'Voy a ponerme guapo'
Barberos, fot¨®grafos y tiendas de m¨²sica y televisiones viven su gran d¨ªa tras la toma de la capital afgana
'Estoy muy ocupado esta ma?ana', confiesa a golpe de tijera uno de los barberos de Kabul, la capital liberada del r¨¦gimen de los talibanes, donde las prohibiciones de ayer, como el aspecto personal o la m¨²sica, pertenecen ya al pasado. 'Tenemos gran cantidad de clientes que quieren recortarse la barba o verse libres de ella', explica Hamid Ullah, due?o del sal¨®n de peluquer¨ªa Fa?zallah.
M¨¢s de 40 clientes acaban de pasar por las manos expertas de sus empleados. 'Antes lo ¨²nico que hac¨ªa eran cortes de pelo', recuerda el peluquero, echando una ojeada a la cola de clientes que esperan su turno.
'Tengo ganas de ponerme guapo', afirma uno de ellos, Kha?s, de 20 a?os, con una sonrisa tan grande como su bigote finamente recortado. Se ha afeitado, porque ya no tiene ganas de barba. 'Los talibanes ya me encerraron dos veces por deshacerme de ella', recuerda sonriente.
Los estudiantes de teolog¨ªa hab¨ªan fijado un recorte m¨ªnimo para la barba y no hicieron m¨¢s excepciones que con las personas a quienes la naturaleza priv¨® de estre atributo peludo.
La m¨²sica era otra de las prohibiciones, as¨ª como las im¨¢genes de fotos o de televisi¨®n. 'Yo no ten¨ªa derecho a hacer fotos a mi familia. Los retratos no deb¨ªan mostrar el cuerpo por debajo del pecho, y las fotos de mujeres estaban prohibidas', indica Mir Wahis, propietario del estudio de fotos Hamed.
El tener una foto de familia llevaba directamente consigo dos semanas de prisi¨®n si la milicia del Ministerio para la Promoci¨®n de la Virtud y la Represi¨®n del Vicio descubr¨ªa un ejemplar en el estudio de Wahis. 'Pasaban por all¨ª de forma imprevista una vez por semana' .
Despu¨¦s de la conquista de la capital por la Alianza del Norte, los estudios de fotos exponen en sus escaparates con toda libertad sus fotos m¨¢s bellas.
Las tiendas de electr¨®nica est¨¢n vac¨ªas. Abdul Khalil muestra las estanter¨ªas solitarias en una tienda que antes estaba abarrotada de juegos electr¨®nicos, radiocasetes y CD. 'Ten¨ªa todav¨ªa almacenados cinco televisores, y los he vendido esta ma?ana [por ayer] ', explica.
Khalil estudia la manera de procurarse otros televisores yendo personalmente a Pakist¨¢n. Durante el r¨¦gimen de los talibanes, la televisi¨®n simplemente estaba prohibida. Mientras tanto, colocar¨¢ en los estantes una colecci¨®n de casetes y CD de m¨²sica india y afgana que escondi¨® en el fondo de un armario de su establecimiento cuando dominaban los talibanes. 'Antes se pod¨ªan vender los radiocasetes, pero no las cintas', asegura Khalil, mientras dos repartidores, cada uno con los brazos cargados con cuatro magnet¨®fonos, se precipitan para aprovisionarle.
Los m¨¢s emprendedores se lanzan incluso a realizar operaciones que les hubiera reportado hace tan s¨®lo unos d¨ªas el apaleamiento o a algo peor.
Akhmad Vali ha escogido lo m¨¢s atractivo. Expone en sus escaparates fotos de mujeres bonitas indias e iran¨ªes que muestran parte de sus carnes, algo que volv¨ªa locos a los locos de Dios. 'Soy el primero en este negocio y marcha a toda vela', confiesa el joven, explicando que ha vendido seis de esas fotos en s¨®lo una hora.
Las ¨²nicas que no se han precipitado en los cambios son las mujeres, cuya inmensa mayor¨ªa sigue con el burka de la cabeza a los pies por las calles de Kabul. 'Yo me quitar¨¦ el m¨ªo dentro de unos d¨ªas, cuando la situaci¨®n se estabilice', anuncia Najiba Asim, de 34 a?os, que trabaja como m¨¦dica en una maternidad.
'Yo me siento muy feliz de que ahora las mujeres podamos trabajar y estudiar', explica una joven que se dispone a comprar una antena parab¨®lica 'para ampliar la visi¨®n del mundo de mis hijos'.
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