Un cardenal de Brasil sostiene que el Papa es prisionero de la curia romana
Evaristo Arns fue el gran defensor de los te¨®logos de la liberaci¨®n
El cardenal Paulo Evaristo Arns, una de las figuras m¨¢s importantes del Concilio Vaticano II y defensor ac¨¦rrimo de los te¨®logos de la liberaci¨®n, acaba de publicar, al cumplir sus 80 a?os, una jugosa autobiograf¨ªa llena de revelaciones in¨¦ditas sobre sus relaciones con el Vaticano y con la dictadura militar brasile?a. El cardenal Arns desvela con varios ejemplos que el papa Juan Pablo II es un prisionero de la curia romana.
El libro, publicado por la editorial laica Sextante, se titula D. Paulo Evaristo Arns, da esperan?a ¨¢ utopia y lleva en portada una foto del cardenal en camisa. Considerado en los a?os setenta como el terror tanto del Vaticano como tambi¨¦n de los militares, el cardenal Arns, un religioso de la Orden Franciscana, fue durante toda su vida eclesi¨¢stica activa un s¨ªmbolo de la lucha por la justicia social, por la libertad de expresi¨®n, por la Iglesia de la liberaci¨®n y por un cristianismo cercano a los m¨¢s pobres.
La autobiograf¨ªa de Arns resalta que el futuro cardenal anduvo descalzo hasta los ocho a?os. Nieto de inmigrantes alemanes, su padre fue un carpintero, y el gran deseo del ni?o era poder jugar al f¨²tbol con 'un bal¨®n de goma, de los de verdad'. Aunque Arns ha sido y sigue siendo un hombre firme, pero siempre buscador de paz, no se muerde la lengua a la hora de contar algunas an¨¦cdotas de sus relaciones, por ejemplo, con el Vaticano. Cuenta que una vez el fallecido cardenal Agostino Casaroli, cuando era secretario de Estado del Vaticano, le dijo que en Roma 'todos le tem¨ªan' y que su sola presencia en Roma pon¨ªa a los cardenales y prefectos de las congregaciones 'la carne de gallina'.
Las memorias del cardenal dejan intuir que Juan Pablo II es un prisionero de la curia romana. Lo refleja en esta an¨¦cdota: cuando recibi¨® la orden de que la di¨®cesis de S?o Paulo, con 16 millones de habitantes, de la que era arzobispo, iba a ser desmembrada en varias para colocar a obispos conservadores, Arns se fue a Roma para conversar con el papa Wojtyla. 'Yo no quiero que la di¨®cesis se divida', le dijo tajante el Papa. 'Entonces, santidad, telefonee al cardenal que ha decidido desmembrar la di¨®cesis', le replic¨® Arns. El Papa contest¨® que ¨¦l no sol¨ªa telefonear a los cardenales, pero que fuera personalmente y le dijera que el Papa 'estaba en contra'. Arns pidi¨® audiencia al prefecto de la Congregaci¨®n de Obispos, que 'se neg¨® a recibirle'. Y la di¨®cesis, contra la voluntad del Papa, se desmembr¨®.
Una de las p¨¢ginas m¨¢s intensas es cuando el cardenal cuenta sus visitas a sacerdotes y obreros reci¨¦n torturados en las c¨¢rceles de la dictadura. Los militares tuvieron siempre una actitud ambigua con el cardenal: por una parte, le avisaban de que pod¨ªa ser v¨ªctima de un atentado para atemorizarlo, y por otra, le ten¨ªan un cierto respeto y llegaron hasta a escucharle cuando intentaron echar del pa¨ªs al obispo catal¨¢n Pedro Casald¨¢liga, uno de los m¨¢s duros contra la dictadura. El cardenal Arns lo evit¨® argumentando que el prelado catal¨¢n 'gozaba del aprecio del papa Pablo VI'. ['Quien toque a Pedro, toca a Pablo', declar¨® en p¨²blico el Pont¨ªfice para advertir a los militares de que el amenazado prelado contaba con su apoyo y protecci¨®n].
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