Un animado final
Hab¨ªa una enorme animaci¨®n. La verdad es que ¨¦ramos pocos -media plaza, a lo sumo- pero, eso s¨ª, muy animados.
Los m¨¢s animados, los jarochistas, que hac¨ªan mayor¨ªa. Los jarochistas en cuanto vieron al titular de la causa, llamado Jarocho, unos capotazos movidos e irrelevantes, le pegaron la ovaci¨®n de la tarde. Y luego, por el mismo procedimiento, consiguieron que el presidente le concediera una oreja muy discutible y bastante protestada.
Jarocho, natural de la poblaci¨®n madrile?a (y cervantina) de Alcal¨¢ de Henares, nuevo en esta plaza, puso mucho de su parte, naturalmente. Se tra¨ªa una toreo parsimonioso merecedor de sinceros parabienes. Templ¨® derechazos y luego dio naturales corriendo bien la mano con la salvedad -nada balad¨ª por cierto- de que se dejaba retrasada la pierna contraria, lo cual no es que ofenda al dogma sino que es ventaja por donde se van el dominio, la ligaz¨®n, el canon de parar, templar y mandar. Mat¨® mal, le pidieron la oreja los suyos a grito pelado, el presidente la concedi¨® y a diversos aficionados semejante exceso les supo a sacrilegio.
S¨¢nchez / C¨¦sar, L¨®pez, Jarocho
Cuatro novillos de Alfonso S¨¢nchez Fabr¨¦s (dos fueron rechazados en el reconocimiento), de discreta presencia, que dieron juego. Dos de Juan Antonio Ruiz Rom¨¢n, con trap¨ªo, 4? bravo, excesivamente castigado; 5? encastado. C¨¦sar de Madrid: estocada corta baja (silencio); estocada corta baja perdiendo la muleta (silencio). Tom¨¢s L¨®pez: pinchazo, estocada -aviso-, rueda de peones y se echa el novillo (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando sale al tercio); estocada (minoritaria petici¨®n y vuelta con algunas protestas). Jarocho, de Alcal¨¢ de Henares, nuevo en esta plaza: pinchazo, bajonazo y rueda de peones (oreja con minoritaria petici¨®n, protestada); aviso antes de matar, pinchazo cay¨¦ndose, pinchazo bajo y estocada corta ladeada (aplausos y saludos). Plaza de Las Ventas, 21 de octubre. ?ltima funci¨®n de la temporada. Media entrada.
El vigente reglamento, que es un coladero, deber¨ªa regular de distinta manera la petici¨®n de orejas que, por lo general, se convierte en un vil chantaje y una manifestaci¨®n de incivilidad. Lo normal es que los orejistas la pidan siempre pase lo que pase; que constituyan una minor¨ªa; que esa minor¨ªa arme un broncazo sin faltar insultos, con lo cual se finge que la petici¨®n de oreja es mayoritaria y el presidente est¨¢ obligado a concederla.
Jarocho pudo cortar la del sexto y habr¨ªa servido para salir por la puerta grande. Lo que faltaba. A ese lo recibi¨® a porta gayola pero el novillo no acept¨® la larga cambiada y embisti¨® al aire. Volvi¨® Jarocho a realizar el torero despacioso aunque con menor ligaz¨®n en los naturales. Demor¨® la faena, oy¨® un aviso, mat¨® mal y ya no hubo trofeo que valiera.
Los novillos de S¨¢nchez Fabr¨¦s dieron juego aunque plantearon problemas que los novilleros, j¨®venes e inexpertos, ten¨ªan dificultades para resolver. C¨¦sar de Madrid, que inici¨® su primera faena con un cambio por la espalda, sufri¨® achuchones y no pudo con el novillo. Al cuarto, de Juan Antonio Ruiz, precioso ejemplar de capa c¨¢rdena clara, con trap¨ªo y bravura, lo destroz¨® el picador mediante sendos puyazos alevosos perpetrando la indecente carioca. Lleg¨® al ¨²ltimo tercio reserv¨®n el novillo y C¨¦sar de Madrid, tras porfiarlo, decidi¨® abreviar.
Otro ejemplar encastado del mismo hierro le correspondi¨® a Tom¨¢s L¨®pez -que sufri¨® un volteret¨®n sin concecuencias al quitar al segundo novillo- y le hizo faena parecida a la que aplic¨® al ejemplar del percance; muy voluntariosa, valerosa y vibrante en los derechazos, y menos lucida en los naturales, que en su trasteo a ese serio quinto pr¨¢ctivamente no existieron pues lo desbord¨® al intentar la mencionada suerte.
Tom¨¢s L¨®pez tuvo una petici¨®n de oreja tan mayoritaria -o sea, igual de minoritaria- que Jarocho en el tercer novillo y sin embargo el presidente no se la otorg¨®. Lo cual carece de l¨®gica y exigir¨ªa una explicaci¨®n si en este pa¨ªs -se quiere decir esta fiesta- hubiera sentido de la responsabilidad, respeto al p¨²blico, seriedad y competencia.
Pero no lo hay. Los poderes p¨²blicos, de toros, pasan, y les da igual que, por pasar, haciendo dolosa dejaci¨®n de funciones, la tricentenaria fiesta se haya convertido en la casa de t¨®came Roque.
Les salva que la gente es pac¨ªfica e ilusionada y con ver volar una mosca se pone a cien.
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