El curso de la guerra
La luna de miel de George Bush con sus conciudadanos y el mismo mantenimiento de la fr¨¢gil coalici¨®n internacional parecen amenazados por la evoluci¨®n de la guerra en Afganist¨¢n. Seg¨²n encuestas recientes, estadounidenses y brit¨¢nicos comienzan a ver menos clara esa victoria contra el terrorismo que les prometieran despu¨¦s del 11 de septiembre. En una de ellas, menos del 30% cree en la captura pr¨®xima de Osama Bin Laden o en el mantenimiento a largo plazo de la alianza diplom¨¢tica actual. Una de las caracter¨ªsticas de los sistemas democr¨¢ticos es que libran sus batallas no s¨®lo en los escenarios del conflicto, sino en su propio seno, exponiendo al escrutinio de su ciudadan¨ªa la idoneidad de sus actuaciones.
Washington ha dise?ado una estrategia resultante de demasiados equilibrios, dirigida b¨¢sicamente a no enajenarse a los reg¨ªmenes musulmanes moderados. Y ha asumido precipitadamente que la opositora Alianza del Norte y los desertores talibanes har¨ªan el grueso del trabajo en tierra. Ni es f¨¢cil la desintegraci¨®n de estructuras tan primitivas como la milicia afgana, ni la Alianza tiene de momento los medios y el empuje necesarios, ni la guerra a¨¦rea, destructiva por antonomasia, es el mejor m¨¦todo para romper un ej¨¦rcito en las sombras, pretecnol¨®gico y ciegamente motivado. Estados Unidos, adem¨¢s, no maneja con especial acierto la crucial batalla de la propaganda en los pa¨ªses musulmanes, donde Bin Laden parti¨® con ventaja al plantear el conflicto como un ataque contra el islam.
Bush, m¨¢s temprano que tarde, tendr¨¢ que decidir arriesgar la vida de sus tropas para evitar la muerte de m¨¢s afganos inocentes y si de verdad quiere sacar de sus escondrijos a las falanges de Al Qaeda. Washington no parece dispuesto a enfriar la respuesta militar, a la que quiere sumar a Turqu¨ªa, ¨²nico pa¨ªs de mayor¨ªa musulmana que es miembro de la OTAN. Mientras tanto, el Pent¨¢gono utiliz¨® ayer por vez primera los devastadores B-52, argumentando que sus comandos infiltrados proporcionan mejor informaci¨®n sobre nuevos objetivos. Y la Uni¨®n Europea ha decidido permitir a sus miembros que rearmen a la oposici¨®n afgana.
Pese a las encuestas, nada sustancial ha variado desde los acontecimientos de Nueva York y Washington, de cuyas cenizas surgi¨® un amplio acuerdo internacional para hacer frente por todos los medios a quienes hab¨ªan causado las matanzas y amparado su planeamiento. Hoy, como entonces, el objetivo fundamental sigue siendo librarse de la tupida red de Bin Laden -una amenaza realmente global- y del r¨¦gimen que sojuzga a millones de afganos y eleva a teolog¨ªa de la liberaci¨®n el terror a escala planetaria.
Una lucha de tal naturaleza es, por definici¨®n, larga y confusa en alguna de sus etapas. Y acarrea siempre en las democracias, a medida que pasa el tiempo sin resultados aparentes y aumentan las v¨ªctimas civiles, interrogantes sobre su conducci¨®n y el precio pagado por ella.
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