La CIA y la guerra afgana
Es cierto que Bin Laden y sus ¨¢rabes afganos fueron una creaci¨®n del Gobierno de Estados Unidos? Algunos libros y numerosos art¨ªculos acusan a la CIA de haber armado y adiestrado a los ¨¢rabes afganos, e incluso a Bin Laden, como parte de su operaci¨®n de apoyo a la lucha de los rebeldes afganos contra los sovi¨¦ticos de la d¨¦cada de 1980. Sostienen, por tanto, que Estados Unidos es el responsable de la yihad y el terrorismo que estos militantes propagaron posteriormente por todo el mundo. Como veremos, tales acusaciones son excesivas y no se apoyan en pruebas. Con todo, es cierto que la CIA cometi¨® errores t¨¢cticos durante la guerra, algunos de los cuales fomentaron el desarrollo de facciones afganas antioccidentales aliadas a los militantes ¨¢rabes.
'Guerra Santa, S. A. La red terrorista de Osama Bin Laden'
Peter L. Bergen Editado por Mondadori
La CIA dio a Pakist¨¢n el control de la distribuci¨®n de fondos, lo cual iba a constituir un error bastante caro. Unos 600 millones de d¨®lares fueron a parar al partido de Hekmatyar
Hekmatyar estaba ansioso de poder y era un producto de Afganist¨¢n, pa¨ªs que siempre ha apoyado a los 'pashtun'. Su infame reputaci¨®n y antiamericanismo no eran un secreto
La idea de que la CIA financiaba y adiestraba a los ¨¢rabes afganos es, en el mejor de los casos, enga?osa. La escuela de pensamiento 'culpemos a la CIA de todos los desastres' sobreestima enormemente el poder de la agencia
Para Estados Unidos, la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n en diciembre de 1979 ofrec¨ªa la oportunidad de una peque?a revancha: del mismo modo que los sovi¨¦ticos hab¨ªan financiado a los vietnamitas del Norte en su guerra contra Estados Unidos, ahora los estadounidenses financiar¨ªan la lucha afgana contra los sovi¨¦ticos. El consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, no se anduvo con rodeos: era hora, dijo, de 'echar mierda a su jard¨ªn'. La CIA se encarg¨® de armar a los afganos, y desde el punto de vista estrat¨¦gico la operaci¨®n fue todo un ¨¦xito. Los ¨²ltimos soldados sovi¨¦ticos se retiraron de Afganist¨¢n el 15 de febrero de 1989. El cuartel general de la CIA, sito en Langley (Virginia), organiz¨® una peque?a fiesta para celebrarlo.
?Pero es cierto que la CIA y los ¨¢rabes afganos estaban conchabados, como sugieren estudios recientes? Un autor afirma que: 'La CIA hab¨ªa financiado y adiestrado a ¨¢rabes afganos durante la guerra'. Otro hace referencia al 'papel clave de los mercenarios musulmanes de la CIA, entre ellos, m¨¢s de dos mil argelinos, en la guerra de Afganist¨¢n'. Ambos exponen sendas afirmaciones como axiomas, pero no ofrecen pruebas.
Otros comentaristas han dicho que el propio Bin Laden recib¨ªa ayuda de la CIA. Un art¨ªculo del respetado peri¨®dico brit¨¢nico The Guardian dice lo siguiente: 'En 1986, incluso ayud¨® a Bin Laden a construir un campamento subterr¨¢neo en Jost, Afganist¨¢n, para formar a reclutas del mundo isl¨¢mico en el arte revolucionario de la yihad'. Esta afirmaci¨®n constituye un desaf¨ªo al sentido com¨²n. Ning¨²n oficial estadounidense se atrevi¨® a entrar en Afganist¨¢n durante la guerra contra los sovi¨¦ticos por temor a facilitar a los comunistas una victoria propagand¨ªstica en el caso de ser capturados. Bin Laden, entretanto, hab¨ªa adoptado desde 1982 una postura antiamericana, y gracias a la fortuna derivada del colosal negocio constructor de su familia no necesitaba el dinero de la CIA. De hecho, el campamento subterr¨¢neo de Jost lo construy¨® un comandante afgano en 1982 con financiaci¨®n ¨¢rabe.
Una fuente familiarizada con la organizaci¨®n de Bin Laden explica que el exiliado saud¨ª 'nunca tuvo relaciones con Estados Unidos ni con agentes estadounidenses... Desde principios de la d¨¦cada de 1980 ya dec¨ªa que la pr¨®xima batalla iba a ser contra Estados Unidos... Los estadounidenses jam¨¢s proporcionaron ayuda, formaci¨®n ni ning¨²n otro tipo de apoyo a Bin Laden'. Un oficial superior de Estados Unidos sostiene que 'Bin Laden jam¨¢s se reuni¨® con la CIA'.
Aunque las afirmaciones de que la CIA fue responsable del ascenso de los ¨¢rabes afganos constituyen un titular atractivo, no hacen ning¨²n bien a la historia. La verdad es m¨¢s compleja y est¨¢ plagada de matices. Estados Unidos quer¨ªa tener la posibilidad de poder negar que la CIA estuviera financiando la guerra afgana, de modo que su ayuda se canalizaba a trav¨¦s de la agencia Inter Services Intelligence (ISI) de Pakist¨¢n. La agencia ISI decid¨ªa, a su vez, qu¨¦ facciones afganas hab¨ªa que armar y adiestrar, y tend¨ªa a favorecer a las m¨¢s islamistas y propaquistan¨ªes. Los ¨¢rabes afganos sol¨ªan luchar al lado de estas facciones, de ah¨ª la acusaci¨®n de que tales ¨¢rabes eran un producto de la CIA. Milt Bearden, ex oficial de la CIA que dirigi¨® la operaci¨®n afgana de la misma a finales de la d¨¦cada de 1980, sostiene que 'la CIA no reclut¨® ¨¢rabes' porque no era necesario. Cientos de miles de afganos estaban dispuestos a combatir, y los ¨¢rabes que llegaban a Afganist¨¢n por la yihad eran 'muy perjudiciales... para los afganos representaban una lata'. (...)
Antipat¨ªa patol¨®gica
Adem¨¢s, los ¨¢rabes afganos exhib¨ªan una antipat¨ªa patol¨®gica hacia los occidentales. (...) El reportero de la BBC John Simpson tuvo un encuentro turbador con el propio Bin Laden fuera de Jalalabad en 1989. Simpson y su equipo de televisi¨®n viajaban con un grupo de muyahidin afganos cuando tropezaron con un hombre ¨¢rabe ataviado con hermosos ropajes blancos impecables; el hombre empez¨® a gritar a los escoltas de Simpson que mataran a los infieles y ofreci¨® al conductor del cami¨®n la suma, nada despreciable, de 500 d¨®lares para que hiciera el trabajo. La escolta afgana de Simpson rechaz¨® la oferta y Bin Laden apareci¨® m¨¢s tarde en el catre de un campamento llorando de frustraci¨®n. ?nicamente cuando el saud¨ª se convirti¨® en una figura conocida, casi una d¨¦cada despu¨¦s, comprendi¨® Simpson qui¨¦n era el misterioso ¨¢rabe que hab¨ªa deseado su muerte. (...) Vince Cannistraro, director de personal del grupo interagencial del Consejo de Seguridad Nacional que coordin¨® la t¨¢ctica afgana a mediados de la d¨¦cada de 1980, asegura que s¨®lo hab¨ªa seis oficiales de la CIA en Pakist¨¢n en todo momento, y que ¨¦stos eran meros 'administradores' que confeccionaban toda la operaci¨®n de la agencia en el pa¨ªs.
M¨¢s a¨²n, un antiguo oficial de la CIA me explic¨® que los oficiales de la agencia destinados en Pakist¨¢n apenas sal¨ªan de la Embajada en Islamabad y raras veces se reun¨ªan con los l¨ªderes de la resistencia afgana, y no digamos con militantes ¨¢rabes. Me cont¨® que en una ocasi¨®n, a mediados de la d¨¦cada de 1980, los oficiales de la CIA tuvieron literalmente que suplicar que se les permitiera asistir a una reuni¨®n de oficiales estadounidenses con l¨ªderes afganos en Peshawar.
Una relaci¨®n muy limitada
Muhammad Yusaf, general de brigada que dirigi¨® la operaci¨®n afgana de la agencia ISI entre 1983 y 1987, explica con admirable claridad la relaci¨®n entre la CIA y los muyahidin o luchadores santos afganos: 'La principal funci¨®n de la CIA era gastar dinero. Ello resultaba irritante para los estadounidenses, y puedo comprender porqu¨¦, pues, aunque pagaban, no llevaban la batuta. La CIA apoyaba a los muyahidin gast¨¢ndose el dinero de los contribuyentes, que con los a?os sumaron miles de millones de d¨®lares, para comprar armas, munici¨®n y equipos. El verdadero trabajo lo ten¨ªa su departamento secreto encargado de proporcionar las armas. La pol¨ªtica de Pakist¨¢n hab¨ªa establecido la norma de que ning¨²n estadounidense pod¨ªa intervenir en la distribuci¨®n de los fondos y las armas una vez que llegaban a ese pa¨ªs. Ning¨²n estadounidense adiestr¨® ni tuvo contacto directo con los muyahidin, y ning¨²n oficial estadounidense entr¨® en Afganist¨¢n'. Un ex oficial de la CIA me dijo: 'Como oficiales de intendencia ¨¦ramos buenos'. As¨ª pues, la CIA ten¨ªa una relaci¨®n muy limitada con los afga-nos, y no digamos con los ¨¢rabes afganos. Y por buenas razones. Sencillamente, no ten¨ªa sentido que la CIA y los ¨¢rabes afganos estuvieran en contacto. Durante la guerra afgana la CIA trabajaba a trav¨¦s de la agencia ISI, mientras que los ¨¢rabes afganos funcionaban independientemente y ten¨ªan sus propias fuentes de financiaci¨®n. La CIA no necesitaba a los ¨¢rabes afganos y los ¨¢rabes afganos no necesitaban a la CIA. As¨ª pues, la idea de que la agencia financiaba y adiestraba a los ¨¢rabes afganos es, en el mejor de los casos, enga?osa. La escuela de pensamiento 'culpemos a la CIA de todos los desastres' sobreestima enormemente el poder de la agencia, tanto para lo bueno como para lo malo.
Existe un extra?o episodio donde la CIA s¨ª ayud¨® a un importante reclutador de ¨¢rabes afganos, el cl¨¦rigo y jeque egipcio Omar Abdel Rahman, el cual m¨¢s tarde ser¨ªa condenado por su papel en la conspiraci¨®n para hacer volar edificios clave de la ciudad de Nueva York, como el complejo de Naciones Unidas y el Holland Tunnel. Pese a saberse que el jeque Rahman era el l¨ªder espiritual del grupo isl¨¢mico terrorista de Egipto, en 1987 recibi¨® un visado para entrar en Estados Unidos, y en 1990, otro visado de entrada m¨²ltiple. El Gobierno estadounidense dijo que estos visados se expidieron o bien por un error inform¨¢tico o bien por las diferentes formas en que puede deletrearse el nombre del jeque. Aun as¨ª, al menos uno de los visados lo facilit¨® un oficial de la CIA que trabajaba de inc¨®gnito en el departamento consular de la Embajada estadounidense en Sud¨¢n. La cuesti¨®n de si fue un error o no sigue abierta.
Otro contacto entre la CIA y los ¨¢rabes afganos era Al¨ª Muhammad, un estadounidense de origen egipcio que trabaj¨® brevemente como informador de la CIA a principios de la d¨¦cada de 1980 y, posteriormente, para Al Qaeda. No obstante, aunque estas conexiones resultan sin duda interesantes, son s¨®lo eso, conexiones. No puede decirse que constituyan una operaci¨®n de la agencia para adiestrar y financiar a los ¨¢rabes afganos.
El error t¨¢ctico
Eso no significa que la CIA no cometiera un importante error t¨¢ctico durante la guerra afgana al permitir que todas las decisiones sobre la financiaci¨®n y el encauzamiento del conflicto las tomaran los paquistan¨ªes. Dejar que los paquistan¨ªes dirigieran el espect¨¢culo tuvo sentido durante los primeros a?os de la guerra, en primer lugar para permitir que Estados Unidos pudiera negar su papel en el conflicto, pero tambi¨¦n porque los paquistan¨ªes comprend¨ªan lo que estaba ocurriendo en Afganist¨¢n mejor que nadie. Con todo, para 1985 el presidente Ronald Reagan se estaba reuniendo p¨²blicamente con los comandantes militares afganos, de modo que la necesidad de poder negar la implicaci¨®n de Estados Unidos carec¨ªa ya de sentido; adem¨¢s, para entonces los oficiales estadounidenses ten¨ªan acceso a informaci¨®n sobre qu¨¦ comandantes afganos eran eficaces y cu¨¢les eran antiamericanos. En ese momento, el Gobierno de Estados Unidos y la CIA hubieran debido presionar a los paquistan¨ªes para que repartieran la ayuda estadounidense de una manera m¨¢s acorde con los intereses de Estados Unidos. Eso nunca ocurri¨®. Los paquistan¨ªes siguieron financiando de forma desproporcionada a las facciones m¨¢s islamistas, contribuyendo con ello a una brutal guerra civil en Afganist¨¢n. Tambi¨¦n vertieron cientos de millones de d¨®lares en facciones afganas antioccidentales, las cuales, a su vez, adiestraron militantes que m¨¢s tarde exportar¨ªan la yihad y el terrorismo al resto del mundo, Estados Unidos inclusive. Esta clase de consecuencias involuntarias derivadas de operaciones secretas se conoce, en el lenguaje de los esp¨ªas, como blowback (bofetada).
Para entender c¨®mo se produjo este blowback es preciso com-prender la manera en que el Gobierno de Estados Unidos se im-plic¨® en la guerra afgana. Seis meses antes de la invasi¨®n sovi¨¦tica, Estados Unidos ya estaba proporcionando cierta ayuda a los afganos que luchaban contra el r¨¦gimen de tendencia sovi¨¦tica del presidente Nur Muhammad Taraki. El 3 de julio de 1979, el presidente Carter firm¨® un decreto presidencial que autorizaba la financiaci¨®n de las guerrillas anticomunistas. La invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n en la Navidad de 1979 para colocar en el poder a Hafizullah Am¨ªn, una marioneta sovi¨¦tica, cambi¨® la actitud de la Administraci¨®n de Carter hacia los sovi¨¦ticos, seg¨²n Robert Gates, entonces ayudante de Carter y m¨¢s tarde jefe de la CIA. 'La invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n es la mayor amenaza para la paz desde la Segunda Guerra Mundial', afirm¨® Carter. 'Constituye una pronunciada escalada en la historia ofensiva de la Uni¨®n Sovi¨¦tica'.
La Administraci¨®n de Carter enseguida elabor¨® un plan para incrementar el apoyo a los muyahidin. El elemento m¨¢s importante del mismo era conservar la posibilidad de negar toda implicaci¨®n. A fin de mantener oculto el apoyo de Estados Unidos, la CIA utiliz¨® fondos saud¨ªes y estadounidenses para comprar armas a China y Egipto. Nadie quer¨ªa facilitar a los sovi¨¦ticos la victoria propagand¨ªstica de anunciar la implicaci¨®n de Estados Unidos en el apoyo a los muyahidin.
Afganist¨¢n, un pa¨ªs sin salida al mar, estaba rodeado entonces por pa¨ªses cuyos reg¨ªmenes no simpatizaban con los intereses estadounidenses: el Ir¨¢n de Jomeini, la URSS y China. El ¨²nico canal posible para llegar hasta los rebeldes era Pakist¨¢n. As¨ª pues, la operaci¨®n de la CIA iba a llevarse a cabo a trav¨¦s de un importante intermediario: la agencia ISI de Pakist¨¢n. La ayuda estadounidense a los afganos comenz¨® en 1980 a un ritmo relativamente modesto de 20 o 30 millones de d¨®lares anuales, que para 1987 hab¨ªa ascendido a 630 millones al a?o. A lo largo de la d¨¦cada de 1980, la resistencia afgana recibi¨® un total de 3.000 millones de d¨®lares.
Gulbuddin Hekmatyar
Al entregar a la agencia ISI 3.000 millones de d¨®lares del dinero de los contribuyentes estadounidenses, la CIA tambi¨¦n estaba entregando a los paquistan¨ªes el control pleno sobre la distribuci¨®n de los fondos, lo cual iba a constituir un error bastante caro. De acuerdo con unos c¨¢lculos sumamente conservadores, 600 millones fueron a parar al partido Hizb-i-islami, presidido por Gulbuddin Hekmatyar, un fan¨¢tico islamista. El Hizb era uno de los siete partidos en que se hab¨ªan organizado los l¨ªderes de la resistencia afgana. ?stos abarcaban desde la organizaci¨®n islamista radical de Hekmatyar hasta partidos moderados que defend¨ªan el regreso de la monarqu¨ªa afgana. El partido de Hekmatyar ten¨ªa la dudosa distinci¨®n de no haber ganado ninguna batalla importante durante la guerra, de adiestrar a islamistas militantes de todo el mundo, matar a gran n¨²mero de muyahidin de otros partidos y adoptar una virulenta postura antioccidental. Adem¨¢s de los cientos de millones de d¨®lares de ayuda estadounidense, Hekmatyar tambi¨¦n se llev¨® la mejor tajada de la ayuda saud¨ª.
Para averiguar por qu¨¦ Estados Unidos hab¨ªa financiado a Hekmatyar hasta ese extremo, fui a ver a Graham Fuller, jefe de la CIA en Kabul hasta 1978, que luego se hizo cargo del departamento de pron¨®sticos. (...) Rodeado de recuerdos de sus diferentes destinos en el extranjero, hablaba con el tono comedido de un acad¨¦mico: 'Durante a?os no existi¨® una preocupaci¨®n real por la naturaleza de la yihad contra Occidente en Afganist¨¢n. Se ten¨ªa la sensaci¨®n de que los muyahidin eran antisovi¨¦ticos. El dinero se repart¨ªa a trav¨¦s de los paquistan¨ªes, que conoc¨ªan a fondo la pol¨ªtica de los muyahidin. Washington habr¨ªa cometido una locura si hubiera afirmado conocer bien a los muyahidin. En 1984, sin embargo, qued¨® claro que algunos de estos grupos eran ideol¨®gicamente fan¨¢ticos. Hekmatyar era el primero de la lista. Exist¨ªa la sospecha de que fuera un agente de la URSS, pues pasaba mucho m¨¢s tiempo luchando contra otros muyahidin que matando sovi¨¦ticos. Era un tipo desagradable. A finales de la d¨¦cada de 1960 fue agente paquistan¨ª y los paquistan¨ªes le utilizaron como un instrumento. Cre¨ªan que era eficaz, y era 'su hombre'.
Informes fiables sobre la guerra afgana apoyan la visi¨®n de que Hekmatyar estaba ansioso de poder y era un producto de Pakist¨¢n, pa¨ªs que siempre ha apoyado a los pastun, grupo ¨¦tnico que tiene un pie a cada lado de la frontera afgano-paquistan¨ª.
Seg¨²n el historiador Henry Bradsher: 'El partido de Hekmatyar era leninista tanto por su car¨¢cter dictatorial como por su tendencia implacable a obtener poder de la manera amoral que fuera oportuna'. Bradsher cita al general Zia, el dictador paquistan¨ª, hablando de Hekmatyar: 'Fue Pakist¨¢n quien le convirti¨® en un l¨ªder afgano y es Pakist¨¢n quien puede destruirle si sigue port¨¢ndose mal'. Seg¨²n otro conocedor de la guerra, Hekmatyar 'siempre pon¨ªa el objetivo a largo plazo de la revoluci¨®n isl¨¢mica por delante de la resistencia a los sovi¨¦ticos o al r¨¦gimen de Kabul. Sus militantes se dedicaban generalmente a luchar contra los frentes de otros partidos, pues su meta estrat¨¦gica m¨¢s importante era asegurar el dominio del Hizb sobre todas las fuerzas isl¨¢micas'.
Kurt Lohbeck, que cubri¨® la guerra para la CBS News y era uno de los pocos periodistas occidentales apostados permanentemente en Peshawar, resum¨ªa el error estadounidense con respecto a Gulbuddin Hekmatyar de este modo: 'La Embajada ... dio la interpretaci¨®n sobre la historia afgana que le conven¨ªa: Gulbuddin era la resistencia. Lo cual, sencillamente, no era cierto. Gulbuddin no ten¨ªa una organizaci¨®n combatiente eficaz. No ten¨ªa un solo comandante que gozara de buena reputaci¨®n militar'. De hecho, Hekmatyar tendr¨ªa un papel protagonista en la amplia derrota muyahidin que supuso el desastroso cerco a Jalalabad de 1989. (...) La infame reputaci¨®n y el antiamericanismo de Hekmatyar no puede decirse que fuera un secreto durante la guerra contra los sovi¨¦ticos. (...)
Hekmatyar tambi¨¦n funcionaba como una especie de alter ego de Bin Laden, atrayendo a militantes islamistas de todo el mundo para recibir adiestramiento. Uno de estos reclutas fue un palestino llamado Abu Mahaz que en 1993 dijo a la CNN: 'Somos terroristas, s¨ª, somos terroristas porque es nuestra fe. Escuche este vers¨ªculo del Cor¨¢n: 'Debes preparar cuanto est¨¦ a tu alcance, por lo que se refiere a poder y caballos, para aterrorizar a los enemigos de Al¨¢'. Abu Mahaz defend¨ªa la idea de que todas las tierras que en otros tiempos hab¨ªan sido musulmanas, Espa?a inclusive, deb¨ªan ser devueltas al redil del islam. Bin Laden y Hekmatyar trabajaban estrechamente. A principios de la d¨¦cada de 1990, los campos de adiestramiento de Al Qaeda de la regi¨®n de Jost, en el este de Afganist¨¢n, se hallaban en una zona controlada por el partido de Hekmatyar. (...)
La alternativa Massud
?Exist¨ªa una alternativa mejor a la que se hubiera podido dirigir el apoyo estadounidense? La respuesta es un rotundo s¨ª. El comandante afgano Ahmad Shah Massud era un islamista moderado y un general brillante que jam¨¢s recibi¨® una ayuda estadounidense proporcional a sus proezas en el campo de batalla. Richard Mackenzie, que pas¨® m¨¢s tiempo con Massud que ning¨²n otro periodista, dice: 'Massud estaba llevando a cabo una revoluci¨®n isl¨¢mica. Habr¨ªa sido una voz a favor de la transparencia y de un Estado m¨¢s democr¨¢tico para Afganist¨¢n'. Massud ser¨ªa herido de muerte por dos asesinos argelinos que se hicieron pasar por reporteros de televisi¨®n el 9 de septiembre de 2001, apenas cuarenta y ocho horas antes del ataque a las torres del World Trade Center. Siniestro augurio. (...)
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