Decir sin hacer, hacer sin decir
Quienes en su momento saludaron con alivio el resultado de las pasadas elecciones vascas tienen en las horas presentes motivo de meditaci¨®n. Pues ya entonces era evidente que el triunfo del Partido Nacionalista Vasco iba a traer esta pol¨ªtica ambigua que consiste en decir una cosa que no se acaba de hacer y hacer otra que no se acaba de decir.
Lo que se dice y se hace a medias es la defensa de la libertad de los ciudadanos vascos que viven amenazados a diario por el terrorismo, amenaza que se extiende a los jueces que defienden esa libertad. El PNV se ha posicionado claramente en contra de la violencia; de hecho, siempre lo hizo. Pero es un decir que va siempre acompa?ado de todo tipo de disculpas o matices, de modo que las detenciones son 'garzonadas', las asociaciones de presos (l¨¦ase, asesinos convictos) reciben m¨¢s ayuda que las de sus v¨ªctimas, las extradiciones son siempre discutibles y, por supuesto, el terror se excusa como consecuencia de un conflicto pol¨ªtico subyacente. Nadie podr¨ªa decir que el Gobierno del PNV no participa de la lucha contra el terrorismo, pero nadie podr¨ªa asegurar que est¨¢ en la vanguardia de esa lucha, como es su deber.
La pol¨ªtica sinuosa tiene su contrapartida en lo que se hace sin decir del todo, pues la otra pata de su pol¨ªtica es caminar firmemente hac¨ªa la independencia por la v¨ªa de la desobediencia civil, pero sin acabar de decir ni el nombre del camino ni el de la meta. Nos encontramos pues ante el punto de inflexi¨®n de una trayectoria siempre confusa que, tras prometer lealtad a cambio de poder, utiliza el poder para romper el pacto de lealtad. Es indiscutible que el PNV est¨¢ en su derecho de solicitar una reforma de la Constituci¨®n si as¨ª lo desea. Pero s¨®lo los ni?os creen que basta con tener raz¨®n; los adultos sabemos que, adem¨¢s, es necesario ejercerla en tiempo y forma. Y el modo como el PNV ejercita su raz¨®n adolece de, al menos, tres objeciones principales.
La primera es que no fue ese el mandato de las urnas. El PNV consigui¨® enderezar a ¨²ltima hora una malhadada campa?a electoral justo cuando Ibarretxe rescat¨® el Estatuto de Gernika del ba¨²l de los recuerdos para tranquilizar al electorado, de modo que fue la supuesta moderaci¨®n del lehendakari, y no la radicalidad de Arzalluz, lo que sali¨® triunfante. Apoyarse en un mandato para hacer lo contrario no es l¨®gica democr¨¢tica.
Pero esta burla al electorado es inevitable, y de ah¨ª la segunda objeci¨®n al procedimiento: la falta de claridad del objetivo. Ibarretxe sabe bien que la mayor¨ªa de los vascos (e incluso de los votantes del PNV) est¨¢n en contra de la independencia; pero sabe tambi¨¦n que la mayor¨ªa est¨¢n a favor de la autodeterminaci¨®n. Y as¨ª ha descubierto que debe plantear una pregunta de procedimiento para llevarse la sustancia. Ahora bien, iniciar un refer¨¦ndum sobre la autodeterminaci¨®n sin saber para qu¨¦ ni de qu¨¦ se autodeterminan los vascos es una trampa que les hace caminar hacia el abismo sin que se den cuenta de ello.
Pero la tercera objeci¨®n es la fundamental. Pues incluso si ganara elecciones con un mandato claro, y clarificara sus objetivos, sigue siendo cierto que Euskadi no re¨²ne hoy condiciones para un di¨¢logo pol¨ªtico libre, y sin ese requisito es una burla a la democracia plantear ning¨²n cambio sustancial del statu quo. Los jueces son asesinados; los diputados de la oposici¨®n siguen con escolta, al igual que los concejales del PP y del PSOE; y sabemos con certeza que m¨¢s de dos de cada tres vascos no se atreven a hablar de pol¨ªtica. En tales condiciones, pretender avanzar hacia el objetivo de la independencia es, ni m¨¢s ni menos, que aprovecharse del chantaje de ETA a la poblaci¨®n, y esto es una ignominia inaceptable. Contra lo que piensa el PNV, no es la independencia la precondici¨®n de la paz, m¨¢s bien ser¨ªa el inicio de una guerra civil entre ETA y la Ertzaintza. Todo lo contrario: la paz es la precondici¨®n indiscutible para cualquier di¨¢logo pol¨ªtico democr¨¢tico que pretenda superar el actual marco constitucional. No es el PSOE quien debe desmarcarse del Pacto Antiterrorista; es el PNV quien deber¨ªa sumarse.
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