Afeitado de barbas en Taloq¨¢n
Una ciudad afgana tomada por la Alianza del Norte recupera sus costumbres
Shirin Aghan llevaba m¨¢s de un a?o en paro, a pesar de que ten¨ªa su propio negocio en la calle principal de Taloq¨¢n, una ciudad de cerca de 30.000 habitantes que el domingo por la noche fue conquistada por la Alianza del Norte. Pero trabajaba en uno de los asuntos que menos gustaban a los antiguos due?os y se?ores de esta peque?a ciudad del norte de Afganist¨¢n: Aghan es barbero y los talibanes obligaban a que los hombres nunca se recortasen las barbas. Ayer recuper¨® gran parte del trabajo perdido.
'He cortado 50 barbas s¨®lo por la ma?ana y espero que durante toda la semana venga m¨¢s gente', asegura desde su peque?o negocio, en el que ha vuelto a colgar mugrientas fotograf¨ªas, que tuvo que retirar durante los 14 meses en los que las milicias talibanes ocuparon la ciudad.
Cuando los tenderos vieron que todo funcionaba bien, la ciudad volvi¨® a su bulliciosa normalidad
As¨ª son las cosas en Afganist¨¢n: en este pa¨ªs est¨¢n tan acostumbrados a ser conquistados, reconquistados y vueltos a conquistar que los cambios se producen a una velocidad vertiginosa. 'No me gustaba que me dijesen c¨®mo tengo que llevar mi barba', dice Idris, uno de los habitantes de Taloq¨¢n que no han esperado ni un d¨ªa para recuperar su cara afeitada. En el mercado, los productos prohibidos vuelven a aparecer: ya hay radios a la venta e incluso una marca de henna -el colorante que los musulmanes se ponen en las manos para asistir a las bodas- llamada Titanic, en cuya caja se pueden ver los rostros de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. 'Nos obligaban a quitar la foto cuando estaban aqu¨ª', se?ala el comerciante.
Taloq¨¢n fue una ciudad fantasma durante s¨®lo unas horas porque es imposible frenar la actividad de una localidad afgana. En la noche del domingo, a las tres horas de la llegada de los muyahidin, no se ve¨ªa a nadie por las calles y se escuchaban muchos disparos al aire a modo de celebraci¨®n. Pero incluso en ese momento, cuando los talibanes acababan de marcharse y las tropas de la Alianza del Norte patrullaban por las calles armadas hasta los dientes en un ambiente no demasiado reconfortante, un avezado comerciante se atrevi¨® a abrir su tienda y se puso a vender pinchitos de cordero y dulces. Los guerrilleros pagaban religiosamente su comida.
Cuando se pregunta a la gente sobre si pasaron miedo en las horas previas a la conquista, miran extra?ados al interlocutor y se limitan a destacar que no hubo combates callejeros y que se quedaron en sus casas. A pesar de que miles de muyahidin llegaban a la ciudad, en cuyos alrededores se produjeron intensos tiroteos e intercambios de artiller¨ªa durante varias horas, nadie parec¨ªa demasiado preocupado.
Es incre¨ªble c¨®mo la gente puede acostumbrarse al horror, a la violencia. No se puede olvidar que -aunque en teor¨ªa ahora sean los buenos- cuando los diferentes grupos de la Alianza del Norte gobernaron (por llamarlo de alguna manera) Afganist¨¢n, el pa¨ªs se vio sumido en el caos absoluto. Tambi¨¦n es cierto que eso, ahora mismo, no est¨¢ ocurriendo. Al menos, en Taloq¨¢n.
Los m¨¢s desconfiados ayer eran los comerciantes. Por la ma?ana, las tiendas empezaron a abrir r¨¢pidamente, pero como no acababan de fiarse del todo, algunas permanec¨ªan cerradas ante el temor a saqueos. Avanzada la ma?ana de ayer, cuando los tenderos vieron que todo funcionaba bien y que los muyahidin se comportaban como es debido (tiros al aire aparte), la ciudad volvi¨® a su bulliciosa normalidad.
Tras tomar Taloq¨¢n el domingo por la noche, lo primero que hizo el general Daud, que dirigi¨® la ofensiva, fue recibir ayer por la ma?ana a los ancianos de la localidad para asegurarles que todo iba a funcionar bien. 'Nosotros s¨®lo queremos traer la democracia y la libertad a la gente'.
'Queremos prepararlo todo para que la gente pueda vivir en paz', manifest¨® el comandante Daud, de barba negra y aspecto feroz, en una pausa entre sus numerosas reuniones. Daud ha hablado con los notables, con sus comandantes y con los periodistas, al tiempo que est¨¢ preparando una pr¨®xima ofensiva sobre Konduz, la ¨²ltima provincia del noreste de Afganist¨¢n que sigue en manos de los talibanes.
'Queremos poner en marcha un grupo el¨¦ctrico para que la ciudad tenga luz, mejorar el hospital', asegura Daud, que, sin embargo, no puede decir qui¨¦n va a tener el control de la ciudad. Algunas personas en el mercado opinan que ser¨¢n los notables los que se ocupen de la administraci¨®n civil y las tropas de la Alianza del Norte, de la seguridad. Si la seguridad est¨¢ en relaci¨®n con el n¨²mero de armas que llevan, debe ser elevad¨ªsima. Eso s¨ª, su manera de imponer el orden no deja de ser curiosa: varios soldados ten¨ªan la misi¨®n de despejar la calle principal a golpe de varazo porque la multitud dificultaba el tr¨¢fico. Tras unos cuantos golpes y gritos, el terreno se despejaba, pero todo volv¨ªa a animarse poco despu¨¦s.
En Taloq¨¢n tambi¨¦n se ha cumplido otra costumbre afgana: si las cosas van militarmente muy mal, lo mejor es pasarse al enemigo. En unos antiguos cuarteles, los muyahidin ten¨ªan encerrados a varios talibanes y no permit¨ªan a los periodistas hablar con ellos. Eran cinco y estaban en una habitaci¨®n leyendo el Cor¨¢n. Pero otros dos comandantes talibanes esperaban fuera y esos s¨ª que daban miedo, con sus largas barbas, sus pa?uelos negros y su mirada desafiante. Hab¨ªan hablado con Daud por la ma?ana y ser¨ªan respetados. La noche anterior se hab¨ªan pasado con sus soldados al enemigo sin mayores remordimientos de conciencia.
Talibanes invasores
Es un edificio destartalado en lo alto de una colina. Su estado es lamentable. S¨®lo una parab¨®lica enorme tirada en su patio demuestra lo que fue antes de la llegada de los talibanes en septiembre de 2000: la estaci¨®n de televisi¨®n de Taloq¨¢n. La televisi¨®n estaba prohibida, la radio, la m¨²sica... 'En el mercado ven¨ªan y nos robaban todo, sin pagar', asegura un comerciante tayiko. Aqu¨ª los talibanes eran vistos como invasores, seg¨²n relata un cambista Shagha Hagi, cuyo negocio tambi¨¦n se vio extremadamente perjudicado por la presencia de las milicias.
Mayoritariamente pastunes, una etnia que representa casi el 40% de la poblaci¨®n pero que est¨¢ concentrada en el sur, y con apoyo constante de combatientes ¨¢rabes, chechenos o paquistan¨ªes, los talibanes son vistos en estas regiones tayikas y uzbekas como extranjeros. Y si algo no les gusta a los afganos es que les digan lo que tienen que hacer.
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