Risas al borde de la l¨¢grima
Es glorioso dejarse llevar por las idas y venidas, las vueltas y revueltas, las apariencias y los reversos argumentales y sentimentales de El hijo de la novia. Est¨¢n llenos de gracia, rebosan delicadeza y hermosura, son una rara, casi sorprendente confluencia entre comicidad y drama h¨²medo, fuente simult¨¢nea de risa y de l¨¢grima hermanadas, lo que convierte la pantalla en un cauce de pura comedia en el que inesperadamente manan gotas viv¨ªsimas de puro zumo de melodrama.
Es esta deliciosa pel¨ªcula una peque?a obra maestra, cuyo armaz¨®n es sostenido por un derroche de astucia y magn¨ªfico oficio, pero cuya gracia no parece, aunque lo sea, consecuencia de un c¨¢lculo, sino que tiene pinta de brote, lleno de abundancia pero misteriosamente medido y comedido, de ocurrencias viv¨ªsimas inventadas delante de la c¨¢mara. De ah¨ª el a?adido de agilidad y electricidad humana, la solidez de la construcci¨®n, que procede de un gui¨®n de trazo exacto, admirablemente visualizado por el director Juan Jos¨¦ Campanella, que es de los que saben -lo dej¨® ver con creces en 1991 en El ni?o que grit¨® puta- qu¨¦ tienen entre manos cuando juegan con el riesgo de esta elegante, delicada y nada f¨¢cil de alcanzar ambivalencia formal.
EL HIJO DE LA NOVIA
Director: Juan Jos¨¦ Campanella. Gui¨®n: F. Castets y Campanella. Int¨¦rpretes: Ricardo Dar¨ªn, H¨¦ctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke, Eduardo Blanco, Gimena N¨®bile. G¨¦nero: comedia. Argentina-Espa?a, 2001. Duraci¨®n: 124 minutos.
Y al fondo est¨¢ el formidable reparto, en el que Ricardo Dar¨ªn, H¨¦ctor Alterio, Natalia Verbeke, y con ellos todos, se dejan hechizar por la presencia de la gran Norma Aleandro, que en los cuatro o cinco instantes en que es due?a de la pantalla, roza lo insuperable. Y los int¨¦rpretes se adue?an sin sensaci¨®n de esfuerzo, como si lo respirasen, del empuje creador, pues es ¨¦ste un filme de y para quienes le dan rostro y carne viva, lo que le hace doblemente m¨¢gico, ya que la pantalla, adem¨¢s del milagro de sacar zumo de la piedra de un c¨¢lculo, extrae de los entrelineados del gui¨®n un prodigio de funambulismo, inefable cine en la cuerda floja, siempre al borde de un trastazo que nunca se da.
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