'D¨ªcese del dominado...'
Luis Y¨¢?ez presenta en Barcelona 'La soledad del ganador', un libro dedicado a Josep Borrell
Un hombre se hac¨ªa estas preguntas, ayer, en voz alta: '?C¨®mo, pero c¨®mo pudimos dilapidar el capital de Josep Borrell? ?C¨®mo pudimos despreciar el camino corto para volver al poder?'. El hombre se llama Luis Y¨¢?ez y tiene una larga historia socialista. Es uno de los que aparecen en aquel retrato campestre, aquel esplendor en la hierba socialista donde Felipe Gonz¨¢lez, Alfonso Guerra y Carmen Romero a¨²n ten¨ªan todo por hacer. Ahora ha escrito su primer libro. Su primer libro firmado. Porque Y¨¢?ez, seg¨²n contaba, hab¨ªa hecho de negro literario en tiempos remotos. Concretamente, cuando Rosa Reg¨¢s le pidi¨® a Felipe Gonz¨¢lez que escribiera un libro -?Qu¨¦ es el socialismo?- para la colecci¨®n de divulgaci¨®n de La Gaya Ciencia, aquella especie de Que-sais-je? de la transici¨®n pol¨ªtica -y sentimental- espa?ola. Pero este de ahora es un libro suyo, lo recalcaba. Se llama La soledad del ganador y trata de por qu¨¦ perdieron. Ayer lo presentaron en Barcelona. Para escribirlo, Y¨¢?ez ten¨ªa dos credenciales suficientes: hab¨ªa dirigido la oficina del candidato y fue el primero que puso -en un art¨ªculo, en este diario- estas tres palabras: 'El efecto Borrell'.
El efecto ha quedado en un libro, que es tanto como decir en una tumba. ?Por qu¨¦? Hay una respuesta, en lo que ha escrito Y¨¢?ez, que sobrevuela todas las otras: Borrell es un hombre d¨¦bil. Pocas horas antes de que dimitiera comieron juntos. Y¨¢?ez volvi¨® a repetirle que su relaci¨®n con los dos presuntos delincuentes Aguiar y Huguet no le imped¨ªa ser candidato. Lo ¨²nico que le imped¨ªa ser candidato eran sus agon¨ªas psicol¨®gicas: haber confiado en dos tipos -haberlos tenidos a sus ¨®rdenes: ¨¦l en el Ministerio de Hacienda y ellos en la delegaci¨®n barcelonesa- que estaban cerca de ser declarados ladrones. Fue entonces cuando Y¨¢?ez a?adi¨® que mejor que lo dejara.
La supuesta debilidad del candidato se puso tambi¨¦n de manifiesto durante el debate sobre el Estado de la naci¨®n que lo enfrent¨® a Aznar. Y¨¢?ez acepta que Borrell no supo sobreponerse al ambiente tabernario del hemiciclo y a?ade a las razones del fracaso una cierta conspiraci¨®n medi¨¢tica: aumentaron injustificadamente las expectativas del debate -eso dice- y decidieron, luego de celebrarse, que Borrell se hab¨ªa despe?ado. Lo cierto es que despu¨¦s de ese debate Borrell se puso en manos de Albert Boadella, experto terapeuta, que lo encerr¨® unos d¨ªas en la c¨²pula de Pru?t -seg¨²n explica en sus memorias- y le hizo improvisar discursos de una cierta complejidad mientras se escuchaban insultos, sirenas y percusiones r¨ªtmicas. Las sesiones acabaron a plena satisfacci¨®n del maestro. Pero el disc¨ªpulo no acab¨® de generar una piel de elefante completa. 'Demasiado inteligente', piensa Boadella. 'Demasiado firme', piensa Y¨¢?ez. La inteligencia y la firmeza desembocan a menudo en la fragilidad. Eso piensan.
Borrell habl¨® al final. Explic¨® que a los 14 a?os le pas¨® algo. En un examen de rev¨¢lida le pusieron a analizar unos versos de Machado: '... Gotas de sangre jacobina'. Como era de ciencias, aventur¨® en su respuesta que el escritor hab¨ªa cogido una enfermedad de la sangre. Le aprobaron: quiz¨¢ pensaran que era met¨¢fora. Al llegar a casa ley¨® la definici¨®n de jacobino, que no se le ha olvidado: 'D¨ªcese del dominado por un profundo sentido de la justicia'. Durante la campa?a de las primarias, Almunia le llam¨® 'jacobinista irredento' y eso bast¨® para que en todos los m¨ªtines se recibiera a Borrell con los versos de Machado cantados por Serrat. Pero esta vez suspendi¨® el examen.
Al acabar, mientras firma los libros del otro, le pregunto a Borrell si es un hombre d¨¦bil.
-No, no exactamente.
Luego le pregunto si el problema fue jugar a la Bolsa con esos dos, siendo secretario de Estado de Hacienda.
-No exactamente. No me parece que un secretario de Estado no pueda invertir en la Bolsa. Depende de la manera. Pero yo sab¨ªa que ellos dos estaban ganando mucho dinero con sus inversiones y el error fue no recordarles que eran funcionarios de Hacienda. En vez de hacer eso, met¨ª yo tambi¨¦n un poco de dinero.
Hace poco vio a Simon Peres. ?C¨®mo tan joven?, le pregunt¨®. La respuesta del pol¨ªtico israel¨ª fue terminante: 'Para el cutis no hay nada peor que la melancol¨ªa y el rencor'.
As¨ª hay que vivir, dice Borrell, antes de a?adir:
-Pero es dif¨ªcil, muy dif¨ªcil.
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