Con el paso cambiado
Hasta hace muy poco, pol¨ªticos, intelectuales y ciudadanos compart¨ªan grandes do-sis de confianza, de tolerancia y, como valor en alza, el optimismo invad¨ªa la escena p¨²blica y privada. Tal era el optimismo que el adjetivo 'nuevo' acompa?aba cualquier ret¨®rica y proyecto pol¨ªtico. Lo nuevo y lo post adornaban nuestras vidas: se hablaba de nueva pol¨ªtica, de nuevo ciudadano, de postmodernidad, de nueva educaci¨®n.
Los reiterados acontecimientos de septiembre nos sorprendieron a todos, ciudadanos y pol¨ªticos, con el paso cambiado. As¨ª, de golpe y porrazo, pasamos de la confianza a la incertidumbre, de la tolerancia al choque de culturas, del optimismo social al p¨¢nico colectivo. Y ahora, lo nuevo es sustituido por el cambio. Las pol¨ªticas nacionales e internacionales ya no son nuevas, simplemente se han visto obligadas a cambiar, de un d¨ªa para otro, por sorpresa, como burda reacci¨®n. Claro que, entre lo nuevo y el cambio hay un salto de ¨¢nimo. Pasamos del espacio al tiempo. Lo nuevo nos proyectaba al exterior, al espacio, el cambio nos enfrenta a tiempos pasados. La crisis econ¨®mica, los despidos masivos, el cierre de empresas, la desconfianza inversora... vuelven todos ellos con m¨¢s fuerza y virulencia y, encima, nos coge desprevenidos.
Los pol¨ªticos estaban tan despreocupados que nos dec¨ªan cosas como 'lo mejor est¨¢ por llegar' a lo Blair, y ya ven el cambio que ha experimentado el l¨ªder brit¨¢nico; o el 'cambio tranquilo' que nuestro dirigente socialista nos promet¨ªa, por no mencionar el 'vamos a m¨¢s' del partido en el Gobierno. Y el ciudadano, que ya se hab¨ªa aprendido la lecci¨®n de la tolerancia, del pluralismo cultural, de la tranquilidad que da confiar en el otro, ahora se enfrenta a culturas irreconciliables, a la intranquilidad de la sospecha generalizada, a la necesidad de perder libertades para ganar seguridad.
Los expertos dicen que las situaciones traum¨¢ticas tienden a producir inicialmente un estado de perplejidad que impide a las personas reaccionar ante los aconteci-mientos, que pasa un tiempo hasta que nos hacemos cargo de la situaci¨®n y que s¨®lo entonces se producen las primeras acciones dirigidas a enfrentarnos fr¨ªa y racionalmente con los hechos. Si tienen raz¨®n los expertos, habr¨ªa que decir que nos encontramos todav¨ªa en estado de perplejidad. Un estado que lleva a la paralizaci¨®n y tambi¨¦n a respuestas elementales, r¨¢pidas, reactivas, es decir, de simple supervivencia. Medidas de seguridad, control de finanzas, listas de sospechosos, pol¨ªticas restrictivas de inmigraci¨®n y tambi¨¦n mucho desconcierto, falsas alarmas y sobresaltos fundamentados, pero sin saber en qu¨¦.
Solapadamente, bajo la apariencia de ese estado de perplejidad, se van fraguando cambios importantes, menos reactivos y m¨¢s a largo plazo. Las respuestas defensivas que estamos viviendo en la pol¨ªtica nacional e internacional pueden ser pasajeras, pero tambi¨¦n pueden consolidarse y marcar una agenda pol¨ªtica muy distinta a la de la globalizaci¨®n: volvemos a los viejos temas de orden, control y seguridad. M¨¢s importantes a¨²n son los efectos que los acontecimientos de septiembre y las respuestas defensivas de los estados llegar¨¢n a tener en los sentimientos, en las creencias sociales y pol¨ªticas de los ciudadanos. Estos efectos en la poblaci¨®n son los que deben cuidar los pol¨ªticos, porque se est¨¢n fraguando ahora pero se desarrollar¨¢n pasados unos cuantos a?os. Tres conjuntos de sentimientos pueden estar cambiando de forma silenciosa, lenta pero progresivamente, sin enterarnos, al menos por ahora.
Del primer conjunto de sentimientos, ya tenemos algunos indicadores. Me refiero a la aceptaci¨®n, cada vez mayor, por los ciudadanos de que deben dejarse orientar y guiar por las autoridades. Son los dirigentes pol¨ªticos los que saben lo que conviene al ciudadano. El estado ya no se limita a ofrecer oportunidades a las personas. Se acabo la corresponsabilidad que inici¨®, entre otros, la tercera v¨ªa. El estado adquiere el protagonismo que hab¨ªa perdido y toma las riendas de la vida social y pol¨ªtica. Las formas y estilos democr¨¢ticos de vida dominantes al comienzo de las sociedades postmodernas est¨¢n ahora en baja. Algunas encuestas ya ponen de manifiesto que los ciudadanos aceptan de buen grado una revitalizaci¨®n de la autoridad, todav¨ªa no autoritarismo, frente a la autonom¨ªa individual de la satisfacci¨®n de necesidades. Frente a la necesidad personal, las obligaciones colectivas.
El segundo conjunto de sentimientos se mueve en el ¨¢mbito de las ideas y creencias sobre la historia, el conocimiento y la t¨¦cnica. Los acontecimientos que los ciudadanos est¨¢n viviendo le descubren aspectos opuestos y contradictorios de los avances tecnol¨®gicos. Las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n nos han mostrado su lado m¨¢s poderoso, pero tambi¨¦n su lado m¨¢s perverso. Su gran poder y tambi¨¦n su ineficacia. La confianza exagerada en los avances tecnol¨®gicos para resolver los problemas sociales est¨¢ en entredicho. La t¨¦cnica ya no es sin¨®nimo de bienestar y soluci¨®n de problemas. Renace as¨ª el protagonismo que en otros tiempos tuvo la voluntad y aspiraciones de los pueblos. La t¨¦cnica no lo es todo y, a veces, es lo peor. De esto no tenemos indicadores, tenemos la realidad del p¨¢nico colectivo ante los efectos de las innovaciones tecnol¨®gicas. No aprendimos la vieja lecci¨®n de que todo lo que se inventa, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, acaba utiliz¨¢ndose.
El tercer conjunto de sentimientos que est¨¢ empezando a cambiar es el que tiene que ver con las relaciones sociales. El optimismo de las sociedades postmodernas hab¨ªa situado la confianza social en la c¨²spide de los valores en alza. Hasta hace muy poco, la necesidad de conocer otras personas y culturas, el consumo de relaciones sociales, la ruptura de toda frontera entre las personas marcaron la concepci¨®n de las relaciones humanas: espont¨¢neas, abiertas y muy diversas. Ni siquiera enfermedades como el SIDA, lograron minar esa necesidad imparable de relaci¨®n y confianza en los otros. Hoy afloran sentimientos que hasta hace muy poco eran pol¨ªticamente incorrectos, las circunstancias favorecen la desconfianza social. Hace muy poco, unos pasajeros escucharon una conversaci¨®n, vieron rasgos ¨¢rabes en los interlocutores desconocidos y anticiparon estereotipos. El resultado fue la paralizaci¨®n de un vuelo. Una an¨¦cdota, como muchas otras, que puede dejar de serlo.
Son tiempos de cambio que nos han cogido con el paso cambiado. Nos movemos entre opciones contradictorias como si estuvi¨¦ramos borrachos y, con frecuencia, entonamos canciones que suenan a viejos tiempos pol¨ªticos y sociales. Pero esta borrachera contra el terror no puede durar mucho m¨¢s. Necesitamos serenarnos, enfocar con mayor sobriedad el futuro y volver a marcar el paso que llev¨¢bamos, porque hasta el momento nadie ha demostrado que nos llevara por mal camino.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica.
Prehistoria in¨¦dita
La Semana de la Ciencia continuar¨¢ hasta enero de 2002, a trav¨¦s de la exposici¨®n De neandertales a croma?ones. Los or¨ªgenes del poblamiento en las tierras valencianas, instalada en el edificio de La Nau. Se pretende dar cuenta de la amplitud del proceso hist¨®rico -en torno a los 300.000 a?os- y las modificaciones paleoambientales. Sobre el contenido de la exposici¨®n, Valent¨ªn Villaverde, catedr¨¢tico de Prehistoria y comisario se?ala que 'se mostrar¨¢n los resultados de los yacimientos paleol¨ªticos valencianos proporcionando datos in¨¦ditos y una de las documentaciones m¨¢s importantes de los dos periodos en toda Europa y, sin duda, de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica'. Se ha optado por un planteamiento novedoso: 'No hemos elegido los huesos y los objetos por su valor paleontol¨®gico intr¨ªnseco, sino por la necesidad de informar sobre los procesos'. De ah¨ª que se reconstruyan las piezas que se dispondr¨¢n en vitrinas. Dicho esfuerzo para facilitar la comprensi¨®n del habitante incluye la recreaci¨®n paleoambiental de paisajes de cinco etapas desde hace 125.000 a?os a 10.000, por lo que el espectador podr¨¢ ver, por ejemplo, el aspecto de la Cova de Parpall¨® de Gandia, en aquel entonces. La exposici¨®n se nutre de la investigaci¨®n generada en los ¨²ltimos veinte a?os en cinco yacimientos en los que el Departamento de Arqueolog¨ªa de la universidad ha trabajado junto al Servicio de Investigaci¨®n Prehist¨®rica de la Diputaci¨®n de Valencia. 'La grandeza de la Prehistoria valenciana es que todav¨ªa nos quedan yacimientos activos como la Cova de Bolomor, de Tavernes de la Valldigna, Cendres (Teulada-Moraira) o Santa Maira (Castell de Castells)'.
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