Impunidad
Corren malos tiempos tras el inicio del milenio, pues su primer a?o no podr¨ªa ser m¨¢s nefasto de lo que est¨¢ resultando. Las bolsas ya se ven¨ªan hundiendo hac¨ªa un tiempo, desinflando la burbuja de la nueva econom¨ªa. Pero desde el masivo atentado de Manhattan que destruy¨® la creencia en la invulnerabilidad de los estadounidenses, tambi¨¦n se ha deshinchado el espejismo tecnol¨®gico, desacreditando el mito del progreso material indefinido. Y el remedio improvisado como reacci¨®n ha sido mucho peor que la enfermedad que se quer¨ªa combatir, pues el bombardeo del desierto s¨®lo est¨¢ sirviendo para desalentar todav¨ªa m¨¢s a los europeos y rearmar moralmente al radicalismo antioccidental, que ha encontrado nuevos argumentos para tomarse la justicia por su mano, por si necesitaba todav¨ªa m¨¢s.
Esto demuestra que la venganza t¨¢ctica escenificada por Bush de cara a la galer¨ªa no s¨®lo es ileg¨ªtima (un crimen, si s¨®lo castiga a inocentes) sino adem¨¢s perjudicial: un error de c¨¢lculo estrat¨¦gico, capaz de desencadenar un sinf¨ªn de imprevisibles consecuencias perversas, pues las cosas no han hecho m¨¢s que empezar a empeorar. Y lo que resulta m¨¢s preocupante es que la inseguridad en s¨ª mismos que est¨¢ ganando a los estadounidenses amenaza con agravarse, generando una deriva peligrosa hacia el desastre, pues el miedo es un p¨¦simo consejero. Ya hay signos que lo hacen temer as¨ª, como el recorte de garant¨ªas constitucionales, la suspensi¨®n de libertades civiles, el retorno de la censura de prensa y la propensi¨®n de la opini¨®n estadounidense hacia un clima de prefascista caza de brujas.
Todo lo cual es aprovechado por estos pagos europeos para hundirse todav¨ªa m¨¢s en el oportunismo, la hipocres¨ªa y la confusi¨®n. El espect¨¢culo que est¨¢ dando la Uni¨®n, en su atropellada pugna por ver qui¨¦n halaga con mayor servilismo al padrino americano, es m¨¢s rid¨ªculo que pat¨¦tico. Pero adem¨¢s, como los vientos que soplan desde la otra orilla del Atl¨¢ntico no son precisamente favorables a los valores democr¨¢ticos, parece que tambi¨¦n aqu¨ª est¨¢ comenzando a imponerse un claro retorno al autoritarismo m¨¢s imp¨²dico, que no duda en forzar las reglas de juego para rearmar al poder gubernamental. El peor ejemplo lo proporciona desde luego Berlusconi en Italia, pero su amigo Aznar no le anda tampoco a la zaga. Bien es verdad que nuestro presidente no parece necesitar ejemplos o est¨ªmulos externos, pues ya tiene acreditada una clara propensi¨®n hacia el intervencionismo m¨¢s arbitrario. Pero lo que s¨ª es nuevo en Espa?a es una cierta sensaci¨®n de flagrante impunidad gubernamental
La resoluci¨®n parlamentaria del caso Gescartera es quiz¨¢s el peor ejemplo de cuanto digo, pero hay otros que apuntan en la misma direcci¨®n de reforzar la autocracia del poder, como sucede con la imposici¨®n arbitrista del diktat universitario, las frecuentes haza?as del fiscal general o la insolente arrogancia digna del peor Berlusconi con que el vicepresidente econ¨®mico se resiste a explicar la presunci¨®n de incompatibilidad entre sus responsabilidades p¨²blicas y sus intereses privados. Se dir¨ªa, en suma, que nuestros gobernantes se han dado cuenta de que ya no tienen por qu¨¦ respetar ning¨²n l¨ªmite capaz de frenarles, pues pr¨¢cticamente pueden hacer lo que les venga en gana. Mucho m¨¢s a partir de ahora, cuando las instituciones te¨®ricamente encargadas de controlar al Gobierno se han renovado con un personal bastante m¨¢s pr¨®ximo a sus posiciones pol¨ªticas.
Y en este sentido, las conclusiones aprobadas por la comisi¨®n parlamentaria que investig¨® Gescartera, al establecer de facto un veredicto de impunidad gubernamental, han sentado un precedente que muy probablemente habr¨¢ que lamentar. Pues si hasta ahora nuestros gobernantes ten¨ªan que guardar las formas y cuidar las apariencias, por miedo a tener que sufrir un escrutinio parlamentario, a partir de ahora semejante posibilidad ya no habr¨¢ de preocuparles, una vez cruzado con ¨¦xito el Rubic¨®n de su constatada impunidad.
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