Las furgonetas del hambre
En Murcia, todos los d¨ªas laborables hay una cita multitudinaria hacia las seis de la madrugada. La gasolinera de El Rollo, en pleno centro de la capital, es uno de los m¨²ltiples puntos de encuentro. Decenas de inmigrantes aparecen como fantasmas apesadumbrados por las calles que convergen en la estaci¨®n de servicio. Van con ropa deportiva andrajosa, botas sucias y un peque?o atillo colgado del hombro con algunas herramientas y la comida del d¨ªa. Llegan y se sientan a esperar en los bordillos de las aceras, todav¨ªa nocturnas. Magreb¨ªes, a un lado, y ecuatorianos, a otro. Minutos m¨¢s tarde, decenas de furgonetas paran a repostar y se van llevando a unos y a otros no.
- ?Ad¨®nde vais?
En Jumilla viven 4.000 inmigrantes, que suponen m¨¢s de un 18% de la poblaci¨®n, pero no hay trabajo para todos y ocurre lo que ocurre: que los listos se aprovechan
La figura del 'furgonetero', en lugar de haber sido erradicada tras el accidente de Lorca, que cost¨® la vida a 12 ecuatorianos, se ha convertido en una pieza clave de la explotaci¨®n laboral
- A trabajar
- Pero ?ad¨®nde?
- No s¨¦ d¨®nde nos engancharemos hoy.
En las furgonetas, que parecen haber salido de un desguace, se amontonan entre ocho y diez personas, que se ocultan tras las cortinillas que cubren los cristales. En poco m¨¢s de media hora ya no queda nadie en El Rollo. Los afortunados que han conseguido subir a alg¨²n veh¨ªculo recorrer¨¢n una media de 100 kil¨®metros y trabajar¨¢n a destajo ese d¨ªa en alguno de los campos de la regi¨®n, o incluso de regiones lim¨ªtrofes, como Albacete, Alicante o Almer¨ªa. Los dem¨¢s, los que no fueron escogidos por los furgoneteros, sacar¨¢n algo de dinero cuidando coches en aparcamientos de la ciudad. La imagen se repite diariamente y es conocida por cualquier observador.
La figura del furgonetero, conocida en toda Espa?a tras el accidente de Lorca del pasado 3 de enero, en el que murieron 12 ecuatorianos, en lugar de haber sido erradicada ha adquirido fuerza y se ha convertido en una pieza clave de la explotaci¨®n laboral que viven en la comunidad murciana los inmigrantes. Se calcula que son cerca de 100.000, de los que casi la mitad est¨¢n a la espera de que resuelvan sus expedientes y les den los papeles, y s¨®lo 32.000 est¨¢n dados de alta en la Seguridad Social, seg¨²n los ¨²ltimos datos que la delegaci¨®n de Gobierno de Murcia entreg¨® a CC OO.
Tres grados de sofisticaci¨®n
V¨ªctor Albarrac¨ªn, Manuel Gonz¨¢lez y Francisco Castellanos son furgoneteros y representan los tres grados de sofisticaci¨®n que ha alcanzado en los ¨²ltimos a?os esta actividad, tan espont¨¢nea y extendida como irregular. Ellos tres congregan a los inmigrantes enfrente de El Pipa, un antiguo bar de Jumilla, su pueblo natal, a unos 70 kil¨®metros de la capital. Los conoce desde el tendero hasta el alcalde del municipio, Paco Abell¨¢n (PSOE), que asegura estar cansado de denunciar la situaci¨®n ante la Delegaci¨®n de Gobierno y ante el presidente de la Comunidad: 'En Jumilla viven 4.000 inmigrantes, que suponen m¨¢s de un 18% de la poblaci¨®n (23.000 habitantes), pero no hay trabajo para todos y ocurre lo que ocurre: que los listos se aprovechan. Hemos pedido que aumente la plantilla de la Guardia Civil, tenemos s¨®lo dos agentes por turno para toda la comarca. Este verano ha habido tres accidentes aqu¨ª, en el ¨²ltimo, hace 15 d¨ªas, muri¨® una persona. Y la Inspecci¨®n de Trabajo no interviene', se queja.
Esta misma situaci¨®n ha sido denunciada por los sindicatos y por los partidos de la oposici¨®n a nivel regional, ya que el fen¨®meno se extiende por toda la comunidad. Sin embargo, la consejera de Trabajo y Asuntos Sociales, Diana Azurmendi, aseguraba: 'No tengo ni idea, porque eso es ilegal'.
Seg¨²n los datos de la Delegaci¨®n de Gobierno, desde enero hasta el pasado 19 de octubre han muerto en Murcia 28 inmigrantes en accidentes de tr¨¢fico (no se tipifican como accidentes laborales) en los 214 siniestros protagonizados por extranjeros, que se han saldado con 340 heridos de distintas nacionalidades.
'Y no se hace nada. Qu¨¦ van a hacer si, por un lado, no tramitan las solicitudes de regularizaci¨®n y, por otro, hay una decena de inspectores de trabajo para controlar toda la regi¨®n', dice Juana Costa, responsable de Inmigraci¨®n de CC OO en Murcia.
Mientras, y ante la falta de efectividad administrativa, los furgoneteros, como V¨ªctor, Manuel y Francisco, siguen con su negocio impunemente, satisfaciendo las demandas de los empresarios para los que trabajan, ahondando en los sistemas de explotaci¨®n laboral del siglo XX y potenciando una econom¨ªa sumergida que, seg¨²n el ¨²ltimo estudio, realizado por la Universidad de Zaragoza, alcanza un 14,6% del PIB en una regi¨®n con el mayor porcentaje de irregularidad laboral de Espa?a (30,3%).
'Yo llevo ahora, que est¨¢ la cosa floja, cuatro o cinco cuadrillas (grupos de braceros inmigrantes), unas 40 o 50 personas. Tengo dos furgonetas, que he comprado por 400.000 pesetas, y cuando hay m¨¢s trabajo alquilo m¨¢s y me las llevan otros compatriotas. Cobro entre 500 y 700 pesetas por persona y viaje. Pero si el jefe me pide s¨®lo cinco, no me interesa, porque saco muy poco', explica abiertamente V¨ªctor, un ecuatoriano de 25 a?os que hace uno obtuvo el permiso de residencia y que, habiendo trabajado tres a?os en el campo murciano, tiene el contacto suficiente con empresarios (antiguos jefes) y trabajadores (compatriotas) como para haber montado su propio negocio. Sin embargo, no tiene carnet de conducir espa?ol y sus furgonetas est¨¢n a nombre de Francisco Castellanos, aunque asegura hacerse cargo del seguro. 'Yo tambi¨¦n me engacho a trabajar con ellos', agrega, 'y gano lo m¨ªo, m¨¢s lo del transporte, m¨¢s la gratificaci¨®n del jefe por conseguirle gente. La mayor¨ªa van sin papeles, pero... hay que trabajar y los jefes tienen que recoger', concluye con una sonrisa p¨ªcara.
Un llamado servicio agr¨ªcola
Manuel, el Chato, es oriundo de Jumilla y ex jornalero. Tiene 34 a?os, tres hijos y siete furgonetas, adem¨¢s de un par de tractores y algunas tierras. 'Empec¨¦ -de furgonetero- porque cuando llegaron los inmigrantes, hace cuatro a?os, bajaron los jornales (antes, 7.000, ahora, 5.000) y ya no se ganaba en el campo', cuenta nervioso y con la contundencia que le ha reportado los a?os dedicados a las labores agr¨ªcolas. 'Pero yo no les robo ni les cobro el viaje. Tengo un compromiso muy grande con los empresarios. Ellos me pagan el combustible y 200 pesetas por persona que llevo y acordamos que utilizan mi servicio de tractores. Luego, aparte, cada mes me dan la paga de los trabajadores para que la reparta, pero de ese dinero no toco un duro, como hacen otros. Yo estoy dado de alta como servicio agr¨ªcola', enfatiza muy digno, utilizando el eufemismo que oculta todo un c¨²mulo de irregularidades. ?l ¨²ltimo de los personajes es Francisco, Castellanos, mote y apellido. Es el m¨¢s famoso en Jumilla. Asegura tener una flota de 14 furgonetas conducidas por ecuatorianos, con o sin carnet, adem¨¢s de fincas que ¨¦l mismo regenta. Representa el nivel m¨¢s alto de sofisticaci¨®n en esta actividad, movilizando a cientos de personas.
El furgonetero se ha convertido as¨ª en un intermediario vital entre empresarios y trabajadores, una perversa ETT de ¨²ltima generaci¨®n reclutadora de braceros vulnerables y ahora tambi¨¦n 'ciegos', ya que desconocen los destinos a los que se dirigen cada ma?ana, tanto como al empresario o empresa para la que trabajan.
Empresarios invisibles
LA FIGURA DEL 'FURGONETERO' ha supuesto la implantaci¨®n de una relaci¨®n ciega entre empresarios, que ya no tienen que ir al Inem a pedir mano de obra, y trabajadores. Ya no se conocen ni por el nombre. Los sindicatos y las ONG, a quienes se dirigen los inmigrantes que se atreven a denunciar los abusos, son los que perciben m¨¢s n¨ªtidamente el incremento de la vulnerabilidad del trabajador inmigrante. 'Se han dado casos de inmigrantes heridos en accidentes con furgonetas que no pod¨ªan denunciar nada porque no sab¨ªan ni para qui¨¦n trabajaban ni a d¨®nde iban el d¨ªa del siniestro. ?sa es una de las consecuencias del nomadismo laboral vigente', comenta Andr¨¦s Pedre?o, un profesor universitario de sociolog¨ªa que ha realizado numerosos estudios sobre trabajo e inmigraci¨®n y que pertenece a la Asociaci¨®n pro Derechos Humanos de Murcia. Los empresarios, los due?os de las fincas... son, en palabras de unos y otros, una masa indistinta. Paco Gil es uno de sus representantes en la regi¨®n de Murcia por la patronal COAG. 'No vamos a negar que hay gente que explota la necesidad, pero lo que nos ocurre a nosotros es que en cuanto los regularizan se van, despu¨¦s de habernos gastado 27.000 pesetas en cada uno. No hay forma de retenerlos, por eso queremos que se potencien los contratos en origen. Que vengan, trabajen el tiempo estipulado y se vayan. Nos hemos convertido en rellenapapeles y ya sobran inmigrantes, pero indocumentados. Es un problema que tiene que resolver la Administraci¨®n', argumenta. 'Eso de que los empresarios quieren ilegales es falso, porque si no... ?por qu¨¦ hacen todas esas peticiones?'.
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