Renegociar la credibilidad
La pretensi¨®n esencial del nuevo plan econ¨®mico del Gobierno argentino es que los acreedores de su deuda p¨²blica renuncien a una parte significativa de sus derechos de cobro en concepto de intereses. A cambio, les ofrece garant¨ªas aparentemente m¨¢s s¨®lidas de recuperaci¨®n del principal y de los nuevos intereses, que estar¨ªan constituidas por la recaudaci¨®n tributaria. Que esa permuta de t¨ªtulos de deuda tenga el car¨¢cter voluntario con que el Gobierno la presenta forma parte de las dudas que suscita el plan, incluida la capacidad de la Hacienda p¨²blica de aquel pa¨ªs para recaudar lo suficiente para atender, adem¨¢s de sus obligaciones de gasto, las del servicio de la deuda. Sea como fuere, una cosa es cierta, los t¨ªtulos representativos de esa deuda hoy valen menos, al igual que la credibilidad del Gobierno que trata de renegociarla.
La deuda p¨²blica total ascend¨ªa a finales de junio pasado a 132.143 millones de d¨®lares, una cantidad que representa poco m¨¢s del 50% del PIB pero cuya atenci¨®n est¨¢ seriamente condicionada por la m¨¢s que limitada capacidad de captaci¨®n de ingresos. La combinaci¨®n de una econom¨ªa en recesi¨®n durante casi cuatro a?os (que ha situado la tasa de desempleo en el 17%), una muy reducida recaudaci¨®n tributaria (no s¨®lo derivada de esa aton¨ªa de la actividad, sino igualmente de una amplia evasi¨®n fiscal) y un r¨¦gimen cambiario r¨ªgida y estrechamente vinculado al d¨®lar son condiciones dif¨ªcilmente compatibles hoy con la restauraci¨®n del crecimiento y de la solvencia en aquella econom¨ªa.
Sin crecimiento econ¨®mico, cualquier operaci¨®n de canje o reestructuraci¨®n de la deuda, aunque de buena gana accedieran a la misma todos los acreedores, no dejar¨ªa de ser pan para hoy y hambre para ma?ana.
Y el crecimiento econ¨®mico, adem¨¢s de un entorno hostil, dominado por la continua reducci¨®n a la baja de las previsiones de crecimiento de sus clientes, del comercio internacional y de los precios de las materias primas, encuentra en la debilidad pol¨ªtica de las autoridades econ¨®micas uno de sus principales obst¨¢culos.
Ya es el sexto plan que este Gobierno trata de sacar adelante, sin menoscabar ese compromiso de la absoluta convertibilidad paritaria del peso en d¨®lar, mientras que la generalidad de las monedas de las econom¨ªas con las que comercia,desde Brasil a las del ¨¢rea euro, han experimentado importantes depreciaciones frente al d¨®lar.
Argentina dispone, de hecho, de la misma moneda que EE UU, pero el dinero es diez veces m¨¢s caro. Argentina ha dominado las tensiones inflacionistas de anta?o, pero no hay crisis financiera que no la haga temblar, por distante que est¨¦ su origen. La d¨¦cada perdida tras aquella otra crisis de la deuda, la que estall¨® el verano de 1982, lleva camino de reproducirse: desde 1995 la recesi¨®n coexiste con una prima por riesgo que no se compadece con los esfuerzos internos para alcanzar una cierta normalidad econ¨®mica, ni con los ya significativos apoyos financieros de las agencias internacionales.
El transcurso del tiempo, adem¨¢s de erosionar la credibilidad del Gobierno, ha ampliado los costes de cualquiera de los desenlaces hoy previsibles: la devaluaci¨®n del peso y/o la suspensi¨®n de la deuda. El hoy menos probable apoyo financiero adicional de las agencias multilaterales (el BID y el Banco Mundial, por ejemplo), en magnitud suficiente para restaurar la solvencia y afianzar la recuperaci¨®n del crecimiento econ¨®mico, ser¨ªa sin duda el menos traum¨¢tico. Una soluci¨®n tal es dif¨ªcilmente compatible con la vieja arquitectura financiera internacional y con su principal valedor: la Administraci¨®n estadounidense.
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