Con disimulo
Es asombrosa la facilidad con que los andaluces contamos a los for¨¢neos nuestras propias miserias. M¨¢s parece deleite que penitencia esa tendencia a autodespellejarnos con que asombramos a los extra?os. Sentimos una satisfacci¨®n morbosa relatando lo mal que funciona todo aqu¨ª e incluso si es menester, cargamos las tintas buscando que asome en el otro ese gesto de incredulidad con que nos sentimos premiados.
Si salimos fuera, la primera sensaci¨®n es que todo funciona bien. Nadie se empe?a en decirnos lo contrario. Con el tiempo vamos descubriendo que tambi¨¦n fuera cuecen habas. Es entonces cuando advertimos el disimulo con que los otros encubren sus propias lacras. Siempre nos pareci¨® normal encontrar libros con alguna hoja arrancada en nuestras bibliotecas, pero no imagin¨¢bamos que los libros sufrieran tambi¨¦n esos b¨¢rbaros tratos en prestigiosas instituciones parisinas. La diferencia es que cuando intentamos comentar la barbarie con el responsable de la instituci¨®n nos encontramos con un soberbio 'c'est pas possible, monsieur'. Por supuesto que es posible, pero hay que disimularlo como se pueda.
Se nos tiene a los andaluces como consumados maestros del disimulo y seguramente es verdad, aunque en un sentido de esta palabra que no es al que nos hemos referido. Disimular es decir tanto como ocultar y en este sentido poco magisterio ejercemos en lo que se refiere a nuestra vida colectiva. Parecemos tenerla en tan poco aprecio que aireamos sin verg¨¹enza sus desdichas. La tratamos como si no fuera nuestra.
Pero disimular es tambi¨¦n decir o expresar algo sin aclararlo por completo de modo que el otro nunca est¨¦ seguro de lo que le queremos decir. Y en este arte del 'decir con disimulo', m¨¢s cercano a la relaci¨®n personal que al sentimiento comunitario, s¨ª tenemos los andaluces alguna destreza acreditada. El 'mirar' y el 'decir con disimulo' forman parte de una suerte de urbanidad que va m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos amatorios hasta meterse en el terreno de la creaci¨®n y del trabajo.
Vaya un ejemplo: 'No me mires que miran / que nos miramos / y en el mirar conocen / que nos amamos. / No nos miremos / que cuando no nos miren / nos miraremos'. Cualquiera dir¨ªa que estamos simplemente ante la expresi¨®n del disimulo propio de unos amantes recatados. Pero claro, cuando esta seguidilla nos aparece como una sevillana popular que se canta en nuestros pueblos, no somos capaces de advertir bajo su capa de galanteo, el disimulo magistral con que el autor de esta letra an¨®nima ha deslizado un verso asombrosamente culto en el cascar¨®n de un juguetito popular.
A ese disimulo que impregna de un sentido m¨¢gico las cosas sin que se llegue a saber bien lo que sean, me refiero. Al que cultiv¨® Machado en los Ap¨®crifos. Al mismo que practican los andaluces cuando encubren su pasi¨®n por lo propio hablando mal de ello.
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