La impunidad del poder

No ha querido el Partido Popular que Garc¨ªa Ant¨®n explique en las Cortes la situaci¨®n de su vivienda. Nos ha privado as¨ª de conocer las razones del consejero, por las que sent¨ªamos curiosidad. Para justificar la decisi¨®n adoptada por su partido, el diputado Maluenda ha afirmado que hablar en las Cortes de este asunto hubiera creado una innecesaria alarma social. Estoy completamente de acuerdo con el se?or Maluenda. Encontrar a un consejero de Obras P¨²blicas y Urbanismo explicando, en las Cortes, por qu¨¦ su vivienda se encuentra sin legalizar, catorce o quince a?os despu¨¦s de haber sido construida, tal vez no sea un ejemplo edificante. Pero, si me lo permite el se?or Maluenda, yo considero que el hecho de negar estas explicaciones al Parlamento es mucho m¨¢s grave que la falta urban¨ªstica de Garc¨ªa Ant¨®n.

No soy un experto en cuestiones de edificaci¨®n pero, por lo le¨ªdo en los diarios, el problema de esta vivienda parece un asunto menor. Nuestras leyes urban¨ªsticas son enrevesadas y olvidar uno u otro documento, cuando se anda enredado en ellas, no resulta extra?o. Tal vez, un sencillo acto de contrici¨®n hubiera bastado para restaurar la falta del consejero. Incluso es posible que los ciudadanos lo hubieran juzgado con simpat¨ªa. En contra de lo que piensan los pol¨ªticos, la aceptaci¨®n de un error les humaniza a los ojos de sus votantes. Aunque ellos prefieran refugiarse en la infalibilidad.

Cada vez que los periodistas le preguntan por esta cuesti¨®n, Garc¨ªa Ant¨®n responde que lo explicar¨¢ d¨®nde y cu¨¢ndo llegue el momento. ?De verdad cree el consejero que existe un lugar m¨¢s adecuado que el Parlamento para que un pol¨ªtico d¨¦ explicaciones? Esta contestaci¨®n de Garc¨ªa Ant¨®n, tan repetida ¨²ltimamente, convierte un hecho menor en un asunto excepcional. Al responder as¨ª, el consejero niega el poder al Parlamento para decidir ¨¦l -o, lo que es lo mismo, su partido- de qu¨¦ y cu¨¢ndo hay que hablar. Mal asunto es este: asoma aqu¨ª la tentaci¨®n totalitaria que, en alg¨²n momento, sienten los pol¨ªticos cuando gobiernan.

Cuatro a?o atr¨¢s, en nuestra Comunidad, bajo el Gobierno del Partido Popular, un director general de Interior dimit¨ªa por un asunto similar al que ahora afecta al consejero de Obras P¨²blicas. La distancia que media entre aquella acci¨®n y la actual conducta de Garc¨ªa Ant¨®n muestra c¨®mo la impunidad del poder se ha instalado en la conciencia de nuestros gobernantes. Hemos alcanzado ese momento en que quienes mandan se sienten capaces de cualquier cosa, pues no precisan dar explicaciones sobre ninguna. Y as¨ª tenemos al alcalde de Guadalest asfaltando el camino de su finca con una subvenci¨®n p¨²blica; al Sindic de Greuges que no considera necesario someter el informe anual a la junta de la instituci¨®n o a la Generalidad adjudicando proyectos en el entorno de Terra M¨ªtica a quien es accionista del parque.

Esta situaci¨®n, que tan c¨®moda resulta para quien gobierna, tiene, como contrapartida, un alto coste social: la indiferencia del ciudadano. Abrumado por la situaci¨®n, incapaz de enfrentarse a ella, el ciudadano opta por encogerse de hombros y mirar hacia otro lado. Aqu¨ª convendr¨ªa recordar que, como ha escrito Josep Ramoneda, esta 'indiferencia puede llevarnos a una situaci¨®n en la que la democracia desaparezca sin necesidad de pegar un solo tiro'.