Nuevos hombres para nuevos mundos
LA TIERRA AGONIZA. Marte es la ¨²ltima esperanza de la humanidad. Se inicia un vasto proyecto para terraformar este planeta y convertirlo en habitable. En el polo norte marciano se detonan armas nucleares de baja potencia que liberan a la atm¨®sfera el di¨®xido de carbono helado. El efecto invernadero que seguir¨¢ da pie al calentamiento del planeta. A?os m¨¢s tarde, las condiciones ser¨¢n ¨®ptimas para la siembra, desde sondas orbitales, de cierto tipo de algas que convertir¨¢n el di¨®xido de carbono en ox¨ªgeno respirable. El camino estar¨¢, entonces, allanado para el desembarco de poblaciones humanas.
Por alguna raz¨®n desconocida, las cosas no ir¨¢n como estaba previsto: los niveles de ox¨ªgeno, en vez de aumentar, disminuyen. Un equipo de astronautas, bajo las ¨®rdenes de la comandante Kate Bowman, es enviado a investigar el asunto. As¨ª da comienzo Marte rojo (Red Planet, 2000), segundo filme del a?o cuya acci¨®n transcurre en nuestro planeta vecino.
Una premisa, en principio, t¨¦cnicamente plausible para convertir Marte en un planeta lo m¨¢s parecido posible a la Tierra, como preconizase, para el caso de Venus, el conocido astr¨®nomo Carl Sagan (Ciberpa¨ªs, 11-1-2001). Aunque, puestos a escoger, mejor elegir el polo sur marciano, donde la cantidad de di¨®xido de carbono congelado resulta muy superior a la del polo norte. El ingeniero Robert Zubrin, presidente de la Mars Society y uno de los principales impulsores del viaje tripulado a Marte, presenta argumentos razonables a favor de la colonizaci¨®n de este planeta en la l¨ªnea apuntada en el filme. Zubrin plantea terrafomar Marte empezando por calentar el polo sur marciano (usando, entre otros mecanismos, espejos en ¨®rbita, no armas nucleares, con los que concentrar la radiaci¨®n solar).
Ser¨ªa posible, as¨ª, liberar la suficiente cantidad de di¨®xido de carbono como para aumentar la escasa presi¨®n atmosf¨¦rica marciana (unas 150 veces menor que la terrestre) y hacer posible que una persona s¨®lo necesitase una m¨¢scara de ox¨ªgeno para moverse por la superficie marciana y no un traje presurizado completo. Se habr¨ªa retornado a unas condiciones menos hostiles, similares a las que se cree debieron existir en el primitivo Marte.
Como siempre, adaptar el entorno a nuestras necesidades resulta m¨¢s f¨¢cil que adaptarnos nosotros al mismo. ?Adelante con el esp¨ªritu colonizador que caracteriza a la especie humana! ?Es ¨¦sta, sin embargo, la ¨²nica soluci¨®n posible? La novela Homo Plus (1976, premio Nebula), de Frederik Pohl, presenta una visi¨®n radicalmente opuesta: modificar a un ser humano para que pueda amoldarse a la vida en Marte sin necesidad de atuendo espacial.
Algo que parece, de entrada, menos agresivo que modificar el entorno a nuestra conveniencia. Pero no m¨¢s f¨¢cil: 'No hay nada que respirar en Marte. As¨ª pues, se extraen los pulmones de la estructura humana y se sustituyen por sistemas microminiaturizados para regeneraci¨®n de ox¨ªgeno. Se necesita energ¨ªa para eso, pero la energ¨ªa se extrae del distante Sol. La sangre, seg¨²n la estructura humana, hervir¨ªa; muy bien, pues se elimina la sangre, al menos de las extremidades y de las ¨¢reas superficiales (construyendo brazos y piernas accionados por motores en vez de m¨²sculos) y se reserva un poco de sangre s¨®lo para el cerebro, para alimentarlo y calentarlo.
Un cuerpo normal necesita comida, pero si la mayor parte de los m¨²sculos se sustituyen por m¨¢quinas, la cantidad de comida necesaria ser¨¢ muy peque?a. ?Y el agua? Ya no es necesaria, excepto si se producen p¨¦rdidas en la maquinaria ?La radiaci¨®n? El cuerpo ha de ser protegido por una piel artificial. No hay m¨¢s que la luz normal visible y ultravioleta procedente del Sol, la cual no es suficiente para mantener el calor, ni tan siquiera para lograr una buena visi¨®n; as¨ª pues, es preciso ampliar la superficie corporal para recibir m¨¢s energ¨ªa. y para mejorar en lo posible la visi¨®n, los ojos tendr¨ªan que ser reemplazados por estructuras mec¨¢nicas'. Poco queda de un ser humano si se le hacen todas esas cosas. Tendremos un 'hombre plus' elementos met¨¢licos. En suma, un organismo cibern¨¦tico: un cyborg. ?Adaptarnos nosotros o moldear el entorno? El dilema sigue abierto.
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