el Albaic¨ªn'.
Ahora son mayor¨ªa en el barrio. Pasear por sus calles empinadas es hacerlo por la medina de Tetu¨¢n o de Fez, oler los mismos olores, escuchar el mismo idioma, pero hasta el m¨¢s radical de los musulmanes granadinos termina por reconocer que el isl¨¢m de Al-Andalus no era el de Bin Laden y que Granada se parec¨ªa m¨¢s a Nueva York que a Kabul; que las mujeres no viv¨ªan encarcelados por un velo y que los mejores poemas de la Alhambra estaban dedicados al vino.
Un gueto en casa
Hay un dato aparentemente bueno que sin embargo es terrible. Ninguna de las miles de inmigrantes musulmanas que viven en Granada en situaci¨®n irregular ha denunciado nunca a su marido por malos tratos. La explicaci¨®n es bien simple: la Ley de Extranjer¨ªa, que prima con la regularizaci¨®n a las mujeres que denuncian a los negreros de la prostituci¨®n, deja sin embargo a la intemperie a las mujeres en la intimidad de su hogar. Lo acaba de denunciar Jes¨²s Garc¨ªa Calder¨®n, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa. 'Es preciso reconocer', explica, 'un importante d¨¦ficit de la legislaci¨®n espa?ola en la protecci¨®n de la mujer extranjera en situaci¨®n irregular que adem¨¢s es v¨ªctima de maltrato'. Seg¨²n Garc¨ªa Calder¨®n, 'la necesidad de atraer a las v¨ªctimas de maltrato y de romper su inevitable aislamiento ofreci¨¦ndoles una protecci¨®n razonable y la posible regularizaci¨®n de su situaci¨®n administrativa es una necesidad ineludible'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.