El jeque blanco
Con lo que ha sido el blanco. Antes, pero muy antes, se le ten¨ªa por el s¨ªmbolo de la pureza. Se lleg¨® a creer incluso que el blanco pod¨ªa procurarla, as¨ª los cocineros rivalizaban por obtener el manjar blanco m¨¢s blanco en un medioevo que refinaba peor el az¨²car, con lo que construir aquella golosina pura ten¨ªa su intr¨ªngulis. Andando el tiempo, es decir, la degeneraci¨®n, el blanco vino a dar en el s¨ªmbolo de la limpieza. La tele sol¨ªa estar saturada de anuncios de detergentes que hac¨ªan las cosas m¨¢s raras con tal de demostrar que el suyo lavaba m¨¢s blanco.
Algunos, como dec¨ªa Coluche, nos tomaban por imb¨¦ciles ya que para dejar la ropa m¨¢s blanca hab¨ªa primero que ensuciarla todav¨ªa m¨¢s con manchas a poder ser rebeldes, para anudarla luego, lavarla, desanudarla y comprobar que las manchas que hab¨ªamos puesto hab¨ªan desaparecido. Genial.
Luego la cosa degener¨® a¨²n m¨¢s con ciertos polvos blancos que sol¨ªan traer la ruina a quienes los tomaban y a bastante de su alrededor. Pod¨ªa ser nieve, caballo o polvo de ¨¢ngeles pero siempre era una sustancia que ven¨ªa de alg¨²n lugar del mundo poco desarrollado, no se sabe si para vengarse del nuestro pero seguro para arramplarle unos cuartos que despu¨¦s no eran nada equitativamente repartidos, antes al contrario serv¨ªan para que unos pocos se enriquecieran a costa de mantener a los suyos en un agro que aceptaba con dificultad la reconversi¨®n.
En ¨¦stas est¨¢bamos cuando nos ha llegado, y tal vez desde las mismas coordenadas pero m¨¢s teol¨®gicas, un polvo blanco que est¨¢ causando el terror cuando lo que hubiera cuadrado es que fuera negro o rojo, colores que se avienen m¨¢s con lo peor.
Claro que, a falta de no tener el color adecuado ya tiene el nombre, porque los nombres con equis resultan m¨¢s misteriosos e inquietantes; por eso nadie dir¨¢ carbunco si puede decir ¨¢ntrax. Pero es que adem¨¢s se est¨¢ convirtiendo en un aut¨¦ntico mensaje del Apocalipsis. Ahora que est¨¢ de moda el profetismo pongamos de Nostradamus, basta recorrer el cuadernillo que escribi¨® San Juan para comprobar c¨®mo habla de sellos que se abren y jinetes blancos o p¨¢lidos que salen para causar la muerte, el p¨¢nico y la destrucci¨®n. Pero, ?acaso hay algo m¨¢s postal que los sellos? ?No est¨¢ llegando la amenaza blanca -el jinete- por correo?
Pues eso, que no es raro que algunos est¨¦n viendo el fin del mundo cuando ven c¨®mo el propio anticristo lo anuncia con un chabacano reloj en la mu?eca que puede que sea ful pero sirve para investirle de su condici¨®n de Se?or del Tiempo adem¨¢s de Due?o de la Muerte.
M¨¢s vale que aqu¨ª ya ten¨ªamos ¨¢ntrax -aunque lo tom¨¢ramos por carbunco- y sab¨ªamos de qu¨¦ va la cosa aunque no venga por algo tan sofisticado como el buz¨®n sino por algo tan vulgar como una vaca, que siempre es m¨¢s dif¨ªcil de desactivar, por cierto, que un sobre. Pero lo que m¨¢s tenemos es un tesoro o un ant¨ªdoto, que en estas ocasiones viene a ser lo mismo, en la persona de nuestra ministra de Sanidad que cuenta con un apellido si no adecuado para atacar a los telegramas o los env¨ªos postales s¨ª para suprimir las vacas o cualquier otro bicho portador de esa peste semisint¨¦tica del tercer milenio, que ya no es negra sino blanca porque en el Villalobos deber¨ªa haber ciudadanos -que no villanos- como para echarse al cuello de varias piaras. De modo que por ah¨ª deber¨ªamos estar tranquilos. Pero eso ser¨ªa sin la lengua de la se?ora ministra.
Resulta que, no contenta con mostrarnos c¨®mo se debe hacer el caldo perfecto para que no resulte loco, ahora nos enloquece al convertir a los pobres m¨¦dicos de cabecera en el valladar de la lucha antiterrorista cuando de enfrentarse a los polvos blancos que vienen por correo se trate. Para eso pod¨ªa haber dicho que la mejor manera de detectar la amenaza podr¨ªa pasar por te?ir de negro todo lo que tenemos blanco, la harina, el az¨²car, el talco, la aspirina, los polvos de lavar, etc., porque as¨ª ya sabr¨ªamos que un env¨ªo postal con polvo blanco ser¨ªa ¨¢ntrax.
A condici¨®n de que se ti?era todo con el mayor secreto, pues lo mismo se enteraban los terroristas y te?¨ªan lo suyo de negro para perdici¨®n de los calamares en su tinta, es decir, la nuestra.
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