Ciudadanos de los EE UU
La crisis abierta por los atentados del 11 de septiembre pill¨® por completo desprevenido a todo el mundo. A los servicios de inteligencia y a los analistas, incapaces de estimar la enorme simplicidad de la operaci¨®n, que necesit¨® s¨®lo unas pocas docenas de guerreros-suicidas determinados y unos pocos cientos de millones de pesetas. A las autoridades de Estados Unidos, que se apresuraron a declarar la guerra sin saber qui¨¦n era el enemigo. A la propia OTAN, que estrena el art¨ªculo 5 del tratado, no para blindar el tel¨®n de acero ante las tropas del Pacto de Varsovia, sino para hacer frente al 'terrorismo afgano', de dif¨ªcil encaje en el marco del Atl¨¢ntico Norte y que modifica radicalmente el sentido de la Alianza. Todo ello muestra desorden, precipitaci¨®n y confusi¨®n, s¨ªntomas indudables de una situaci¨®n nueva que no se sabe bien c¨®mo abordar. Pero a trancas y barrancas, entre vacilaciones y dudas, es indudable que se est¨¢ abriendo un nuevo marco de relaciones internacionales con consecuencias de todo tipo. Veamos algunas.
Y la primera y m¨¢s obvia es la de poner de manifiesto, hasta casi exacerbar, el poder¨ªo de los Estados Unidos, bajo cuya sombra todos queremos cobijarnos, sea por convencimiento o por miedo. Que casi todos los pa¨ªses ¨¢rabes, Rusia, China o incluso el mism¨ªsimo Fidel Castro, se sumen de uno u otro modo a la coalici¨®n antiterrorista no es trivial. Hace pocos a?os circularon con ¨¦xito algunos ensayos que auguraban el fin del Imperio americano. Y sin duda lo tendr¨¢, pero m¨¢s parece que estamos presenciando sus horas de mayor gloria. Y as¨ª, a estas alturas es manifiesto nada menos que todo lo siguiente: 1.- que s¨®lo hay un ej¨¦rcito en el mundo capaz de intervenir en cualquier lugar del mundo; 2.- que ese ej¨¦rcito, sea cual sea el lugar en el que intervenga, carece de contrincante plausible; 3.- que incluso una coalici¨®n cualquiera de enemigos seguir¨ªa sin ser contrincante plausible; 4.- que, por ello mismo, no es ya posible una guerra mundial; 5.- que s¨®lo son posibles guerras locales en tanto en cuanto ¨¦stas sean beneficiosas, permitidas o menospreciadas por Estados Unidos (como ocurre actualmente en Palestina); 6.- que, finalmente, toda guerra local es una guerra civil mundial que afecta a todos, pero en primer lugar a los Estados Unidos. Cuando sobre un territorio hay un solo poder y un solo ej¨¦rcito, aun cuando haya autoridades pol¨ªticas subsidiarias, estamos ante una estructura imperial, como lo fue el Imperio Otomano o el Raj brit¨¢nico. S¨®lo que ese territorio es ya el mundo entero. Demos gracias al destino de que a ese poder dominante le preocupan la democracia y los derechos humanos tanto como a nosotros, si no m¨¢s, pues, en alguna medida, somos ya todos ciudadanos de los Estados Unidos, m¨¢s all¨¢ de nuestra escasa capacidad para influir como votantes en su mal llamada 'pol¨ªtica exterior'.
Pero el triunfo de la 'Rep¨²blica Imperial', como la llamaba Raymond Aron, es tambi¨¦n el fin del aislamiento estadounidense. La globalizaci¨®n funciona en todas direcciones y los Estados Unidos (o Europa) ya no pueden ser una isla, pues tanto como ellos est¨¢n en todo el mundo, todo el mundo se les ha colado en casa. Bajo los escombros a¨²n humeantes del Centro del Comercio Mundial yacen ciudadanos descuartizados de m¨¢s de 60 pa¨ªses. Y no s¨®lo los asesinados, tambi¨¦n los asesinos se ramifican en redes que abarcan m¨¢s de dos docenas de pa¨ªses, y muchos de ellos estaban viviendo confortablemente en las costas de Florida hac¨ªa a?os. Para toparse con el Tercer Mundo no hace falta coger avi¨®n alguno, basta dar un paseo por nuestras ciudades. La nueva amenaza terrorista no es un producto ajeno a nuestras sociedades y trasplantado desde remotas aldeas de salvajes monta?as ex¨®ticas. Son ciudadanos de clase media, educados en Hamburgo o Suecia, que hablan varios idiomas y trabajan entre nosotros. Ciudadanos cosmopolitas que, por eso, y no por su atraso, se enfrentan con el cosmopolitismo. No nos asalta el pasado, sino el futuro.
Y por ello este combate se juega seg¨²n las reglas del terrorismo, ¨²nica estrategia que puede dejar obsoleto el poder tecnol¨®gico-militar de los Estados Unidos. La 'nueva guerra' (Mary Kaldor) es una mezcla de la vieja guerrilla y del crimen organizado que aprovecha la extraordinaria vulnerabilidad de las sociedades accidentales. Podemos bombardear Afganist¨¢n una y otra vez y conseguir bien poco pues, pegados al terreno, los talib¨¢n son d¨¦biles, pero poco vulnerables. Nosotros somos fuertes, pero altamente vulnerables. Los aviones de United Airlines pod¨ªan haberse dirigido a la presa Hoover o a una central nuclear, y habr¨ªan causado una cat¨¢strofe a¨²n mayor. Nuestras conurbaciones son altamente vulnerables al terrorismo biol¨®gico. Por no hablar de la vulnerabilidad inform¨¢tica de todos los sistemas expertos que, como pr¨®tesis sociales, soportan nuestras rutinas, y cuyo mal funcionamiento dejar¨ªa fuera de ¨®rbita aviones, trenes, centrales nucleares, radares o tel¨¦fonos, artilugios sin los cuales no podemos ni sabemos funcionar.
Frente a la constataci¨®n del Imperio y de su vulnerabilidad al terror, lo tercero que emerge patente y m¨¢s pat¨¦tico que dram¨¢tico es la enorme debilidad de Europa, que se pliega el uso de la OTAN sin discusi¨®n alguna y aprueba en Bruselas cuanto sea necesario. Blair ha tenido que transformarse casi en portavoz del Gobierno de Bush para conseguir protagonismo. El resto de los jefes de Estado o presidentes se han limitado a correr a Washington a dar el taconazo. Y la pregunta relevante es: ?pod¨ªan haber hecho otra cosa? De modo que, a pesar de las perspectivas abiertas por la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y del proyecto de ampliaci¨®n al Este, Europa gravita de nuevo hacia el Atl¨¢ntico buscando seguridad, como ocurre una y otra vez con cada crisis de alcance militar. Es tambi¨¦n inevitable, pues Europa, que es un gigante comercial y econ¨®mico y un peso pesado pol¨ªtico, es un enano militar que se niega a asumir el coste de su propia defensa (curiosamente el mismo papel que se le reserv¨® a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial). Deber¨ªa recordar lo que Hegel expres¨® con rotundidad al comienzo de la Fenomenolog¨ªa del Esp¨ªritu: s¨®lo merece ser libre quien est¨¢ dispuesto a jugarse la vida en ello. De modo que s¨®lo metaf¨®ricamente podemos decir que Europa es el aliado de los Estados Unidos, pues el t¨¦rmino alianza implica la fusi¨®n de poderes relativamente sim¨¦tricos y los tiempos de De Gaulle yahan pasado. Como escrib¨ªa hace poco Garton Ash, la gente de los Balcanes le hablaba de 'la comunidad internacional, es decir, los Estados Unidos'...Y no es un error.
La cuarta consecuencia es que la mal llamada 'guerra de civilizaciones', como la maldici¨®n de las brujas de Macbeth, lleva camino de ser una fat¨ªdica profec¨ªa que se autocumple. Los an¨¢lisis iniciales de lo ocurrido el 11 de septiembre apuntaban a la conexi¨®n entre Bin Laden y la Intifada palestina, pero esta correlaci¨®n, tan ¨²til para Israel, olvida la variable de fondo que sobredetermina a ambas: todo el mundo musulm¨¢n, y no s¨®lo el ¨¢rabe, es una olla a presi¨®n, desde Marruecos a Indonesia. Demograf¨ªa galopante, urbanizaci¨®n acelerada y brutal, des-tradicionalizaci¨®n y (pseudo) modernizaci¨®n que rompe el tejido social y las costumbres, falta de educaci¨®n, todo ello caldo de cultivo de todo tipo de mesianismo y malestar. Cualquier error o equivocaci¨®n puede hacer estallar ese polvor¨ªn como una traca gigantesca. Bienvenido, pues, el cambio de actitud hacia los palestinos o el matiz de que los terroristas son s¨®lo eso, y no necesitan adjetivos. Pero no nos es dado definir la realidad para los otros, y son miles de millones los musulmanes que ya han definido este conflicto como una guerra entre Occidente y el Islam. Y ciertamente, si pretendemos evitar esta confusi¨®n habr¨¢ que hacer algo m¨¢s que declaraciones como, por ejemplo, mejorar la pol¨ªtica de inmigraci¨®n o abrir nuestras fronteras a sus productos.
Lo cual nos afecta muy directamente a los espa?oles, pues el Mediterr¨¢neo aflora como nueva frontera conflictiva que sustituye la del Este, y en la que somos la vanguardia, el mismo papel que la pen¨ªnsula Ib¨¦rica ya cumpli¨® durante varios siglos. No del todo olvidados. 'No toleraremos que el drama de Al-Andalus se repita en Palestina', declara Al Zawahiri, la mano derecha de Bin Laden. Junto a la frontera del R¨ªo Grande, el Mediterr¨¢neo es la segunda zona de confrontaci¨®n m¨¢s brutal entre miseria y riqueza, entre alta y baja natalidad. Los Estados Unidos, que lo saben, pusieron en marcha el NAFTA y m¨¢s tarde el ALCA. Los europeos, por el contrario, hemos dejado languidecer el di¨¢logo mediterr¨¢neo de Barcelona. Espa?a debe aprovechar la pr¨®xima presidencia europea para intentar deshinchar ese globo ideol¨®gico y transformar de nuevo la frontera en puente.
La gran inc¨®gnita de futuro se traslada, pues, al protagonista indiscutible, los Estados Unidos. La mundializaci¨®n necesita gobernabilidad pol¨ªtica capaz de domar sus excesos, y una de las buenas consecuencias de esta crisis es haber puesto de nuevo en el centro a la pol¨ªtica y al Estado. Ciertamente, todo o casi todo es ya mundial: la econom¨ªa, la comunicaci¨®n, la ciencia, el arte, la defensa y la seguridad, incluso la pol¨ªtica. Todo, menos el Estado democr¨¢tico, que sigue siendo local. Es cierto que la actual intervenci¨®n ha contado con el apoyo rotundo de Naciones Unidas, pero la tentaci¨®n de pasar por encima ser¨¢ tanto m¨¢s fuerte cuanto m¨¢s dejemos que el peso de la gobernabilidad mundial recaiga s¨®lo en los Estados Unidos, pues quien paga el precio se lleva la mercanc¨ªa. Pero al tiempo, la deslegitimaci¨®n de las Naciones Unidas y sus instituciones es, para todos, incluidos los Estados Unidos, pan para hoy y hambre para ma?ana, pues, por inadecuada que sea la estructura de su Consejo de Seguridad, no tenemos otra cosa y representa el principio del Derecho frente al de la simple fuerza, aunque sea leg¨ªtima.
Recuerdo haber le¨ªdo hace a?os un art¨ªculo del gran soci¨®logo norteamericano William Graham Sumner publicado con ocasi¨®n de la guerra del 98 contra Espa?a y que he podido encontrar de nuevo, c¨®mo no, gracias a Internet. Se titulaba La conquista de los Estados Unidos por Espa?a (puede verse en Yale Law Journal, enero de 1899) y alud¨ªa ir¨®nicamente a que el imperialismo norteamericano, naciente con aquella guerra, significaba la conquista espiritual de Am¨¦rica por el viejo imperialismo espa?ol. Hemos vencido a Espa?a en el conflicto militar pero estamos aceptando ser conquistados por ella en el campo de las ideas y las pol¨ªticas. Los Estados Unidos est¨¢n de nuevo en ese dilema y corren el riesgo de acabar pareci¨¦ndose a sus enemigos y perder la libertad en la lucha por la libertad. Evitarlo es simple: deben seguir los principios de su propia Constituci¨®n y poner el Derecho por delante de la fuerza, dentro y fuera de su territorio. ?sa ha sido siempre, por lo dem¨¢s, su verdadera fuerza.
Emilio Lamo de Espinosa es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en el Instituto Universitario Ortega y Gasset (Universidad Complutense).
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