'Ocupas' sin 'k'
Una veintena de familias necesitadas se instalan en f¨¢bricas y edificios afectados por 22@ del Poblenou
No est¨¢n en contra de la especulaci¨®n de la propiedad privada, ni tienen p¨¢ginas en Internet. No transforman las casas ocupadas en centros autogestionados donde impera un pensamiento alternativo. No se plantean estas opciones porque no son los okupas tradicionales. Ellos son familias que se instalan en viviendas afectadas por planes urban¨ªsticos y se las ingenian para pinchar la luz, obtener el agua y transformar cuatro paredes cochambrosas en algo habitable. Est¨¢n al margen del sistema pero no por decisi¨®n propia. Son ocupantes u ocupas por necesidad.
'La asistente social sabe que hemos ocupado esta casa pero no dice nada, ni hace nada. Yo no quiero delinquir nuevamente. Necesito un trabajo'. Antonio Gim¨¦nez, de 33 a?os, acaba de cumplir una condena de cinco a?os de prisi¨®n. Tiene dos hijos y pide una nueva oportunidad.
Una familia vive de la recogida de papel y cart¨®n, que se paga entre seis y siete pesetas el kilo
Fue drogadicto y ahora sigue un programa de rehabilitaci¨®n que le proporciona una dosis de metadona diaria. Dentro de dos meses recibir¨¢ una ayuda del INEM de 52.000 pesetas durante 18 meses por la excarcelaci¨®n. 'Esto me permitir¨¢ comer dignamente, pero no pagar un alquiler', asegura.
Esta familia se instal¨® hace un mes en el n¨²mero 266 de la calle de Pere IV de Barcelona. El ex due?o de la vivienda les advirti¨® de que los terrenos pertenecen al Ayuntamiento y que pronto ser¨¢n demolidos en la aplicaci¨®n del Plan 22@, pero les permiti¨® quedarse. Ese proyecto, aseguran fuentes del Ayuntamiento, transformar¨¢ la antigua ¨¢rea industrial de Poblenou en una zona especializada en nuevas tecnolog¨ªas e impulsar¨¢ en los pr¨®ximos 15 a?os una reconversi¨®n de 1,7 millones de metros cuadrados.
Mientras todo ello se hace realidad, una veintena de familias portuguesas, otros j¨®venes inmigrantes y dos familias espa?olas se han instalado en la manzana de Pere IV y Lope de Vega con la idea de pasar el invierno. '?Cu¨¢ndo dices que empiezan las obras?', pregunta una de las jornaleras portuguesas mientras prepara la comida con sus hijos revoloteando alrededor. Su marido ha salido con la furgoneta a recoger cart¨®n y papel. Por cada kilo de papel le pagan siete pesetas, y por el de cart¨®n, seis. Su objetivo es recoger al menos mil kilos por d¨ªa, contando que el papel lo mojan un poco para que pese m¨¢s.
'La recogida est¨¢ m¨¢s dif¨ªcil este a?o', explica el portugu¨¦s Fernando Machado, de 41 a?os. Su familia es una de las que ocupan terrenos afectados por el Plan 22@. Ellos se instalaron en terrenos de una antigua f¨¢brica en los que est¨¢ previsto levantar un hotel, oficinas y viviendas, , seg¨²n fuentes del distrito de Sant Mart¨ª.
Machado vive en una caravana con su mujer, sus ocho hijos y la abuela. Todos los ni?os van a la escuela. Su itinerario vital pasa por Barcelona durante los meses de invierno, por A Coru?a en primavera y por Logro?o en septiembre, para la vendimia. 'Este a?o s¨®lo hubo 15 d¨ªas de vendimia... y parados no vamos a estar. Nos movemos porque tenemos que trabajar', explica. Mientras unos juntan cart¨®n, otros de sus compatriotas itinerantes venden chatarra o la revista La farola.
La casa colindante, en el n¨²mero 268, tambi¨¦n est¨¢ ocupada. Uno de sus habitantes sale de la casa, cierra con candado y camina hacia el metro. Se llama Mohamed, tiene 36 a?os y est¨¢ llegando tarde al trabajo. Vive en el edificio desde hace tres meses con otros marroqu¨ªs, un franc¨¦s, dos espa?oles y un ruso. No tienen agua. Sabe que en un mes o dos se tendr¨¢ que ir y por eso ya ha pagado a una agencia inmobiliaria para que le busque un piso. 'No s¨¦ si es la mejor soluci¨®n pero algo tengo que hacer para encontrar un techo', dice. Es qu¨ªmico pero trabaja de camarero. '?Ves all¨ª?'. Mohamed se?ala con el dedo hacia otro edificio abandonado. 'Tambi¨¦n est¨¢ ocupado por inmigrantes. Si no pueden dormir all¨ª, lo hacen en la calle'.
Un trabajo, como el que mantiene todo el d¨ªa ocupado a Mohamed es lo que anhela Antonio Gim¨¦nez, el vecino del 266: 'Ahora cuido a los ni?os -Antonio (4 a?os) y Nerea (2)- porque no tienen plaza en el colegio. Hoy mi esposa sali¨® a vender flores, as¨ª podemos comer', explica cabizbajo. 'No quiero volver a llevar una mala vida, por eso pido al menos un trabajo. De lo que sea'.
La incertidumbre acecha sobre su familia y ¨¦l insiste en que la asistente social sabe de su situaci¨®n. Gim¨¦nez se ha empadronado en Barcelona a la espera de un trabajo. 'Por suerte conseguimos este lugar. Lo limpiamos y aqu¨ª vivimos. Hasta parece una casa', r¨ªe, mientras recoge los bidones para ir a buscar agua a la gasolinera de enfrente. 'Ya me gustar¨ªa ser un okupa de esos que protestan'.a?ade.
Las formas y las necesidades para ocupar una vivienda son variadas y no comportan por s¨ª mismas una ideolog¨ªa. El movimiento okupa tiene casi un centenar de casas reivindicadas en Barcelona y lo integran un millar de personas. Pero tambi¨¦n existen estos otros ocupas. Familias sin techo que reclaman una oportunidad de integrarse en la sociedad pero que cada vez encuentran menos oportunidades. Los antecedentes de estos ocupas sin K se remontan a las oleadas de inmigrantes de los a?os sesenta, que primero se instalaban en barracas y luegos ocupaban los pisos de protecci¨®n oficial que constru¨ªa la Administraci¨®n en los barrios perif¨¦ricos.
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