Cine en Kabul s¨®lo para hombres
Miles de j¨®venes se amontonan en el antiguo Cinema Royal para ver la primera pel¨ªcula de la era postalib¨¢n
Despu¨¦s de cinco a?os de prohibici¨®n impuesta por los talibanes, ayer volvi¨® el cine, aunque al menos el primer d¨ªa, s¨®lo para los hombres. Miles de j¨®venes de Kabul se amontonaron a las puertas del antiguo Cinema Royal para asistir a la primera proyecci¨®n de la era postalib¨¢n. Poco les import¨® que la cinta fuera vieja, porque la recibieron como si fuera un estreno. Se proyectaba Uruch (Luces), una producci¨®n de la Alianza del Norte basada en la guerra contra la invasi¨®n sovi¨¦tica.
El simbolismo de la apertura del cine super¨® sin duda a la inauguraci¨®n, la v¨ªspera, de la televisi¨®n, que, al fin y al cabo, muchos ve¨ªan de forma clandestina. Con una ingenuidad casi infantil, los habitantes de la capital est¨¢n redescubriendo el mundo.
Los habitantes de la capital afgana redescubren el mundo con ingenuidad infantil
Eran las dos de la tarde. La pel¨ªcula no empezaba hasta las cuatro y ya hab¨ªa muchos m¨¢s espectadores de los que pod¨ªan caber en la sala intentando hacerse con una plaza. A 5.000 afganis (20 pesetas) la entrada, el privilegio no estaba al alcance de todos, pero eran muchas las ganas. La multitud, s¨®lo hombres y en su mayor¨ªa j¨®venes, estaba expectante. Despu¨¦s de cinco a?os, la locura por el cine es tanta que fuerzas policiales se han visto obligadas a utilizar sus bastones para poner orden en las filas de los que pretend¨ªan entrar.
Y eso que la cinta, Uruch (Luces), es una producci¨®n de la Alianza del Norte, la oposici¨®n a los talibanes, sobre la yihad (guerra santa) contra los sovi¨¦ticos. El argumento es la historia de tres h¨¦roes muyahidin contra los invasores sovi¨¦ticos.
?No est¨¢n hartos de guerra? 'No es lo mismo. Aquello es la guerra de verdad, esto es otra cosa', asegura uno de ellos sin poder contener su entusiasmo por el cine, aunque ninguno conoce a Harrison Ford o a Nicole Kidman.
La audiencia, entusiasmada, abuchea al l¨ªder afgano pro-sovi¨¦tico que aparece en la pel¨ªcula brindando con vodka, y aplaude hasta el frenes¨ª el pu?etazo que propina uno de los muyahidin al dirigente pro-moscovita.
Los que est¨¢n fuera, que oyen las voces de la audiencia, no pueden reprimirse m¨¢s y saltan por encima de los bastones y los golpes de la polic¨ªa hasta romper una de las vallas met¨¢licas y entrar en el viejo cine para ver lo poco que falta de pel¨ªcula.
Hasserat est¨¢ como chiquillo con zapatos nuevos. Acaba de comprar una antena de televisi¨®n y la exhibe orgulloso como si fuera un trofeo. A las seis, despu¨¦s de la ruptura del ayuno, se inauguran oficialmente las emisiones y no quiere perderse la efem¨¦ride. El d¨ªa anterior ya han transmitido tres horas en pruebas, pero la gente no estaba preparada. Ahora se ha corrido la voz y la calle Nader Pashtun es un hervidero.
'La he comprado porque hoy volvemos a tener televisi¨®n', explica Hasserat feliz. 'S¨ª, estoy feliz', reconoce el hombre, 'pero no porque tengamos televisi¨®n, sino porque hemos recuperado la libertad'.
Hasserat ten¨ªa televisi¨®n antes de la llegada de los talibanes. 'La ve¨ªamos a escondidas por la noche hasta que nos pillaron y nos la quitaron', recuerda mientras se muestra convencido de que con la tele podr¨¢n 'aprender cosas del resto del mundo'.
La venta de receptores se ha disparado. 'Estamos vendiendo una media de dos o tres al d¨ªa', cuenta Mujib Habibullah en su tienda del mercado Sidiq Omar. Los escaparates se han llenado de est¨¦reos, v¨ªdeos y televisores.
?De d¨®nde ha salido toda esa mercanc¨ªa en un pa¨ªs que hasta hace una semana ten¨ªa prohibida la m¨²sica, el cine y la televisi¨®n, entre otras muchas cosas? 'La ten¨ªamos guardada en casa', explica Atiqullah, hermano de Mujib, sin esconder su satisfacci¨®n por haber salido de la clandestinidad. 'Hasta ahora s¨®lo vend¨ªamos a la gente que conoc¨ªamos; ven¨ªan a la tienda, cerraban el trato y luego por la noche recog¨ªan la compra en casa', a?ade antes de enumerar los castigos por violar las normas (un radiocasete, 15 d¨ªas de detenci¨®n; un reproductor de v¨ªdeo, 30 d¨ªas).
Apenas vend¨ªan cinco al mes, y eso que hab¨ªan ideado un seguro antitalib¨¢n. 'Hemos estado en una c¨¢rcel durante cinco a?os. Ahora nos hemos liberado', aseguran al un¨ªsono. 'Ni siquiera pensamos en comer, s¨®lo en comprar las cosas que hasta ahora han estado prohibidas', a?aden.
Comprar, hay pocos que puedan hacerlo en Kabul.
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