Los peligros del exceso de virtud
Desde hace unas semanas Espa?a tiene una rareza m¨¢s que a?adir a su ya abundante muestrario: somos el ¨²nico pa¨ªs -hasta donde conozco- que tiene prohibido por ley el d¨¦ficit p¨²blico. No s¨®lo este a?o, no, sino de por vida. El ministro Cristobal Montoro quiere prevenirnos contra los excesos en el uso de los recursos p¨²blicos y hacer que las administraciones y los pol¨ªticos est¨¦n animados por el temor al d¨¦ficit. Quiz¨¢ en esta su guerra santa Montoro se siente animado por las palabras de nuestro primer premio Nobel de literatura y ministro de Econom¨ªa de la Revoluci¨®n liberal de 1868, Jos¨¦ Echegaray, cuando afirmaba que si para todo creyente la salvaci¨®n est¨¢ en el santo temor de Dios, para todo ministro de Hacienda la salvaci¨®n est¨¢ en el santo temor al d¨¦ficit. Pero, si es as¨ª, Echegaray no alcanz¨® la salvaci¨®n, porque vaya d¨¦ficit dej¨® a la Hacienda liberal. Esperemos que a Montoro no acabe ocurri¨¦ndole lo mismo.
La estabilidad presupuestaria -como ocurre con cualquier otra virtud- practicada sin moderaci¨®n encierra peligros. Entre ellos, conflictos entre el Gobierno central y las administraciones auton¨®micas
El problema con la estabilidad presupuestaria es que -como ocurre con cualquier otra virtud- si se practica sin moderaci¨®n tiene peligros. La idea de que no se debe gastar m¨¢s de lo que se ingresa y que el endeudamiento debe mantenerse en l¨ªmites que no alimenten la inflaci¨®n es una buena receta para la pol¨ªtica econ¨®mica. ?se fue, adem¨¢s, el compromiso que adquirimos al firmar el Tratado de la Uni¨®n y los compromisos para el euro. El d¨¦ficit p¨²blico y el endeudamiento se deben mantener dentro de los l¨ªmites del 3% y del 60% del PIB, respectivamente. Pero el ministro Montoro no ha podido resistirse a ese impulso de ser los primeros que en ocasiones gu¨ªa al Gobierno de Aznar y ha querido ir m¨¢s all¨¢ de lo que la prudencia aconseja y los dem¨¢s gobiernos europeos practican.
?Qu¨¦ es lo que le ha llevado a querer imponer el d¨¦ficit cero de por vida? ?Exist¨ªa un comportamiento de las administraciones auton¨®micas y locales que hubiese que cortar por lo sano? ?No ser¨¢ que el d¨¦ficit cero es un atajo para lograr, con menor coste pol¨ªtico, el recorte de determinados gastos sociales? Pienso que se trata m¨¢s bien de lo segundo que de lo primero. El d¨¦ficit y el endeudamiento de las administraciones territoriales se han comportando razonablemente bien en los ¨²ltimos a?os, como consecuencia de los llamados marcos de estabilidad presupuestaria que se han venido pactando entre el Gobierno central y las administraciones territoriales dentro de Consejo de Pol¨ªtica Fiscal para cumplir los objetivos de Maastricht. Es verdad que las comunidades aut¨®nomas han encontrado un agujero por donde romper esa disciplina. Como el endeudamiento de las empresas p¨²blicas no se incluy¨® inicialmente en esos acuerdos de estabilidad, los gobiernos aut¨®nomos y locales se han dedicado con fruici¨®n a crear empresas p¨²blicas. Pero esto se ha corregido. ?se era, en mi opini¨®n, el buen camino: la persuasi¨®n y el compromiso pol¨ªtico, y no el palo que quiere utilizar Montoro.
El ir m¨¢s all¨¢ de lo que aconseja la prudencia en la b¨²squeda de la virtud de la estabilidad tiene sus peligros. En primer lugar, la ley va a traer conflictos pol¨ªticos continuos entre las instituciones auton¨®micas -a las que se les reduce o condiciona su soberan¨ªa presupuestaria- y el Gobierno central. Por otro lado, la ley no elimina el pecado, sino que lo anticipa. Puede ocurrir como con esa norma brit¨¢nica que impide beber a partir de determinada hora y que lo que ¨²nico que hace es incentivar a beber antes para acopiar reservas. De hecho, se observa ya un efecto anticipo, en la medida en que algunos gobiernos han adelantando sus programas de gasto, dado que adem¨¢s la ley les permite consolidar los niveles de endeudamiento alcanzados. Por ¨²ltimo, esa norma ser¨¢ un cors¨¦ demasiado r¨ªgido para la econom¨ªa cuando, como ocurre ahora, la ca¨ªda de la inversi¨®n y del consumo privado aconsejen un mayor activismo del gasto p¨²blico y de los impuestos. Como no se pueden poner puertas al campo, la realidad obligar¨¢ al Gobierno a 'decir digo donde dije Diego'. De hecho, ya ha ocurrido as¨ª con el anuncio por parte de algunos ministros de que el Gobierno ser¨¢ flexible con el d¨¦ficit cero en las actuales circunstancias. Pero para este viaje no se necesitaban alforjas.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB
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