Estropear el juego
Una persona cultivada -es decir, t¨² mismo, lector- hojea por la ma?ana, durante el desayuno, un suplemento cultural y lee apasionadamente una pol¨¦mica entre -pongamos por caso- un estructuralista y un existencialista. Gombrowicz observa la escena, yo s¨¦ que la contempla. ?Y qu¨¦ comenta? Creo saberlo: 'En esa pol¨¦mica se habla de algo tan inteligente que resulta imposible concluir que en realidad es sencillamente est¨²pido..., est¨²pido porque nuestros dos pensadores aparentan ser m¨¢s sabios de lo que son, y lo cierto es que saben muy poca cosa, e incluso ese poco lo saben a salto de mata, fragmentariamente (?y acaso es posible en nuestros d¨ªas saber las cosas de otro modo?)'.
Despu¨¦s, el lector de suplementos culturales va a ver una exposici¨®n inteligente de Balthus, y all¨ª participa con fervor de lo que ve, pero como distra¨ªdo. Luego, de regreso a casa, lee la mejor novela espa?ola del siglo pasado y se emociona y ve lo extraordinaria que es la novela, pero se aburre, bosteza, mira por la ventana. Para Gombrowicz, en ese pero se encuentra la clave de todo, se trata de ese pero que se sale de los l¨ªmites del juego. ?l mismo dec¨ªa que su Diario -en mi opini¨®n su obra m¨¢s importante, porque en ¨¦l realiz¨® una nueva invenci¨®n de la forma, llev¨® a cabo una nueva forma de escribir un diario- no se propon¨ªa profundizar nuestra cultura, enriquecerla, sino comprobar si est¨¢ construida a nuestra medida y si permanece en el suelo con nosotros: 'No es la cultura lo que me interesa, sino nuestras relaciones con ella. Mi punto de partida es p¨¦rfidamente simplista: todos jugamos a ser m¨¢s sabios y m¨¢s maduros de lo que somos'.
'Mi objetivo es estropear el juego, en el fondo somos unos eternos mocosos', escribi¨® Gombrowicz
Cuando al final de su vida le preguntaban qu¨¦ era lo que constitu¨ªa su fuerza, Gombrowicz sol¨ªa decir que para ¨¦l todo en la vida era as¨ª y as¨¢, inacabado, vago, insuficiente, y que ¨¦se era el verdadero lenguaje de la vida, y no ese otro, refinado, tan de suplemento cultural, tan elaborado, forzado, hinchado, tan falsamente sabio y en realidad est¨²pido; toda esa supuesta y rid¨ªcula madurez de la que nos vanagloriamos. Para Gombrowicz, la experiencia no aporta la madurez, no conduce a la forma, s¨®lo progresamos en inexperiencia, envejecemos bajo el influjo oculto de nuestra inmadurez. Ya en su primer libro, Memorias del tiempo de la inmadurez, publicado en su Polonia natal en 1933, expon¨ªa estas ideas, pero fue acogido sarc¨¢sticamente por la cr¨ªtica de su pa¨ªs, que dec¨ªa que el autor hab¨ªa hecho muy bien en destacar su inmadurez en el t¨ªtulo. Gombrowicz recordaba as¨ª tan cr¨ªtico episodio: '?Menuda tunda, como si mi cara fuera una pista de baile! Me bat¨ª en retirada, anonadado, espantado'. Pero prosigui¨® estropeando el juego de los cr¨ªticos -en 1938 publicaba Ferdydurke, narrativa an¨®mala donde la haya-, de espaldas a los 'cr¨ªticos hipop¨®tamos, banda de infalibles maestros de escuela', y de espaldas tambi¨¦n a la concepci¨®n nietzscheana del superhombre. Aunque admiraba en muchos aspectos al pensador alem¨¢n, para Gombrowicz el hombre es siempre algo inacabado, y eso le llevaba a calificar como idiota esa idea de superhombre, de h¨¦roe.
'En todo lo que escribo, uno de mis objetivos es estropear el juego, en el fondo somos unos eternos mocosos'. Este objetivo era uno de sus puntos de partida p¨¦rfidamente simplistas. Otro lo era su inmadura convicci¨®n de que la vida y la obra son una misma cosa. 'En ¨¦l', dice Rita Gombrowicz, su mujer, 'cada palabra se encarnaba en su vida. Fue un ser humano que trabaj¨® mucho sobre s¨ª mismo creando su propio estilo. Formaba parte de una categor¨ªa de escritores, Kafka podr¨ªa ser otro ejemplo, para quienes su obra era la reencarnaci¨®n de su propia personalidad'. Fue un egotista coherente, que se ocup¨® toda la vida de la salvaci¨®n de su alma, cre¨ªa en el hombre singular y no colectivizado. Y como ha escrito Sergio Pitol -traductor de varias de sus obras-, tuvo siempre la voluntad de ser uno mismo a pesar del conocimiento de que son los dem¨¢s quienes nos crean. 'No s¨¦ qui¨¦n soy', dec¨ªa Gombrowicz, 'pero sufro cuando me deforman, eso es todo'. Junto a Musil, es el narrador del siglo pasado que, sin cerrarlos, abri¨® m¨¢s horizontes a la literatura del porvenir.
En un art¨ªculo que public¨® con seud¨®nimo en 1933, titulado sintom¨¢ticamente La literatura del porvenir, escrib¨ªa Gombrowicz a prop¨®sito de Memorias del tiempo de la inmadurez, el libro que hab¨ªan abofeteado los cr¨ªticos hipop¨®tamos. 'Escrito con una inteligencia penetrante, con un talento original y eminente, con una inmensa imaginaci¨®n. Uno se asombra de que el autor cale tan profundo en el alma humana simplemente por entretenerse, por estropear el juego'.
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