El nuevo rostro de la televisi¨®n afgana
La televisi¨®n de Afganist¨¢n reabre tras cinco a?os de silencio
Fue la voz de una mujer lo primero que pudieron escuchar por la radio los habitantes de Kabul despu¨¦s de que el pasado martes los talibanes abandonaran a toda velocidad la ciudad que hab¨ªan ocupado y sometido durante cinco a?os. Fue un gesto cargado de simbolismo despu¨¦s de que el r¨¦gimen integrista tratara de borrar de la vida social a quienes considera como una fuente de pecado.
Ayer, pasadas las dos y media de la tarde, hora espa?ola, fue el rostro de otra mujer lo primero que pudieron sintonizar los escasos televisores que, polvorientos, han sobrevivido a?os escondidos en las alacenas o bajo monta?as de muebles. Mariam Shakebar, una joven de 16 a?os ataviada con un pa?uelo estampado, ley¨® un vers¨ªculo del Cor¨¢n antes de desear a los televidentes que se divirtieran con la programaci¨®n, algo sencillamente imposible hace una semana. Despu¨¦s, una m¨²sica agradable volvi¨® a sonar a trav¨¦s de las ondas.
La precariedad de medios es suplida por el entusiasmo de periodistas y ciudadanos de Kabul
Mariam era consciente de que su rostro ha quedado asociado desde ayer a la lucha de las mujeres afganas por la dignidad, y estaba nerviosa. Aunque experiencia televisiva no le faltaba, ya que con 11 a?os interven¨ªa en un programa infantil..., justo antes de que los talibanes entraran en Kabul.
Junto a Mariam hab¨ªa otra mujer, Lida Azimi, cubierta con un pa?uelo color crema, quien presentaba habitualmente los informativos en los tiempos anteriores a los talibanes. Azimi s¨®lo acertaba a decir que la vida era de nuevo bella. 'Hasta ahora estaba obligada a quedarme en casa. Soy muy feliz'.
Pero aunque los rostros de las presentadoras denotaban felicidad, en la zona que no ve¨ªa el p¨²blico dominaban los nervios. Como en cualquier medio de comunicaci¨®n. Los t¨¦cnicos de la televisi¨®n de Afganist¨¢n han tenido que trabajar contrarreloj para arreglar de la mejor manera posible un material seriamente da?ado 'o con 30 a?os de antig¨¹edad', como destacaba un trabajador, quien ya sabe lo que es la competencia y es que, junto a la ¨²ltima tecnolog¨ªa instalada por los equipos de las televisiones occidentales en la azotea del hotel Intercontinental, los afganos han colocado una vetusta antena, que apenas tiene una potencia de 10 vatios y ni siquiera puede abarcar todo Kabul.
Claro, que a la mayor¨ªa de los habitantes de esta ciudad no les importa estar unas semanas m¨¢s para poder ver la televisi¨®n. Una de las principales diversiones es sorprendentemente sencilla, pero igual de valiosa, como todo lo que fue prohibido. De d¨ªa el cielo de Kabul, ciudad ruidosa, de tr¨¢fico ca¨®tico y de comerciantes anunciando sus mercanc¨ªas por todas partes, se llena de cometas de todas formas y colores. Nadie sabe muy bien cu¨¢l era el problema de las cometas con la interpretaci¨®n del islam que hac¨ªan los talibanes, pero lo cierto es que, junto a las fotos de los seres queridos, los aparatos de radio y las revistas, pasaron a ser objetos que era mejor no mostrar. Ahora los habitantes de Kabul vuelan sus cometas 'con sorprendente habilidad para llevar cinco a?os desentrenados', como comentaba un reci¨¦n llegado occidental.
Para los afortunados que disponen de un generador de electricidad en condiciones y de un televisor salido de las catacumbas familiares o reci¨¦n adquirido en alguno de los comercios de electr¨®nica que proliferan a sorprendente velocidad, la televisi¨®n de Afganist¨¢n tiene previsto emitir durante unas seis horas diarias en las lenguas dari y past¨²n. La programaci¨®n est¨¢ confeccionada a base entrevistas, dibujos animados y reportajes callejeros, donde la precariedad de medios es suplida con creces por el entusiasmo de los periodistas y la colaboraci¨®n de la ciudadan¨ªa.
Pero toda la explosi¨®n de color y ruido durante el d¨ªa desaparece bruscamente a las ocho de la tarde, cuando los milicianos de la Alianza del Norte instauran el toque de queda y Kabul vuelve a adoptar un aspecto similar a hace 15 d¨ªas. Casi nadie se aventura por las calles y los pocos coches que transitan con un aire semifurtivo son detenidos en numerosos controles, donde los soldados apuntan sin miramientos a sus ocupantes mientras comprueban su documentaci¨®n. 'Hay otra raz¨®n para que la gente no salga de noche', explica un comerciante. 'Muchos no se creen que los 20.000 talibanes que hab¨ªa en Kabul hasta el martes hayan podido salir. Seguro que todav¨ªa hay muchos escondidos dispuestos a lo que sea. De d¨ªa uno se siente m¨¢s arropado, pero de noche hay miedo'.
Ese miedo a lo invisible tambi¨¦n se palpa en el hecho de que barrios enteros de la capital est¨¢n minados. Es mejor no aventurarse donde no se sabe el terreno que se pisa. Varios diplom¨¢ticos occidentales que llegaron ayer por avi¨®n a la cercana base de Bagram -el aeropuerto de Kabul est¨¢ inutilizado tras decenas de a?os de guerras- confirmaron que en el camino hacia la capital se hab¨ªan topado con cad¨¢veres de personas que parec¨ªan haber pisado minas.
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