Expediente acad¨¦mico
Qu¨¦ empe?o tiene la gente en decir que es lo que no es. Seg¨²n revela la prensa, el c¨¦lebre malabarista financiero Camacho se ha pasado la vida incluyendo en su curr¨ªculum una licenciatura en Derecho que jam¨¢s obtuvo. Todo esto nos ha tra¨ªdo a la memoria a otro conocido universitario, Luis Rold¨¢n. Cuando Rold¨¢n comenz¨® a convertirse en sospechoso se public¨® en los medios su curr¨ªculum. Nunca podr¨¦ olvidar una de sus l¨ªneas, en que las honras escolares figuraban de corrido, sin ning¨²n punto y aparte: 'Ingeniero. Economista. Master en Econom¨ªa'.
Parece que, en efecto, cuando uno se convierte en sospechoso deber¨ªa serlo s¨®lo por algo. Pero la realidad dicta lo contrario. Ante ciertos bribones hay que cuestionar todo lo que dicen, todo lo que declaran, todo lo que escriben, todo lo que firman. Lo cierto es que uno no se explica c¨®mo pueden colar estas cosas: Rold¨¢n se llamaba ingeniero (?qu¨¦ tipo de ingeniero? ?industrial, de minas?), economista (?licenciado en Ciencias Econ¨®micas, en Empresariales?) y, por ¨²ltimo, master en econom¨ªa. Habida cuenta de que un master, se presume, es una especialidad, especializarse en algo tan vasto como la econom¨ªa supone entrar en el libro de los r¨¦cords acad¨¦micos. Una letan¨ªa tal de inconcreciones deber¨ªa haber llevado a sospechar que el individuo en cuesti¨®n no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima idea acerca de lo que estaba hablando.
Los t¨ªtulos acad¨¦micos son, sobre todo en algunos ¨¢mbitos profesionales, lo que fueron en su momento los t¨ªtulos nobiliarios: algo as¨ª como un ostentoso adorno. Al menos hoy d¨ªa tenemos una ventaja en relaci¨®n con otros tiempos: si a uno el t¨ªtulo de marqu¨¦s de Cascarrillos le ca¨ªa por herencia, el t¨ªtulo de doctor en Derecho o licenciado en Filolog¨ªa hay que gan¨¢rselo, no s¨¦ si con mucho esfuerzo, pero al menos con paciencia, con la paciencia de los que invierten unos cuantos a?os de su vida en culminar un proyecto personal.
No deja de halagar que los bribones, que son muchos, reverencien la cultura y se crean dignos de atribuirse sus derechos. Sin duda hay mucho brib¨®n licenciado, pero incluso el que no lo es considera de buen tono d¨¢rselas de tal. No hay otro modo de consolarse: incluso los tunantes envidian la cultura y, si demostrarla es imposible (al menos mediante un curr¨ªculum), lo m¨¢s parecido a hacerlo es atribuirse m¨¦ritos acad¨¦micos.
Conoc¨ª hace mucho tiempo a un tipo que se re¨ªa de los esfuerzos que otros hac¨ªamos por culminar una carrera. Lo gracioso es que luego descubr¨ª que, mientras ¨¦l nos invitaba a renunciar a ese ejercicio castrante (era su adjetivo), ¨¦l iba conquistando asignaturas sueltas, en una ciudad y en una universidad lejanas, en medio de un riguroso secretismo, hasta conseguir su lustroso t¨ªtulo. Creo que no hay mejor ejemplo de lo sucio de la cultureta espa?ola, de esa briboner¨ªa mesetaria, altisonante y profundamente hip¨®crita que adorna al intelectual espa?ol, de lo carpetovet¨®nico, por usar la expresi¨®n de Cela, ese muchacho que come platos populares, considera idiotas a los que no son sus amigos, suelta tacos a destiempo y lee el mismo discurso una media de tres veces.
Cuando, en cuestiones morales, se habla de claroscuros, de zonas grises, de imposibilidad de distinguir n¨ªtidamente lo correcto de lo incorrecto, a veces nos equivocamos: a veces la verdad, la distancia entre el bien y el mal, se muestran con claridad meridiana, y distinguen a las personas honradas de los tipos impresentables. Si mi padre hubiera sabido que yo pon¨ªa en mis tarjetas 'ingeniero aeron¨¢utico' me habr¨ªa sacudido, ¨¦l que no ejerc¨ªa la violencia, una sarta de improperios. Pero quiz¨¢s no todos tuvieron un padre de esas caracter¨ªsticas, o quiz¨¢s teni¨¦ndolo ostentaban de la educaci¨®n una opini¨®n tan peregrina que decidieron prescindir de ella cuando a¨²n llevaban pantal¨®n corto. Al menos de estas cosas puede sacarse una conclusi¨®n bastante s¨®lida: que quien va por la vida difundiendo mentirijillas no tendr¨¢ problema para cometer en su momento aut¨¦nticos perjurios, del mismo modo que quien robaba del bote del az¨²car unas cuantas monedas est¨¢ ahora mismo cometiendo estafas millonarias.
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